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02 de mayo de 2013

Marxismo o revisionismo

Debate sobre el socialismo

Los imperialistas proclaman el supuesto “fracaso del socialismo” y sus ideólogos sentencian que se debe, según ellos, al “gran fracaso intelectual” del marxismo. Pero ocultan celosamente que Mao Tsetung, el líder de la revolución en el país más poblado de la tierra y el teórico marxista-leninista más importante de nuestro tiempo (ninguneado o vilmente atacado), desentrañó el carácter del cambio cualitativo producido en la URSS con el XX Congreso  del PCUS (febrero de 1956) y el golpe de estado de junio de 1957. Pocos años después, precisamente utilizando las herramientas teóricas del marxismo, Mao demostró que el ascenso del revisionismo al poder era el ascenso de la burguesía al poder.
Un muro de silencio se ha erigido para ocultar este análisis de Mao. Porque a la burguesía, tanto a la del Este como a la del Oeste, le conviene difundir por todos los medios entre las amplias masas populares la idea de que la URSS que colapsó en 1991 era comunista.  
La práctica de la democracia grande fue fundamental. Consistió en que las vastas mayorías constituidas por los productores directos, los creadores de la riqueza, las masas de trabajadores antes desposeídos, explotados y oprimidos, pudieron comenzar a tomar en sus manos las decisiones de gobierno.
Las experiencias más avanzadas de edificación socialista se inscribieron en la lucha por alcanzar y superar a las naciones capitalistas más desarrolladas, pero no de cualquier modo, sino del modo que precisamente le interesa al proletariado como clase: llevar la revolución hasta el fin, hasta eliminar las causas que generaron la división de la sociedad en clases y la explotación del hombre por el hombre.
La burguesía, en particular los renegados del marxismo, pretenden sepultar en el olvido y en la mentira las grandes revoluciones que cambiaron el mundo en gran parte del siglo XX. Ellos no examinan los errores cometidos – que desde luego los hubo, como no podía ser de otro modo –  con el fin de extraer enseñanzas para avanzar más y mejor por el camino de la revolucionarización de la economía, la política y la cultura. Ellos omiten lo principal  – los logros – , exageran los errores, embellecen y ponen por las nubes la vía burguesa de crecimiento y modernización. Se aferran dogmáticamente al “modelo” capitalista de desarrollo económico, científico y tecnológico.

