Después vino la lucha de Malvinas. La heroica guerra de Malvinas. Es difícil entender lo que pasó en Malvinas y lo que pasó después sin entender lo que estuvimos viendo. La dictadura decía ser “occidental y cristiana”, pero en los foros internacionales la defendían la Unión Soviética y Cuba, y la atacaban los yanquis. La dictadura nos ilegalizó a nosotros y a otras organizaciones revolucionarias, pero le dejó funcionar los locales al Partido Comunista. Y una vez que un grupo militar fue a allanar la Editorial Siglo XXI, no recuerdo qué general lo llamó al oficial que había hecho el operativo y lo hizo hacer autocrítica pública. El general Vaquero le había dicho a un amigo de nuestro Partido: “Acá vamos a dar el golpe, pero los únicos que nos van a apoyar van a ser la Unión Soviética y el Partido Comunista. Por eso tenemos que ser cuidadosos”.
Eso no quiere decir que no cayeron muchos militantes comunistas; porque esta era una dictadura “overa”: si estabas en Córdoba, gobernaba el general Menéndez, y él ponía en el blanco a quienes quería poner. Y entonces, muchos militantes comunistas cayeron, y son mártires también de la lucha antidictatorial; como los chicos de la “noche de los lápices”, etc.
La dictadura era “occidental y cristiana”. Pero hete aquí que cuando el Ejército argentino se encuentra por primera vez en el siglo en una guerra en serio, en una guerra contra otro ejército, resulta que es contra Inglaterra apoyada por los Estados Unidos. A muchos oficiales del Ejército argentino eso les produjo una “diarrea nerviosa”; pero de ahí nació una corriente nacionalista muy poderosa en la Argentina, en la que había un sector “khadafista” –es decir antiyanqui-, y otro “khomeinista” –o sea antiyanqui y antirruso-. Esa corriente sacó muchas lecciones de lo de Malvinas: del heroísmo con el que se tuvo que luchar ahí, y de la traición de esos “occidentales y cristianos”, del papel que jugaron, y del papel también que jugó la Unión Soviética, e incluso China, en esa época, que no vetaron en el Consejo de Seguridad la posición de los ingleses.
Nosotros, compañeros, creo que no nos equivocamos cuando apoyamos la guerra de Malvinas. Porque nosotros nos basamos en la experiencia nacional, en los patriotas de Mayo. Ellos ya estaban conspirando contra los españoles cuando los ingleses invadieron; pero ellos no se confundieron de enemigo. Fue cuando Belgrano dijo su famosa frase, de que no iban a cambiar de amo. Y movilizaron al pueblo contra el invasor inglés, y esa movilización –que fue la garantía para expulsar a los piratas ingleses- fue posteriormente la base para el triunfo de la Revolución de Mayo.
El ejemplo de nuestros mártires
La dictadura quedó herida de muerte después de Malvinas. Nosotros planteamos que no debía quedar piedra sobre piedra de esa dictadura, pero los acontecimientos siguieron otro rumbo: el peronismo y el radicalismo acordaron con la dictadura y se fue a la salida constitucional.
Nosotros tuvimos mucho mártires –recién se leyeron sus nombres- cuyo ejemplo no debemos olvidar nunca, compañeros. Porque sabemos muy bien cómo se comportaron. Ahora que sabemos la forma en que lo mataron a Gody Alvarez… Yo cuento por ahí que, estando con Gody en una delegación, asomados a un balcón, me decía: “Nosotros no tenemos un Partido preparado para enfrentar la muerte. Que te agarren por ejemplo así, en este balcón, y te digan ‘te tiramos’, y vos te dejás tirar”. Y él demostró que eso no eran palabras. Porque ahora que conocemos la forma en que lo torturaron, y que prácticamente lo quemaron vivo y como no murió lo tuvieron que tirar al río Luján, ahora se comprueba la profundidad de aquello que él decía, y cómo él se preparó para ese momento: no para morir –porque el secreto del torturador es no dejar morir al torturado; se preparó para eso que sucedió; porque ahora se descubre que incluso cuando cayó al río Luján, Antonio todavía estaba vivo.
O compañeras como María Eugenia Irazusta, a la que mataron sin sacarle una sola palabra, porque ella sabía dónde estaba el mimeógrafo donde hasta hace muy poco han impreso sus volantes los compañeros de Córdoba. Y murió heroicamente en la tortura.
