En primer lugar quería hacerles el agradecimiento de mi mamá y mío a todos los que nos acompañaron, particularmente en este último mes desde la enfermedad de mi papá, al Partido, a todos nuestros allegados, a Celia, y a mi compañera Sonia.
Mi viejo nació en Pehuajó, en un pueblo de la provincia de Buenos Aires. Ya mi abuelo era comunista. En ese contexto, en ese pueblo, en el ‘40, el ’50, fue creciendo. Mi viejo se dedicó al ciclismo, a la natación, al atletismo, al fútbol, al básquet, como lo hacía una parte de la juventud de esos pueblos. El deporte templa, y yo creo que también el comunismo lo templó más en la persistencia, y ése es uno de los legados que nos deja.
Hablábamos con mi tía, que se acordaba de anécdotas… A los 17 años, y ya terminando el secundario, armó un piquete porque el pueblo peleó por la cooperativa de electricidad, bloquearon la entrada al colegio. Le valió la suspensión y tener que rendir todo libre. Pero así es la lucha, y vamos aprendiendo también de eso.
Tengo como imágenes… yo, desde chico, con 3 o 4 años. Nací en el 64, así que recuerdo todo ese período de la FUA, de la ruptura. El otro día Otto Vargas me decía que mi viejo fue un enhebrador de los grupos en la ruptura. Mi casa, la casa de la calle Lobos, que más de uno de ustedes debe conocer, medio que fue el local de esa ruptura. Así que tengo imágenes de chico, entrando con el triciclo en medio de reuniones en la biblioteca, medio me echaban también… una visión de abajo, una nebulosa, pero me acuerdo de ese ambiente de agitación de todo ese período.
Tengo muchas anécdotas. Ya mucho más grande, en el ’75… el clima era denso, y me acuerdo que mi papá, por las dudas, dormía con algo al lado. Recuerdo que estaba con mi mamá y con Gody Alvarez, fuimos a probar una escopeta por el Gran Buenos Aires, y me quedó esa imagen… Esos tiempos terminaron con el golpe del ‘76. El día antes del golpe vino mi viejo y dijo: “nos vamos”. Creo que ahí estuvo la sabiduría del Partido de ver lo que venía realmente, que no iba a ser un golpe como otros habían sido, que iba a ser más duro por hasta dónde había llegado la clase obrera y el pueblo, y también por la disputa que había entre las potencias en ese momento. Eso fue muy importante, porque creo que muchos estamos hoy por eso acá, por esa visión.
Y nos fuimos a otra casa. Yo me acuerdo que quería ir al colegio y me decían: “no, mirá que vimos pasar los tanques por la calle”. Nos separamos un par de años, porque consideraban que era mejor que yo me fuera a vivir con mis abuelos, estuvo bien…
Tengo otras anécdotas. Esto del deporte era muy de mi viejo, recuerdo yéndome a ver las carreras de atletismo… Y después vino ya el compartir la militancia política durante todo este último período.
¿Qué es lo que rescato? Que este sistema injusto en el que vivimos, esta situación injusta en la que vivimos, no sólo en la Argentina, en el mundo, no se da por casualidad; y que hay un Estado sostenido por los que quieren que esto perdure. Para enfrentar eso y para derrotarlo exige para la clase obrera un partido que pueda acaudillar al pueblo. Y que un partido es formar a la gente, formarnos a los militantes en el marxismo. La agudeza para la acción, para mirar la realidad como sea, por más cruda que sea; pero aguzar el pensamiento para la acción. Me parece que es un legado que nos deja mi viejo también.
Y creo que por esta preocupación, cuando ya estábamos en la dirección de la Juventud, nos empezó a hacer leer los libros –nosotros veníamos de la lucha– para formarnos. Creo que en ese período del ascenso piquetero mi viejo se preocupó en ver cómo hacer que los compañeros que estaban al frente de esos movimientos en los barrios –no sólo los máximos dirigentes sino también los de cada barrio–, accedieran al marxismo como una herramienta para la acción.
Creo que el fervor de mi viejo por la revolución, por la clase obrera, por el pueblo –y lo vimos hace un mes o dos–, se mantiene intacto desde hace cuarenta años. No un fervor o una garra revolucionaria idealista, sino basada en ver que la revolución es necesaria, por más que nos digan lo contrario, es necesaria y posible. Y tenemos que formar un Partido, y el mensaje de mi viejo es que tenemos que ser más fuertes en la clase obrera, para que la clase obrera pueda acaudillar al conjunto del pueblo. Seguiremos tu ejemplo papá, ¡hasta la victoria siempre!
02 de octubre de 2010