El debate actual sobre el socialismo

En la historia no se conoce un solo ejemplo de un nuevo modo de producción que se haya implantado de repente, como decía Lenin, sin que primero se pasase por una larga serie de fracasos, de errores y de retrocesos. La burguesía, por ejemplo, tuvo que luchar siglos hasta lograr que se impusiera como dominante el régimen capitalista de producción. Hubo revoluciones, hubo restauraciones y se produjeron nuevas revoluciones hasta que finalmente la burguesía logró consolidarse en el poder.
La victoria del proletariado significó que, por primera vez desde que la sociedad se había dividido en clases, triunfaba una revolución que no  reemplazaba a una clase explotadora por otra, sino que tomaba el poder la clase explotada. Y ésta sólo puede liberarse si termina con toda forma de explotación y opresión. O sea, si elimina las diferencias de clase y todas las relaciones de producción en que esas diferencias descansan.
Las revoluciones burguesas y las revoluciones socialistas son sustancialmente diferentes.  
Las relaciones capitalistas de producción se desarrollaron en el seno de la sociedad feudal. Por eso la revolución burguesa culminó con la toma del poder por parte de la burguesía. Esta utilizó y reforzó el estado opresor, eliminó las trabas del viejo régimen e impulsó la libre circulación y expansión del capital
Por el contrario, las relaciones socialistas de producción no surgen ni pueden existir en la sociedad capitalista. La base económica socialista no puede brotar espontáneamente de la vieja sociedad, sino que sólo puede formarse y crecer luego de que el proletariado ha tomado el poder. Lo que se desarrolla en el seno de la sociedad capitalista son las premisas materiales del socialismo: la clase obrera y el carácter social de la producción. Por eso, a diferencia de la revolución burguesa, la revolución socialista comenzó con la toma del poder y la destrucción revolucionaria del estado de las viejas clases derrocadas. Y tuvo que crear las nuevas relaciones de producción. Para lo que era y es preciso jerarquizar el papel del factor consciente y de la superestructura. Por tanto, para llegar a la sociedad sin clases, o sea, sin explotadores y explotados, era y es necesario atravesar por toda una etapa histórica de transformación revolucionaria de las circunstancias y de los hombres mismos.
Pero, no había aún una práctica social al respecto. Por consiguiente, tampoco se contaba con una teoría desarrollada sobre esa etapa. Se creó una situación inédita y se plantearon tareas incomparablemente más complejas, sobre las que no existía experiencia previa. Era forzoso que el proletariado y su partido cometieran numerosos errores, algunos de ellos graves. Estos, principalmente los errores teóricos, facilitaron el accionar contrarrevolucionario. Los errores no determinaron el surgimiento de nuevos elementos burgueses sino que facilitaron su crecimiento. 
 ¿Cómo ir logrando que las grandes masas de trabajadores, y no sólo su sector más avanzado, fueran tomando en sus manos los asuntos de gobierno, ejercieran efectivamente el poder y rompieran también el yugo de la ideología de las clases opresoras derrocadas? ¿Cómo haría el proletariado para imponer su disciplina revolucionaria si él mismo estaba impregnado de todos los vicios y lacras de la vieja sociedad? ¿Cómo modificar la actitud ante el trabajo? ¿Cómo hacer carne en las grandes mayorías el principio de servir al pueblo y en función de ello elevar la productividad del trabajo? En las condiciones de atraso heredadas del viejo régimen en los países donde empezó a edificarse el socialismo, ¿cómo luchar por alcanzar y sobrepasar a los países capitalistas más desarrollados no de cualquier modo sino precisamente del modo que le interesa al proletariado como clase: llevando la revolución hasta el fin y abriendo el camino al comunismo? 
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, dice el poeta. Primero se hizo la revolución y se comenzó a construir el socialismo. Sólo pasando por largas luchas, por toda una serie de procesos históricos, acumulando experiencias de derrotas y de triunfos, el proletariado y su partido de vanguardia pudieron ir descubriendo las leyes objetivas que rigen la revolución y la construcción de la nueva sociedad, y empezaron a conocerlas.
El debate actual sobre el socialismo requiere restablecer la verdad histórica. En el siglo XX, en pocas décadas, el socialismo demostró ser superior al capitalismo. Esta es una cuestión fundamental que está en debate.
La burguesía y los revisionistas omiten los hechos sustanciales y tergiversan groseramente la historia. Su objetivo es hacer creer que el socialismo fracasó, que el capitalismo no será muy bueno pero es lo único y lo mejor que puede haber.
¿Qué es el socialismo?

