En la localidad bonaerense de Olivos existe un empalme entre las estaciones cabeceras de dos líneas ferroviarias: el ramal Mitre, que parte de Retiro, y el Tren de la Costa que transita desde y hacia Tigre. Ambas estaciones terminales (llamadas Mitre y Maipú, respectivamente) se enlazan entre sí por medio de un puente sobre la avenida del mismo nombre: Maipú. No se trata de un puente sin más, sino de una enorme estructura cubierta que hace las veces de centro de ventas, con locales comerciales en ambos extremos del amplio pasaje.
En la localidad bonaerense de Olivos existe un empalme entre las estaciones cabeceras de dos líneas ferroviarias: el ramal Mitre, que parte de Retiro, y el Tren de la Costa que transita desde y hacia Tigre. Ambas estaciones terminales (llamadas Mitre y Maipú, respectivamente) se enlazan entre sí por medio de un puente sobre la avenida del mismo nombre: Maipú. No se trata de un puente sin más, sino de una enorme estructura cubierta que hace las veces de centro de ventas, con locales comerciales en ambos extremos del amplio pasaje.
Como el De la Costa es un tren turístico, ya al dejar atrás la estación Mitre y tomar el puente hacia la estación Maipú, este cronista ocasional comenzó a oír conversaciones en idiomas extranjeros. Esto, sumado a lo que vio a poco andar, le hizo imaginar que el antiguo ferrocarril Mitre lo había trasladado a otro país. O a otra dimensión.
Nomás ingresar al tramo central del puente -un largo salón con grandes ventanales a los lados-, se topó con un gran retrato de Mao Tsetung. El estupor inicial se acrecentó al comprobar que la imagen se multiplicaba a ambos lados del pasaje. El presidente Mao, solo o acompañado por sus camaradas, saludando o dirigiéndose a las masas en distintas y coloridas escenas de gran tamaño (¿!). Ningún cartel indicativo a la vista. Ningún funcionario a quien consultar. A ver si sabe algo el dueño de este bar:
−–Es una muestra organizada por este Centro Comercial –aclara el hombre. Un coleccionista los adquirió en Londres y los facilitó para exponerlos. Son tapices bordados a mano en los años 60. Ni en China quedan ya; si han venido a pedir datos de la propia Embajada…
–¿Y por qué se exponen aquí?
–Por la calidad artística del bordado, sin duda. No por motivos políticos, si nadie recuerda o conoce esto, ni se interesa por este hombre, ¿no se parece a Perón en esa pose?
–Yo sí me intereso -le digo-. Y algo sé también; mire, esa que está allí a la derecha de Mao es Chiang Ching, su esposa, y el de su izquierda, levantando el Libro Rojo, es Lin Piao.
–Ah, sí -acota nuestro interlocutor-, el general que se rajó a Taiwan.
–No -le digo-, ese fue otro y es otra historia.
Antes de seguir mi camino fotografié los tapices (ventajas de andar de miniturismo local), y tuve que tocarlos para cerciorarme que eran realmente bordados, ya que al estar colgados contra los ventanales, el trasluz dificultaba apreciarlos. Habrá que volver de noche, me dije, para verlos mejor sin contraluz. En todo caso, es lo que se le recomienda a nuestros lectores. No se los pierdan, vayan antes que se cierre esta insólita entrada a otra dimensión.
S. E.