Las nuevas protestas comenzaron desde el 16 de septiembre. El gobierno ha profundizado una política, acordada con el FMI, que ha encarecido los precios de los combustibles, con la consecuente inflación en toda la cadena de consumos de la población. Reaparecen los gravísimos casos de corrupción que involucran a Moïse y sus funcionarios
La ONU está actuando como una potencia colonialista, manteniendo las tropas desplegadas en la Minustah (Misión de las Naciones Unidas en Haití), que solo ha llevado hambre, miseria, represión y muerte en Haití.
El país centroamericano es el más pobre de América: ocho de cada diez haitianos viven en la pobreza y se estima que al menos cinco millones padecen de inseguridad alimentaria aguda, según cifras de la Dirección General de Ayuda Humanitaria y Protección Civil de la Unión Europea (UE). El 20% más rico del país posee el 64% de los ingresos, mientras que el 20% más pobre tiene menos del 1% de ingresos.
En esta nueva oleada, la represión gubernamental se ha cobrado al menos 12 muertos, y decenas de heridos. Los centros docentes están funcionando a media máquina, así como los comercios y las instituciones estatales.
El descontento de los haitianos es generalizado contra toda una política. No es sólo el encarecimiento de los combustibles, son los bajísimos salarios, el colonialismo al que son sometidos, en beneficio de un puñado de sectores de las clases dominantes, que han agudizado la crisis humanitaria, económica y social con la comisión de delitos de lesa humanidad, sobre todo, contra mujeres y niños.