Los teóricos liberal-burgueses presentan el socialismo como sinónimo de estatismo económico (empresas públicas, regulación estatal de la economía), al margen de qué clase social domina el Estado, qué tipo de Estado es el que detenta la propiedad sobre los medios de producción, qué clase dispone sobre el plusproducto, cuáles son las relaciones humanas en el proceso de trabajo y cómo es la distribución. 
De manera parecida proceden los exponentes de la socialdemocracia.
Por ejemplo, los suecos afirman que el objetivo del socialismo debería ser contrarrestar y neutralizar las limitaciones de “una economía capitalista no regulada… no derrocando al capitalismo, sino participando en él como socios en pie de igualdad”1. Como advirtió Marx ya en 1852, la socialdemocracia exigía instituciones democrático-republicanas no para abolir el capital y el trabajo asalariado, sino para atenuar su contradicción y “convertirla en armonía”2.
En la ex Unión Soviética, con Jruschov la dirigencia siguió usando el rótulo “socialista” y con Brezhnev se presentó como “el socialismo real”. 
Los propagandistas del régimen – a partir de las tesis formuladas en la década de 1970 por Brezhnev y los suyos – hablaban de “socialismo real” o “socialismo desarrollado”. Con ello insinuaban, sin decirlo abiertamente, que el “socialismo” existente en la Unión Soviética era el único posible y que la teoría de Marx, Engels y Lenin  al respecto no es científica, sino una quimera. Afirmaban que el “socialismo real” había creado una “sociedad de clases no explotadoras, fraternas…una estructura social de clases de un tipo completamente nuevo…”3. Estas definiciones rompían con los principios básicos del marxismo sobre el socialismo como período de transición revolucionaria del capitalismo al comunismo. Por otra parte, el estudio de las relaciones de producción existentes en la ex URSS revela el verdadero carácter de los dirigentes soviéticos: conformaban, representaban y defendían una clase explotadora. Su relación con las otras clases no era “fraterna”, de tipo “completamente nueva”. 
Para los trabajadores soviéticos, el carácter social de su producción tomó la forma de una autoridad que no respondía ante ellos  sino ante si misma, autoridad estrictamente reguladora, y la forma de un mecanismo del proceso de trabajo organizado como una jerarquía completa y rígida. Y tal autoridad sólo la detentaban quienes personificaban las condiciones de trabajo frente a los productores directos, y la ostentaban en tanto y en cuanto eran titulares del poder político y administrativo.
En cambio, las cosas eran esencialmente diferentes cuando la Unión Soviética era socialista. Hasta debieron reconocerlo algunos conocidos propulsores de la perestroika. “En los años veinte y treinta – escribió Mijail Afanasiev – crecía invariablemente el número de obreros en los soviets urbanos, regionales y centrales. Es sabido que precisamente en la divisoria de los años 20 y 30 la labor de la Inspección Obrera y Campesina era sobre todo enérgica y variada; se atraía a una masa de activistas, se realizaban inspecciones inesperadas, se formaban tribunales obreros contra los burócratas, las colectividades obreras patrocinaban las instituciones estatales. Los obreros tomaron parte activa en la depuración del aparato estatal en 1929-32. Al mismo tiempo, tenía lugar la ‘promoción’ de los obreros de la producción para trabajar en el aparato del Estado. El XVI Congreso del PC (b) de la URSS aprobó la práctica de ‘simultaneidad socialista’, es decir, cuando los obreros simultaneaban el trabajo en el aparato con el cumplimiento de sus obligaciones en la producción”4.
Los revisionistas pudieron tomar desde dentro el control del partido y del Estado soviéticos5. Esto posibilitó que el cuerpo de altos jerarcas, la tan mentada “burocracia” o nomenklatura, se estabilizara, se fortaleciese, proliferara y pasase a ocupar la posición dominante. Este cambio cualitativo fue descripto mucho más tarde por algunos sociólogos rusos en los siguientes términos: “La dependencia de la burocracia respecto del Poder supremo /en tiempos de Stalin/ pasó a ser dependencia del Poder supremo respecto de la burocracia”6.
Ello significó el cambio del carácter de clase de ese partido y de ese Estado. El PC se transformó en su contrario; de partido de la clase obrera en partido de una nueva burguesía. Y el Estado de dictadura del proletariado se convirtió oficialmente en "Estado de todo el pueblo" (como denomina a su Estado toda burguesía).
Bajo Gorbachov, como parte del sinceramiento de la restauración capitalista, los “perestroikos” abandonaron hasta la mera invocación doctrinaria a la clase obrera y al objetivo de terminar con la explotación del hombre por el hombre. Y proclamaron que “el socialismo moderno” comprende: una economía “dinámica”, “justicia social”, una “organización racional de la sociedad” y el reconocimiento “universal” de los “sencillos valores humanos”. “Dinámica”, “justicia social”, “racionalidad” y “valores” por encima de las clases. Declararon que debía dejarse de lado por impracticable la idea de que algún día el Estado sería innecesario. “Se requiere – decían – un aparato especial” y la cuestión se reduce a que los “intereses de este aparato” no se coloquen “por encima de los intereses de la sociedad”7. Bajo Yeltsin, simultáneamente con el colapso de la URSS (1991) se operó finalmente el sinceramiento completo en los planos político, jurídico e ideológico del capitalismo realmente existente.
