El clima de alegría y compañerismo entre la enorme marea humana duró hasta el tercer tema de un show que terminó en tragedia, una vez más. Dos muertos y decenas de heridos son el saldo de un accidente que podría haber sido mucho mayor.
El clima de alegría y compañerismo entre la enorme marea humana duró hasta el tercer tema de un show que terminó en tragedia, una vez más. Dos muertos y decenas de heridos son el saldo de un accidente que podría haber sido mucho mayor.
Las irregularidades se cuentan a montones: una ciudad de cien mil habitantes totalmente colapsada en sus accesos y servicios. Se estima una venta de 200.000 entradas y una concurrencia del doble de espectadores. Es difícil saberlo ya que nadie pidió los tickets para ingresar.
El predio “La Colmena” no tenía separaciones intermedias para el acceso de emergencias ni pasillos de circulación. Una vez adentro, se convertía en un corral. Los lugares por donde se dio ingreso fueron vallados, por lo que la salida fue un embudo a transitar en medio del barro. Sin carteles ni chalecos verdes de control a la vista para señalizar en camino. No había agua para asistir. Sólo la solidaridad de la gente para cuidarnos unos a otros.
Después de las 194 almas que nos arrebataron en Cromañón ¿Cómo es posible que esto siga sucediendo? ¿Quiénes son los responsables? La presencia policial alrededor del show fue casi nula, aunque fueron rápidos para reprimir a los cientos que quedaron varados en la terminal. Entre el Municipio y la empresa Chacal Producciones indican 1.200 policías, 1.500 personas en la seguridad privada y 18 ambulancias. Escaso hasta para la capacidad prevista.
“Es lo que ocurre cuando se pasan por encima las reglas”, dijo el presidente al día siguiente. Así nomás, como si se tratara de alguien que se entera por televisión. Lo cierto es que nadie controla. El intendente de la ciudad, Ezequiel Galli, perteneciente al PRO es el principal responsable de haber habilitado y promovido este recital. No hubo plan de contingencia y evacuación, ni asistencia luego del desastre. ¿Le exigirá Macri que pague por no cumplir con las reglas?
A este Estado no le importan nuestras vidas. Hay múltiples formas de llevar adelante recitales masivos con los cuidados básicos de salud, bomberos y defensa civil, pero nos acostumbran a esto. A lo dicho sobre el gobierno y la productora, nos duele decir que el Indio también es quien decide hacer este tipo de shows bajo estas condiciones. Difícilmente desconozca los detalles organizativos. Doscientos mil tickets vendidos a $800 hablan de 10 millones de dólares de recaudación. Un cóctel de codicia, improvisación y la baja de costos sin medir las consecuencias.
Otra vez escuchamos que se apunta contra la inconsciencia de los jóvenes, contra el rock. La realidad es que todos los días estamos expuestos a estos desastres y quienes debieran cuidarnos, son cómplices por negligencia o corrupción. El mismo día, en el partido de fútbol entre Banfield y Boca, decenas terminaron internados por una avalancha producto de una tribuna superpoblada y sin protecciones. Si hablamos de Olavarría es por las dos vidas que perdimos.
Pero en algún momento esto tiene que terminar, con otra política y otro Estado. No es la música lo que mata. Es la combinación del Estado y empresarios en un negocio millonario en donde lucrar solo cuesta vidas.