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05 de septiembre de 2012


Los sindicalistas revolucionarios

Hoy 1435 / Crónicas proletarias

Hemos hablado en esta columna de los anarquistas y de los socialistas. A comienzos del siglo 20 aparece otra corriente en el movimiento obrero: los sindicalistas revolucionarios. Esta corriente surge del seno del Partido Socialista, cuestionando su creciente reformismo y parlamentarismo, y el abandono de la lucha gremial por parte de los dirigentes socialistas. Si bien hubo un antecedente fugaz en 1899, es hacia 1903 que esta corriente comienza a tomar forma. En 1906, el Séptimo congreso del PS aprobó una moción “invitando a los sindicalistas a retirarse del partido”, es decir, los echaron.

Este sector nacional empalma con el sindicalismo revolucionario europeo, cuyas posiciones fueron reflejadas en la CGT de Francia con su Carta de Amiens, y cuyo principal exponente fue George Sorel. Entre las divergencias nacionales, fueron muy importantes las distintas posiciones que tuvieron estas dos corrientes (sindicalistas y electoralistas), respecto al levantamiento radical de febrero de 1905. Mientras el sector de Justo afirmaba que “La actitud de los trabajadores, frente a estos desmanes que caracterizan la inmoralidad del sistema capitalista, debe ser, en cuanto sea posible, la de un espectador tranquilo, que con la más completa prescindencia, contempla como se devoran entre sí sus mortales enemigos”, la corriente sindicalista concluye que los trabajadores no tienen porqué acatar la legalidad imperante, ya que la han roto los mismos burgueses, y llaman a actuar.

Los sindicalistas, centralmente, planteaban “todo a través del sindicato”, concibiéndolo no sólo como instrumento de lucha gremial, sino como “embrión de un sistema de producción y gestión colectivista”. Concibieron a la huelga general como la exclusiva herramienta que haría posible la revolución. Si bien en un primer momento admitieron la posibilidad de la transformación de la huelga general en insurrección, en pocos años abandonaron estas posiciones revolucionarias, y cada vez más defendieron posiciones economistas.

De la misma manera, pasaron de considerar al Partido como una organización electoral subordinada al sindicato, a rechazar la lucha política. Entre los dirigentes más importantes de la corriente sindicalista, que en pocos años pasaría a ser hegemónica en el movimiento obrero, podemos nombrar a Gabriela L. de Coni, Julio Arraga, Emilio Troise, Bartolomé Bossio, Aquiles Lorenzo, y Sebastián Marotta. Con la ruptura, los sindicalistas pasan a dirigir la recientemente creada Unión General de Trabajadores. En otra columna veremos las concepciones e ideas filosóficas de los sindicalistas.