Los trabajadores de Gualeguaychú, el Primero de Mayo de 1921, fueron atacados por un grupo parapolicial dirigido por las huestes locales de la Liga Patriótica Argentina. Hasta el día de hoy se discute si los muertos fueron 4 o 19.
Los trabajadores de Gualeguaychú, el Primero de Mayo de 1921, fueron atacados por un grupo parapolicial dirigido por las huestes locales de la Liga Patriótica Argentina. Hasta el día de hoy se discute si los muertos fueron 4 o 19.
En dos lugares distintos de la ciudad, se desarrollaban el acto obrero, y el convocado por “la gente bien”, vivando al “día del trabajo libre”, es decir no sindicalizado. Como parte de la feroz ofensiva de las clases dominantes, aterrada ante la oleada revolucionaria, los integrantes de la Liga Patriótica, dirigidos personalmente por Manuel Carlés, uno de los principales inspiradores de la organización parapolicial, atacaron a sangre y fuego a los obreros.
Terminado el acto liguista, los presentes, muchos de ellos a caballo, fueron arengados por los estancieros y el propio Carlés, y atacaron a la reunión obrera a balazos y machetes. El objetivo declarado era arrebatar a los obreros el “sucio trapo rojo” que enarbolaba la Federación Obrera Departamental de Gualeguaychú, en el que sería el primer homenaje local a los Mártires de Chicago, en un acto con cerca de 300 personas, muchos obreros con sus familias.
En un reportaje realizado hace pocos años por Paola Robles Duarte para la revista entrerriana Río Bravo (“La bufanda de Ateo”), Ateo Alcides Jordán, hijo del fundador del Sindicato de Obreros Panaderos Ángel Nicolás Jordán, relató los hechos protagonizados por su padre, y contó orgulloso como es custodio de la bandera roja que la Liga Patriótica quiso arrebatar ese día. Allí cuenta Ateo que el estanciero Eusebio Muñoz, arengó “a los paisanos con las palabras: ‘¡A sacarse el poncho que en el otro mundo no hace frío!’. Así los invitaba a enfrentarse con los obreros”. Y describe el hijo del sindicalista en detalle cómo fue el ataque de las “brigadas” blanca y negra, por los caballos tordillos y negros, combinado con francotiradores ubicados en el campanario de la iglesia, impidiendo el acto.
“¿Qué pasó con la bandera?”, roja y con la inscripción “Federación Obrera Departamental”, pregunta la cronista y Ateo cuenta que “Mi viejo había ido con dos revólveres porque ya la noche anterior se sabía que iban a ir contra los trabajadores y sus sindicatos… Cuando mataron a Silva y a Celedonio, cayeron al piso y con ellos la bandera. Mi padre la recogió y alcanzó a tirar con un sólo revolver porque el otro se le trabó; entonces corrió ligero… le salieron para matarlo, pero las hermanas Luciano lo impidieron poniéndose delante de ellos… Mi padre aprovechó esta situación y corrió hasta el sindicato. Mi padre salvó la bandera obrera de aquel 1º de Mayo”. La conservó y se la pasó a su hijo. Pero esa es otra historia.