Por su parte, al usurpar el poder a fines de 1978, los revisionistas chinos sistematizaron su versión sobre “la evolución del socialismo”. Para ellos, los rasgos principales del “socialismo moderno” consisten en que junto a la propiedad estatal se desarrolla asimismo la propiedad privada; en que además de la distribución según el trabajo se introducen “otras formas”, es decir la ganancia capitalista; en que la planificación pasa a ser principalmente “orientadora” y la economía se regula predominantemente por el mercado; en que “se reemplaza la confianza en el entusiasmo masivo de las fuerzas laborales por un énfasis en los intereses materiales individuales”8.
Las distintas variantes revisionistas consideran al socialismo una “formación socioeconómica relativamente estable e independiente”. Los dirigentes chinos se jactaron de romper con el “antiguo enfoque que consideraba al socialismo como una fase de transición” y que – supuestamente – sostenía  que “una vez completada la transformación de la antigua economía privada” se “podría pasar rápidamente del socialismo al comunismo”9.
Por el contrario, Mao Tsetung, sintetizando la experiencia, ya a principios de los ’60, llegó a la comprensión de que el socialismo cubre una etapa histórica prolongada y persistió en la posición marxista-leninista, según la cual, el socialismo es el período de tránsito revolucionario del capitalismo al comunismo.
Los revisionistas propugnan un “socialismo” que no es la primera fase de la sociedad comunista. Resultaría, así, o bien un modo de producción intermedio, o bien lisa y llanamente el abandono del comunismo, considerado una suerte de “edad de oro” imposible.
No definen al socialismo por la dictadura del proletariado sino por el sistema de propiedad. Y bendicen como “Estado socialista” a un aparato burocrático-militar mediante el cual ejerce su dictadura una nueva burguesía. Un aparato especial de, para y por una ínfima minoría que se arroga la representación del pueblo. Aparato situado por encima de la sociedad, que rige la política, la economía, los asuntos militares y la cultura. A la manera fascista, como en tiempos de Brezhnev en la ex URSS y desde 1979 bajo Teng en China, o con ingredientes liberal-burgueses como en ciertos momentos de Jruschov y en la “glasnost” gorbachoviana.
En el comienzo de la década de 1980, los revisionistas chinos elaboraron la teoría de “la primera fase del socialismo”, cuya tarea más importante sería desarrollar al máximo las fuerzas productivas, lo cual implicaría que el rol histórico de la propiedad privada no se da por terminado. Estiman que esta fase pueda extenderse hasta mediados del siglo XXI.
Han pasado treinta años desde entonces. La corrupción como sistema y la desigualdad escandalosa son características de la China actual. Ha habido un gran crecimiento de la producción sobre la base de una feroz superexplotación, salarios de hambre y condiciones laborales inhumanas. Una enorme masa de plusvalía le fue y le es extraída a la clase obrera por los monopolios estatales y privados chinos y extranjeros. Los trabajadores fueron despojados de los derechos y las conquistas sociales que tenían en la China socialista. Su fuerza de trabajo volvió a ser una mercancía. Con la crisis cerraron decenas de miles de empresas y quedaron en la calle más de veinte millones de obreros. Ciento cincuenta millones de migrantes no tienen trabajos estables ni en las zonas rurales ni en las ciudades. En la China actual es muy numeroso el ejército industrial de reserva estudiado por Marx en El Capital. Todo esto significa, objetivamente, destrucción de fuerzas productivas. La fuerza productiva más grande, los productores directos, cayó nuevamente bajo la opresión.
Muchos de los nuevos capitalistas son dirigentes del partido y el gobierno que se han valido de sus posiciones en el poder político para convertirse en dueños de empresas estatales privatizadas.
En 2002 se dio la bienvenida al PCCh a empresarios privados. Algunos estudiosos sostienen que los cuadros capitalistas se han hecho mayoría en la dirección nacional del partido.
¿Qué es el socialismo? Para los marxistas-leninistas, el socialismo es, ante todo, la dictadura del proletariado. Es decir, el ejercicio del poder de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo por los órganos revolucionarios de las masas trabajadoras armadas, con la dirección del partido comunista, con representantes realmente elegidos y revocables en cualquier momento, con la práctica de la democracia directa para las vastas mayorías populares, las que no tienen voz ni poder de decisión en la democracia formal burguesa. De modo tal que los productores directos dispongan qué se produce, cómo se produce y cómo se distribuye.

