Un 1º de noviembre de 1977, de tarde, alrededor de las 17 hs., en una esquina de Buenos Aires, Las Heras y Pueyrredón, hombres armados forcejean y secuestran a un joven de 26 años: Manuel “Quebracho” Guerra.
“Soy Manuel Guerra, me están secuestrando” fueron el grito y la prueba de su desaparición, conocido posteriormente por testimonios recogidos por su compañera Teresita, en ese duro y doloroso peregrinar en la búsqueda de Quebracho; así como testimonios de su paso por el centro de detención “El Atlético”, de San Juan y Paseo Colón.
No supimos más nada de Quebracho. Pero sí conocemos su historia, y creemos necesaria transmitirla para forjar con su ejemplo a nuestros jóvenes revolucionarios y para abrir el camino de la liberación nacional y social.
Su historia está ligada a la construcción de la Jota
Quebracho desde su Santiago natal, fue pasando por distintas prácticas. Un papá minero, en las tierras de Fortabat, y una mamá originaria y costurera, fueron incubando su odio por las injusticias y la opresión.
El año 1968 lo encuentra en Córdoba para terminar la técnica. Quebracho es parte de esos miles de jóvenes conmocionados por Vietnam, la revolución cubana, China, el ejemplo valeroso del Che. La insurgencia del movimiento estudiantil cordobés y el Cordobazo, lo van a impactar y sumar de lleno a la lucha revolucionaria. El resurgimiento del clasismo revolucionario con el Smata cordobés, dirigido por Salamanca, lo encuentra trabajando en la Comisión juvenil del sindicato.
La radicalización de las masas juveniles plantea a nuestro PCR abordarlas con métodos de trabajo y organización acorde a esas particularidades juveniles.
Y es así, que a principios de 1974, Quebracho llega a Buenos Aires, para asumir la tarea de secretario de Organización de la incipiente Juventud Comunista Revolucionaria.
Su historia está ligada a la construcción orgánica e ideológica de la Jota. Su Primer Congreso, en diciembre del ‘74, lo tuvo como uno de sus principales impulsores y organizador. Este Primer Congreso fue un logro y una síntesis de esos primeros años de nuestra JCR. Salimos fortalecidos con la posición antigolpista, que ya había definido nuestro Partido: “No a otro ‘55. Organizarse y armarse para enfrentar al golpismo”.
Eran meses de mucho debate político. Arreciaban los preparativos golpistas y se diferenciaban claramente dos posiciones políticas: la que empujaba el golpe de Estado y la que, como nuestro Partido y su Juventud, la enfrentábamos activamente.
A finales del ‘74 Quebracho viaja a China y regresa impactado por esa experiencia de millones en la construcción del socialismo, con la línea de masas de Mao y del PCCh.
La JCR extiende sus raíces a todo el país. Quebracho puso el acento y organizó las actividades que nos permitían nuclear a las masas juveniles: con los mecánicos cordobeses y de Ford, los ferroviarios de Rosario, los campesinos de Misiones y Santiago del Estero, la villa de Retiro, el Complejo 17 de Octubre, los secundarios, los torneos de fútbol…
La dictadura atacó el corazón obrero de la JCR
Durante todo 1975 arrecian los preparativos golpistas. El 27 de octubre de ese año secuestran a Luis Márquez, joven obrero de Transax, y miembro de la dirección nacional de la JCR.
Se produce el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976. Comenzaba la negra noche de la dictadura, con miles de presos, secuestrados, asesinados.
Toda la energía de la JCR estaba puesta en organizar la resistencia contra la dictadura fascista. Eran épocas en las que charlábamos con Quebracho sobre el comportamiento de un joven comunista si era detenido. “No dar ninguna información al enemigo a costa de la propia vida” nos decía. El 2 de setiembre de 1976 es secuestrado Miguel Magnarelli, joven obrero de Ford, en Escobar, también miembro de la dirección nacional de la JCR. Recuerdo su rostro ensombrecido cuando nos cuenta la detención de Miguelito, pero esa joven generación estaba dispuesta a todo.
Y es así que en el año 1977 cuando se intensifica el terror, la represión es feroz, lo tenemos a Quebracho en el seguimiento de los compañeros ferroviarios del Ramal Sarmiento, en septiembre y octubre de ese año. Y el 1º de noviembre lo secuestran. La dictadura atacaba el corazón obrero de la JCR: primero Luis, después Miguelito, ahora Quebracho…
Los que tuvimos la suerte de militar junto a Quebracho, pudimos compartir su humildad, su enemistad con toda forma de arrogancia, el estilo democrático de trabajo; pudimos conocer el sacrificio y la alegría por las tareas que la lucha requería y sobre todo “que ser revolucionario es estar dispuesto a correr la suerte de los más explotados y oprimidos”. Y comprobamos su heroísmo, los torturadores no pudieron con él.
Y así como la lucha revolucionaria atraviesa la joven vida de Quebracho, también hay que marcar que la atraviesa la alegría por su amor por la Tere, por la llegada de su hijo Facundo, que nos mostraba un Quebracho enternecido por ese bebé.
Todo esto y mucho más era Quebracho, un joven de carne y hueso, enamorado de la vida y con un odio implacable contra la injusticia y la opresión, un joven comunista revolucionario, que dio su vida en la lucha por la revolución, el socialismo y el comunismo.