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23 de agosto de 2023

Una medida que agrava la dependencia y empobrece a las y los trabajadores

Milei, Banco Central y dolarización

La plataforma electoral presentada por el partido de Milei, La Libertad Avanza, muestra su proyecto de un país para pocos, con dolarización, privatización de la salud, la educación y las empresas estatales, despedir a miles de empleados públicos y avanzar en la represión al pueblo.

Milei propone la eliminación del Banco Central y la dolarización, con el supuesto objetivo de terminar con la inflación en nuestro país. Esto como parte de un conjunto de medidas orientadas a la total desregulación y liberalización de la economía argentina.

Así, frente al flagelo de la inflación que padece la mayoría del pueblo y la producción nacional, el mesiánico candidato libertario vende espejitos de colores para hacer pasar también en este terreno sus políticas antinacionales y antipopulares, a favor de los monopolios imperialistas y locales y grandes terratenientes.

Al atribuir unilateralmente el problema de la inflación a la emisión monetaria del Banco Central para financiar el déficit fiscal (entre ingresos y gastos del Estado), propone directamente la eliminación de la autoridad monetaria y la dolarización; medidas liberales tan extremas que no son aceptadas por casi ningún economista, ni siquiera por los más abiertamente reaccionarios ligados a Juntos por el Cambio (como Jose Luis Espert) ¡De hecho, se conoció un video de 2019 donde el propio candidato libertario rechazaba la idea!

 

Elimina la soberanía económica

En primer lugar, estas medidas significan renunciar a la soberanía económica de emitir la moneda nacional, orientar el crédito, regular la tasa de interés y fijar el tipo de cambio, entre otras cuestiones básicas que hacen -o, más bien, deberían hacer- al Banco Central. Resulta imposible pensar en una política de desarrollo nacional y a favor de los sectores populares renunciando de antemano a estos instrumentos básicos de una autoridad monetaria. Actualmente, prácticamente no hay países en el mundo que desistan de tener un Banco Central (excepto Panamá, donde circula el dólar en forma oficial) y un puñado de islas.

Como en los demás terrenos, el “libre mercado” -esa entelequia que solo existe para tratar de ocultar el dominio y la opulencia de los grandes dueños del capital- supuestamente asignaría eficientemente los recursos.

La dolarización, por su parte, implicaría una profundización al extremo de nuestra dependencia de Estados Unidos, ya que los términos de dicho esquema deberán negociarse con el país del norte. De ahí en más, la economía argentina estará atada a la política monetaria del imperialismo yanqui. Como ocurrió durante la convertibilidad, la expansión de la base monetaria local (billetes de la economía) estaría sujeta a tener superávits en las cuentas externas, en particular, en la cuenta corriente del balance de pagos, que es crónicamente deficitario a causa del desarrollo deformado y dependiente de nuestro país; y lo será aún más con las políticas de apertura total y vía libre para la extranjerización de Milei. Esto deja la puerta abierta a la necesidad de un constante endeudamiento en dólares, como aconteció durante la década del 90 con la convertibilidad, o bien a una recesión crónica, ante una sostenida contracción de la base monetaria.

 

Dolarizar es bajar salarios

Al proponer la dolarización, Milei también juega con la ilusión de mucha gente de poder cobrar en moneda dura, en dólares, en lugar de recibir los pesos que se licúan día a día con la inflación. ¿Pero a qué tipo de cambio hará su tan mentada dolarización? Porque, para dolarizar, el Banco Central (antes de ser prendido fuego) tiene que rescatar los pesos de la economía y canjearlos por la moneda yanqui. Sin más precisiones, Milei o sus flamantes asesores -como el economista Emilio Ocampo- señalan que la dolarización debe hacerse al “tipo de cambio que fije el mercado”. Actualmente, esos tipos de cambio de “mercado”, alternativos (para comprar dólares a través de la bolsa o el “blue”), se ubican entre 660 y 720 pesos, en una semana que fue de gran volatilidad (el “blue” llegó a tocar los 800 pesos). Pero el BCRA no dispone de reservas propias; de hecho, las reservas “netas” se encuentran en niveles ampliamente negativos (lo que significa que está usando divisas prestadas a gran escala), con lo cual el tipo de cambio resultante de esa conversión sería astronómico, y llevaría los salarios y demás ingresos populares a un mero puñado de dólares. Es decir, la dolarización estaría indefectiblemente precedida por una gigantesca devaluación del peso. Para contrarrestar esta idea, Milei ha dicho que contaba con préstamos comprometidos de USD 35.000 millones para dolarizar (no se sabe de dónde, porque hoy la Argentina tiene virtualmente cerrado el acceso a los mercados internacionales de deuda). Aún si esto fuera cierto, significa más endeudamiento para sumar a la pesada carga de la deuda externa ilegítima, fraudulenta y además impagable.

 

Ideas viejas con nueva ropa

Milei presenta sus medidas como innovadoras, pero es un servidor de pasado en copa nueva. Se trata en realidad de una reedición de las nefastas políticas de hambre y entrega que ya fueron implementadas de lleno durante la década del 90. En particular, la dolarización es un esquema aún más rígido que la convertibilidad que rigió en Argentina en esa década, que directamente renuncia a emitir una moneda nacional. Si bien ese esquema contribuyó durante algunos años a reprimir la inflación, junto con la sobrevaluación del peso en relación al dólar y la apertura comercial indiscriminada, lo hizo agravando sus causas profundas en un plazo más prolongado. Los resultados de esas políticas, similares a las que hoy propone Milei, estuvieron a la vista en esa década: privatización de prácticamente todo el patrimonio estatal; destrucción de ramas enteras de la producción nacional, especialmente de las más avanzadas tecnológicamente; ruina de la pequeña y mediana empresa; concentración y extranjerización de la tierra y la producción agropecuaria, con la desaparición de 100.000 productores; caída del salario real y pulverización de la legislación laboral; reforma del sistema jubilatorio, con haberes de hambre; desempleo récord; aumento exponencial de la deuda externa. Como no podía ser de otro modo, la convertibilidad terminó implosionando, en medio de la peor crisis económica y social que padeció la Argentina. Y el pueblo, con el glorioso Argentinazo, por primera vez en la historia echó a un presidente hambreador y entreguista.

Está claro que este Banco Central y esta política económica que degrada día a día los ingresos populares no le sirve al pueblo. Pero la solución a esta crisis que padece el pueblo no es entregar la soberanía monetaria, atando a la Argentina de pies y manos sin que pueda decidir sobre su política económica. Por el contrario, urge luchar por torcer este rumbo, en el camino de acumular fuerzas para un cambio profundo, revolucionario, en el que el pueblo pueda recuperar para sí la soberanía en todos los terrenos de la economía (comercio exterior, vías navegables, recursos naturales estratégicos, entre otros).

En suma, la dolarización de la Argentina es una medida que agravaría hasta extremos inconcebibles la dependencia económica y política de nuestro país.

Escribe Ramiro Suárez

Hoy N° 1975 23/08/2023