Los puntos de vista de Marx,
Lenin y Stalin

El debate actual sobre el socialismo requiere restablecer la verdad sobre la práctica histórica de la dictadura del proletariado.
Este debate requiere asimismo rescatar la teoría revolucionaria del proletariado y con este instrumento indispensable, luchando contra el revisionismo, sintetizar la experiencia de las grandes revoluciones que cambiaron la historia, aprender de sus históricos logros y de sus errores. De modo tal que la nueva oleada revolucionaria que se avizora pueda llegar más lejos que el siglo pasado y alcance la victoria definitiva. 
En vida de Marx y Engels, el movimiento revolucionario del proletariado llegó hasta “el asalto del cielo”, el derrocamiento de la burguesía y la instauración de su dictadura en la Comuna de París en 1871. Pero no pudo sostenerla sino un par de meses. Por tanto, aunque esa gesta proporcionó el material básico para un salto en el desarrollo de la práctica y la teoría marxistas del Estado y la revolución, no hubo una experiencia de construcción de la nueva sociedad.
Unos años más tarde, Marx tuvo que ajustar cuentas con el envilecimiento de los principios revolucionarios en un proyecto de programa del Partido Obrero Alemán. A raíz de ello esbozó de conjunto, en forma muy concentrada, un tema que hasta entonces sólo había considerado fragmentariamente, en diversos momentos y pasajes de trabajos dedicados al análisis del capitalismo.
En su Crítica del programa de Gotha, Marx sostiene:

• “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado.”.

