Mario Susso había nacido un 30 de octubre de 1949, en Mendoza, en el seno de una de esas familias que esperan que sus hijos se hagan un futuro estudiando y que hacen todos los sacrificios necesarios para lograrlo. De este modo, Mario hizo su bachillerato, inscribiéndose luego en la Universidad Tecnológica Nacional.
Mario era franco y directo. Se hacía querer entre sus amigos y compañeros de estudio por su espíritu solidario y generoso. Observaba con preocupación la situación social y política del país y, como tantos miles de jóvenes, buscaba el camino más justo para encauzar esas inquietudes. El Cordobazo, y sobre todo el Mendozazo del 4 de abril de 1972, lo habían conmovido profundamente y llegó a la conclusión de que en la unidad de las luchas estudiantiles con las luchas populares estaba el único camino de liberación del pueblo y de la patria.
A los 23 años, ya estudiante avanzado de Ingeniería, se dispuso a jugar un papel en esas luchas. Se incorporó al Faudi (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda), agrupación orientada por el PCR, a principios de 1972, siendo desde ese momento un militante consecuente y constructor. Luego de algunos meses de fogueo en las luchas antidictatoriales que sacudían al movimiento estudiantil, se afirmó como dirigente querido, respetado y seguido por sus compañeros, y decide su incorporación al PCR.
En 1975, cuando ya se cernía sobre nuestra patria la amenaza del golpe de Estado, Mario se lanza con entusiasmo y decisión a la lucha antigolpista entre los estudiantes universitarios. Junto a otros compañeros universitarios llevó la línea de lucha contra el golpe fascista a los obreros rurales, contratistas de viña y a los barrios pobres. La huella de su actividad en esos sectores es profunda y los amigos que cosechó aún recuerdan su querida presencia con nitidez.
Su voz fue escuchada en memorables actos universitarios, donde fustigó duramente a los elementos golpistas enquistados en la Universidad y señaló la necesidad de unirse con las masas obreras y populares, para enfrentar el golpe. Por eso los golpistas anotaron su nombre en la lista negra. Mario no ignoraba que su vida estaba en peligro, pero no claudicó ni se amedrentó.
El 20 de marzo de 1976 a las 3 de la madrugada, siete vehículos con asesinos armados y con sus rostros cubiertos con medias de nylon llegan a su casa, desde donde lo secuestran. A las 6 de la mañana su cuerpo fue hallado en calle Pescadores, con el rostro atravesado por 12 balazos, los dedos mutilados, junto al de la estudiante de Filosofía Susana Bermejillo. Cuatro días después los golpistas derrocan al gobierno peronista y se inicia así el período más negro de la historia de nuestro país.
Como lo señaló un diario de Mendoza, Mario Susso fue asesinado, pese a sus heridas, de pie, como un comunista revolucionario. Para nosotros, su vida es un ejemplo y un arma. Porque su recuerdo está presente en las luchas contra la impunidad de ayer y de hoy y alumbran el camino para conquistar el objetivo por el que dio la vida: una sociedad sin explotados, una sociedad sin injusticias.
Hoy N° 1806 18/03/2020