Y también los compañeros humildes, compañeros, no sólo los héroes. Porque el Nueva Hora salió regularmente cada 15 días, y cada 15 días se distribuía en todo el país. Hubo compañeros que cayeron en coma en la tortura porque les preguntaban cuál era el contacto que tenían en Buenos Aires, porque nosotros hasta cobrábamos el periódico, compañeros, y tenían que mandar un giro para pagarlo, porque nosotros no teníamos quien nos sostuviera. Y ese periódico había que imprimirlo; después, en esa Argentina, con las razzias en la calle, había que trasladarlo, hacer los paquetes, distribuirlo. Y no sólo esos compañeros clandestinos: los que estaban en el trabajo legal. Había que organizar, como organizaron las compañeras, la conferencia de prensa en el ’78 durante el Mundial de Fútbol, para las Madres de Plaza de Mayo y para los presos de la dictadura. Tenemos compañeras, que uno las ve y dice: “un ama de casa”, que cada 15 días iban a ver a un dirigente peronista, que tenía un policía en la puerta porque estaba con libertad vigilada, y le llevaban el Nueva Hora en su ropa, y nunca le faltó el Nueva Hora a la dirección del partido peronista.
No solamente los mártires, sino los miles de militantes, esos compañeros por ejemplo que fueron radicados por nuestro Partido en pueblitos… Yo hablaba hace un tiempo con uno y le pregunté: ¿cómo era eso? Y dice: “Bueno, cuando a las 3 de la mañana paraba un coche cerca, te imaginás; todas las noches esperábamos que nos vinieran a levantar”. Fueron muchos los compañeros que resistieron.
Por eso digo: acá se resistió, acá se luchó, se enfrentó a la dictadura. Y por eso se derrotó a la dictadura, compañeros.
Algunas conclusiones
Algunas conclusiones sobre este proceso. Como dijo Cornelio Saavedra cuando envenenaron a Moreno y lo tiraron al mar: “Hacía falta tanta agua para apagar tanto fuego”. Tuvo que correr tanta sangre para apagar el auge revolucionario iniciado en los ’60 en la Argentina.
Esta es la conclusión de fondo de lo de la dictadura. Las clases dominantes estaban espantadas con lo que llamaban los “soviets de fábrica”. “Es imposible seguir así”, decían. “Comenzás una obra de construcción, vienen los obreros, arman el fuego para el asado, y lo primero que hacen es elegir el delegado”. “Vas a la fábrica y te recibe el delegado, con los obreros atrás, y te dice ‘queremos guardapolvos’”. “Bueno, se los vamos a dar”. Después vienen y te dicen: “queremos de otro color”. “¿Hasta cuándo vamos a seguir con esto? Ellos mandan, gobiernan en la fábrica”. Lo mismo en las universidades, en el campo, en los complejos de vivienda, en las ocupaciones. Como en el Complejo 17, donde se había organizado un sistema, con los compañeros nuestros, de los ayudantes de salud, pasillo por pasillo. Un gran proceso de masas, de miles, de millones.
Había que terminar con eso, y para eso vino la dictadura.
Otro problema, compañeros, es que las masas confiaban en Perón. A veces en la izquierda nos costaba comprender esto. Había grandes manifestaciones, y en ellas se coreaba una consigna: “Luche, luche, luche, no deje de luchar, por un gobierno obrero, obrero y popular”. Pero la mayoría de los que manifestaban entendían por gobierno popular el regreso de Perón, que estaba en Madrid, expulsado de la Argentina durante 17 años.
Ellos confiaban todavía en el general Perón. Perón decía: “En vez de sangre vamos a usar el tiempo”. Y dijo: “Antes de liberarnos, tenemos que reconstruir el país”. Y creyeron en eso. Aunque lo veían enfermo a Perón: por eso hubo una asamblea famosa en Berisso, de obreros de la carne, donde estaba hablando el secretario general del gremio, y un obrero le gritó desde el fondo: “Y cuando se muera Perón ¿qué va a pasar?”. Silencio.
Eso estaba en las grandes masas, y el nuestro era un Partido pequeño, joven y relativamente inexperto. No estaba en condiciones de poder dirigir ese proceso de masas. Este fue el tercer elemento. Yo creo que estos son los tres elementos principales.