• La sociedad que acaba de salir de la sociedad capitalista “presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”. Es la “primera fase de la sociedad comunista” y no “una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base”.

• “En la fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, la oposición entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse el estrecho horizonte del derecho burgués, y la sociedad podrá escribir en su bandera: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual, según sus necesidades!”

Un par de meses antes de la victoria del 7 de noviembre de 1917, mientras dirigía al partido hacia la insurrección armada, Lenin escribió El Estado y la Revolución, donde retomó y desarrolló esos temas. Es una obra fundamental de la teoría marxista, elaborada en medio de un gigantesco proceso revolucionario de masas. Y en polémica con el revisionismo dominante, en especial con el kautskismo, su versión más peligrosa pues se revestía de ortodoxia.
En las circunstancias extremadamente difíciles y complejas que afrontó el Poder soviético, llevar adelante la revolución y la construcción socialistas fue una obra de titanes.
Los bolcheviques se encontraron ante una situación que se configuró de manera totalmente distinta a lo imaginado. Había que abrir, de todos modos, un camino inexplorado, pues era la primera vez que el proletariado había podido mantener el poder en sus manos. Lo principal era persistir en el objetivo histórico, atreverse a luchar por él, confiar ilimitadamente en la potencialidad revolucionaria de la clase obrera y las amplias masas populares.
Lenin dirigió los primeros seis años del Poder Soviético, tres de los cuales fueron de guerra. Esbozó la línea estratégica para construir el socialismo.
Stalin defendió, continuó y desarrolló el legado revolucionario de Lenin, en durísima lucha contra el oportunismo de “izquierda” encabezado por Trotski y de derecha liderado por Bujarin. Trotski planteaba que era imposible construir el socialismo en la URSS sin la ayuda estatal directa del proletariado triunfante en Europa Occidental. Bujarin sostenía que se llegaría al socialismo precisamente a través de las relaciones de mercado, que los campesinos ricos se irían integrando pacíficamente al socialismo y la lucha de clases se iría extinguiendo10. Ambos expresaban objetivamente en el seno del Partido líneas de capitulación ante los elementos burgueses del campo y de la ciudad. Fueron derrotados política y teóricamente. La discusión se desarrolló amplia y democráticamente en las reuniones del Partido, en la prensa y en asambleas en las fábricas. 
Stalin impulsó y dirigió la continuación de la revolución logrando gigantescos éxitos en la colectivización y la industrialización socialista. Pero, a partir de 1936, Stalin sostuvo erróneamente que las clases explotadoras ya habían sido totalmente eliminadas y que no había más fuerzas internas capaces de revertir el triunfo del socialismo, sino únicamente externas. Ello no correspondía a la realidad y fue una tesis que llevó a confundir dos tipos de contradicciones, las existentes en el seno del pueblo con las que oponen a éste con el enemigo. Toda diferencia de opinión fue considerada como expresión del enemigo y se desató una represión indiscriminada. En ese mismo período se agudizó la lucha de clases y se produjo una grave intentona golpista contra la dirección bolchevique encabezada por Stalin. Y posteriormente, aun habiendo logrado la histórica victoria sobre el nazismo y no obstante el triunfo de la revolución socialista en países que abarcaban la tercera parte de la población mundial, la lucha de clases en la URSS continuó, se agravó y luego de la muerte de Stalin se produjo la restauración. 
   
La teoría de Mao Tsetung sobre la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado

Luego del XX Congreso del PCUS, Mao Tsetung emprendió y encabezó la lucha contra el revisionismo soviético. Analizó los grandes logros, los errores y las desviaciones del período conducido por Stalin y desarrolló la teoría marxista-leninista. Profundizó especialmente en la dialéctica, en la necesidad de aplicar la ley de la unidad de los contrarios para investigar y analizar los nuevos problemas relativos a las contradicciones de clase y a la lucha de clases en la sociedad socialista. 
A principios de los años ’60, Mao Tsetung formuló un interrogante fundamental: ¿de dónde, por qué, surgen elementos seguidores del camino capitalista tipo Jruschov, anidan en la dirección máxima y pueden llegar a usurparla? Para  abordar este problema Mao se atuvo firmemente al materialismo histórico en oposición al idealismo. Sostuvo que el revisionismo jruschoviano no podía ser el producto de una mera individualidad negativa y, por consiguiente, había que desentrañar sus causas. Era preciso estudiar las contradicciones de la sociedad socialista en la base económica y en la superestructura para descubrir las raíces objetivas y subjetivas del revisionismo burgués.11
En su duro combate contra el revisionismo, Mao se apoyó en el movimiento revolucionario de masas por las comunas populares en el campo, lo impulsó y lanzó la lucha por el Gran Salto Adelante en la construcción del socialismo.
En ese período, en medio de un acrecentado hostigamiento yanqui, de las provocaciones del gobierno hindú alentadas por los soviéticos y del abrupto cese por parte de éstos de toda asistencia técnica a China, Mao Tsetung desarrolló sus investigaciones sobre las leyes objetivas que rigen la etapa del socialismo.
Mao Tsetung investigó y analizó las contradicciones en la base económica y en la superestructura de la sociedad socialista para descubrir las raíces objetivas y subjetivas del revisionismo burgués.
El principal aporte de Mao es la teoría de la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado. Formulada, básicamente, en 1962, esta teoría de Mao sintetiza, con las herramientas del marxismo-leninismo, en especial de la dialéctica materialista, la práctica de la Unión Soviética, de Europa Oriental y de la propia China.
En síntesis, considera que las contradicciones fundamentales en la sociedad socialista siguen siendo, como en toda sociedad, las existentes entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas y entre la superestructura y la base económica. La sociedad socialista cubre una etapa histórica bastante larga; durante la cual, aun después de cumplida en lo fundamental la transformación socialista del sistema de propiedad sobre los medios de producción, siguen existiendo tanto las clases como las contradicciones de clase y la lucha de clases; existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista; existe el peligro de restauración capitalista y existe la amenaza de subversión y agresión por parte del imperialismo.
Es preciso comprender y tratar de manera correcta las contradicciones de clase y la lucha de clases: distinguir acertadamente las contradicciones entre nosotros y el enemigo de las existentes en el seno del pueblo, tratándolas de manera esencialmente diferente.
Es preciso fortalecer la dictadura del proletariado y continuar llevando adelante la revolución en todos los dominios de la superestructura para hacerla concordar con la base económica. Es necesario continuar la revolución en las relaciones de producción para que correspondan a los requerimientos del desarrollo de las fuerzas productivas. La lucha de clases, la lucha por la producción y la experimentación científica son tres grandes movimientos revolucionarios de masas para construir un poderoso país socialista. Y para que los comunistas no caigan en el burocratismo, el revisionismo y el dogmatismo.
Para fortalecer la dictadura del proletariado, prevenir el revisionismo y la restauración, continuar y llevar hasta el fin la revolución socialista es preciso tener claro que el blanco es la burguesía, y saber que ella está, precisamente, dentro del partido: son aquellos elementos con poder seguidores del camino capitalista dentro del partido; de estos elementos, algunos actúan en el escenario mientras otros operan entre bastidores. De otro modo, ocurrirá ine-vitablemente una restauración contra-rrevolucionaria, el partido marxista-leninista se transformará en partido revisionista o partido fascista, y un país socialista como China se convertirá en su contrario, degenerará y se restablecerá el capitalismo.
El triunfo final de un país socialista depende, además, de la victoria de la revolución mundial y de la abolición del sistema de explotación del hombre por el hombre en todo el globo terrestre, o sea la emancipación de toda la humanidad.
Mao consideraba que cuando se detiene la revolucionarización se protegen intereses creados (en última instancia son brotes de nuevos elementos burgueses). Estos elementos se oponen a continuar la revolución porque han obtenido algunas posiciones privilegiadas en lo político y lo social.
La Revolución Cultural Proletaria iniciada en 1966 y protagonizada por decenas de millones, fue la primera experiencia guiada por esta teoría12. Impidió la restauración capitalista recuperando porciones de poder en manos de los revisionistas. Impulsó la democracia grande y la práctica de las dos participaciones, la de los dirigentes en la producción y la de los obreros y campesinos en la dirección, y el avance hacia la superación de la oposición entre la ciudad y el campo y hacia terminar con la opresión social de la mujer. Durante la Revolución Cultural, China alcanzó importantes éxitos en el terreno de la producción; es una vil mentira que se estancó el desarrollo económico. Mao Tsetung postulaba la unidad dialéctica entre la revolución y la producción, entre la política y la economía. Durante la Revolución Cultural, China puso en órbita satélites artificiales, desarrolló su armamento nuclear para la defensa, el acero, el petróleo, etc., y se resolvieron los grandes problemas de las masas, sobre todo de alimentación, de vestido, de salud, de vivienda y de educación. El sistema sanitario hasta tuvo que ser elogiado por el Banco Mundial. El término medio de vida entre 1949 y 1979 casi se duplicó: pasó de 35 a 68 años.
Con la restauración se han perdido las conquistas sociales. Crece la resistencia y la rebeldía de las masas y Mao está en el corazón y en la mente de decenas de millones.
El Estado no puede desaparecer antes que desaparezcan las clases y las causas que las engendran. Y para ello se necesita un Estado de transición, la dictadura del proletariado. Esta no escapa, por mera voluntad de la clase explotada y de su vanguardia, al peligro de que sus propios representantes y funcionarios puedan caer en la corrupción, el burocratismo y la arbitrariedad. Para prevenirlo, ya la Comuna de París, basada en el pueblo en armas, había establecido un sistema de elección, revocabilidad y sueldos de los funcionarios. El Poder soviético retomó y aplicó este régimen durante todo un período. Y Mao Tsetung advirtió la importancia fundamental de que los dirigentes participaran del trabajo manual en forma regular. Hasta el fin de su vida luchó para que esto se practicase.
Asimismo Mao sostuvo enérgicamente que el partido comunista también necesita ser aleccionado. “Al que practique el burocratismo, insultando y oprimiendo a las masas en vez de resolver sus problemas, y rehúse enmendar tal conducta, las masas tendrán toda razón para derribarlo… deben derribarlo”13.
Mao planteó la vigencia y el respeto al derecho de manifestación y de huelga, la gran apertura, el gran debate y el dazibao (grandes periódicos murales colocados por la gente del pueblo en la vía pública y en los centros de trabajo, vivienda y estudio). Precisamente estos derechos, consagrados en la práctica y en la propia Constitución de la República Popular China en el curso de la Revolución Cultural, fueron prohibidos y derogados por Teng Siao-ping a principios de los ’80. En 1989 él ordenó la represión salvaje de los obreros y los estudiantes reunidos en la Plaza Tienanmen.          

El colapso de la URSS

¿Cuáles fueron los factores que llevaron al colapso de la URSS? Este es un tema muy complejo y muy polémico.
El debate continúa. Algunos sostienen que la cúpula dirigente se autodestruyó, se suicidó políticamente. Consideran que la URSS se disolvió repentinamente por la traición de Gorbachov y por la habilidad de un supuesto agente de la CIA (Yeltsin).
Les guste o no caen en la concepción idealista de la historia. Podemos hallar respuesta a los principales interrogantes planteados sólo mediante la investigación y el análisis de las clases y la lucha de clases en la Unión Soviética cuando era socialista y en la Unión Soviética socialimperialista, para lo cual el marxismo-leninismo-maoismo brinda las herramientas teóricas principales.
Hay un conjunto de factores que convergieron y provocaron el colapso de la URSS. Entre ellos entiendo que los más importantes fueron la crisis económico-social y la rebelión de las nacionalidades no rusas. Las crecientes huelgas obreras y movilizaciones populares, el “síndrome de Afganistán”, la caída del Muro de Berlín y la pérdida de Europa del Este, la crisis ideológica y la agudización extrema de las contradicciones en la clase dominante fueron otros factores que operaron. Todo ello en un contexto de grandes cambios en la política norteamericana desde la asunción de Reagan a la presidencia. 
En interacción con todos esos factores se desató una crisis política de gravedad sin precedentes en el imperio soviético.
La superpotencia norteamericana no venció a su rival en una guerra frontal. Fueron principalmente las contradicciones internas del imperio soviético las que causaron su colapso. Esas contradicciones fueron aprovechadas por los imperialistas rivales, sobre todo por los yanquis, y les permitieron triunfar en la “guerra fría”. 
Por otra parte, sin comprender la verdadera naturaleza social de la URSS de Jruschov, Brezhnev y Gorbachov, no es posible entender la historia mundial del último medio siglo. En la Argentina, por ejemplo, no se puede identificar acertadamente las causas y los objetivos del golpe de estado y de la dictadura genocida instalada el 24 de marzo de 1976 sin indagar y poner al descubierto la penetración del socialimperialismo en nuestro país y el peso alcanzado por ella.       
La burguesía burocrática monopolista rusa estuvo dotada de entrada de un enorme poderío heredado de las realizaciones de la Unión Soviética socialista. Pudo usurpar el prestigio de la Revolución de Octubre, la influencia en los pueblos del mundo de la histórica victoria soviética sobre el nazismo y de las grandes conquistas sociales.
La URSS se convirtió en una superpotencia, socialista de palabra pero imperialista en los hechos. Sin embargo, como toda burguesía imperialista llegada última al reparto del planeta, necesitaba expandirse y se empeñó en la disputa con la otra superpotencia, la yanqui, en pos de obtener la hegemonía mundial. Logró poner a la defensiva a EEUU y alcanzó la paridad estratégica militar. No obstante, su fuerza real estaba por debajo de su voracidad, como señaló Mao en plena ofensiva socialimperialista.
Hondas contradicciones internas corroían a la URSS. Se fue generando una situación inédita y sucedió lo inimaginable: en 1991 se desplomó la Unión Soviética, que era una de las dos superpotencias. Esto se produjo sin disparar un tiro (salvo la represión sangrienta de Moscú contra el pueblo en Georgia y Lituania). Otra, muy distinta, había sido la historia de la Unión Soviética cuando era socialista. En 1918-1921, el naciente poder soviético de los obreros y campesinos dirigidos por el Partido Comunista enfrentó y derrotó a los ejércitos de los terratenientes y la gran burguesía apoyados por la intervención militar de catorce países capitalistas. En 1941-1945, el primer país socialista liderado por Stalin combatió duramente y venció a la Alemania hitleriana que ya había ocupado Francia y casi toda la Europa continental. En 1945-1949, la URSS rechazó el chantaje norteamericano y terminó con su monopolio nuclear.
La Federación Rusa, la componente principal y dominante de la Unión Soviética, se quedó con lo fundamental de la maquinaria bélica y del aparato industrial, con los inmensos recursos naturales y con el asiento de miembro permanente (con derecho al veto) del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.  
No obstante su potencialidad, Rusia se siguió hundiendo en una crisis económico-social muy profunda y prolongada. Presidida por Yeltsin a lo largo de la década de 1990, estuvo reiteradamente al borde del caos y corrió serios peligros de desmembramiento.  
A finales de 1999 Putin asumió la presidencia. Representa el ingreso del imperialismo ruso en una nueva etapa. El Kremlin puso fin al retroceso. Puso a foco la necesidad de modernizar su industria y su tecnología y despliega sus fuerzas en este sentido. Está empeñado en aplastar a sangre y fuego la resistencia de los chechenos y otros pueblos caucásicos. Está lanzado a recuperar posiciones en las ex repúblicas soviéticas en dura disputa con sus rivales imperialistas. Pretende asumir el papel de gran potencia eurasiática y participar activamente como tal en las principales cuestiones de la política internacional. Se está desplegando en el “patio trasero” de EEUU. Los voceros oficiales de Moscú declaran “regresamos a América Latina para quedarnos”.
Ello exacerba la disputa interimperialista entre yanquis, ingleses, chinos, rusos, europeos en nuestro país y nuestra región. Disputa que los revolucionarios y los antiimperialistas podemos aprovechar a condición de no abrigar ilusiones en imperialismos supuestamente “buenos” y de mantener firmemente una posición independiente, que hace ya doscientos años plantearon los patriotas: ni amo viejo ni amo nuevo, ser libres de toda dominación extranjera.   
La profunda crisis económica mundial del capitalismo, iniciada en abril de 2007 en Estados Unidos, se prolonga y son incalculables sus consecuencias sociales y políticas. La experiencia histórica de la presente época, que continúa siendo, como dijo Lenin, la época del imperialismo y la revolución proletaria, nos muestra que existe una relación recíproca entre las crisis económicas capitalistas, la inestabilidad política, las guerras y las revoluciones. Una vez más quedan al desnudo el hambre, la desocupación, la superexplotación a los que el capitalismo condena a los trabajadores. Una vez más se evidencia que este sistema le niega a la gran mayoría de los jóvenes su derecho a tener un futuro.
La crisis pone sobre el tapete la necesidad de la revolución, para la cual es imprescindible que haya un partido capaz de crear las condiciones subjetivas que hagan posible lo necesario.
21 de mayo de 2010