Noticias

29 de junio de 2015

“No era el doctor, era nuestro amigo”

Miguelina Gómez

La verdad es que es muy difícil todo esto. Yo quiero contarles cómo conocimos al Chino, cuando habíamos formado la Junta Vecinal 7 de Mayo después de haber sido muchas veces estafados por distintos sectores políticos porque luchábamos por nuestra tierra, luchábamos por tener una vivienda digna, necesitábamos imperiosamente tener una salita de salud, de primeros auxilios;  y no teníamos dónde.

La verdad es que es muy difícil todo esto. Yo quiero contarles cómo conocimos al Chino, cuando habíamos formado la Junta Vecinal 7 de Mayo después de haber sido muchas veces estafados por distintos sectores políticos porque luchábamos por nuestra tierra, luchábamos por tener una vivienda digna, necesitábamos imperiosamente tener una salita de salud, de primeros auxilios;  y no teníamos dónde.

Teníamos nada más que una piecita de 3 por 2, con chapas de cartón. Era muy humilde nuestra piecita. Y apareció el Chino: ese médico que cuando llovía, cuando nos inundábamos se calzaba sus botas, se ponía su piloto y venía remándola para saber cómo estábamos en el barrio. Tapados en agua, porque no había calles, no había luces, no teníamos nada, estábamos a la intemperie. Cada vez que venía ese temporal, nuestra sala iba a parar allá al otro lado del zanjón y a volver a juntar las monedas para volver a techar la salita. Y nos hicimos un compromiso: que nuestra sala tenía que ser la prioridad del barrio por la salud, y nuestra lucha para conseguir ser propietarios de nuestra vivienda sería el otro objetivo que tendríamos. Y así lo hicimos. Así comenzamos.

Se hizo un gran acto en la entrada del barrio María Elena para entregarnos los boletos de compraventa. Y nosotros desde muy temprano, después de haber luchado tantos años, estábamos esperando que se haga ese acto. Y organizamos: “por acá va entrar la 17 de Octubre, por acá Latinoamérica y por acá el barrio María Elena”. Nosotros todos juntos organizando. Cuando vino la patota, que en ese entonces encabezaba gente de Menem, a querer ocuparlo todo dijimos: no, esto es nuestro. Nosotros lo peleamos, nosotros lo ganamos, lo hemos forjado entre todos; nadie, ningún político va a venir a plantar su bandera acá. Los hombres y las mujeres nos plantamos y dijimos “muertos nos van a sacar de acá. Esto es nuestro, esto es nuestra lucha”. Y el Chino fue el que más repartió trompadas, era una cosa impresionante, pero no nos sacaron de ahí porque se logró y ese triunfo era nuestro y no se lo íbamos a regalar a nadie, como no se la vamos a reglar a nadie nuestra sala.

Muchas veces nos han venido a decirnos: esta sala tiene que ser municipal, entréguenla y nosotros vamos a transformarla. Y nosotros decíamos “no, este ladrillo, este cemento, este esfuerzo es de cada uno de los vecinos del barrio”. Cada uno tenemos un pedacito de nosotros en este barrio y muchos seguimos viviendo en este barrio. El Barrio María Elena para nosotros es un sentimiento.

El compañero ha formado a distinta clases de compañeras y compañeros agentes de salud. Y nosotros teníamos un comedor infantil donde cocinábamos con huesos pelados, porque era la época de Menem, la época que nos agarró el hambre, la desocupación, que comprábamos por un precio y después por mucho más y hasta el que tenía trabajo se moría de hambre. Y nosotros veíamos la necesidad de que esos chicos continuaran comiendo, tenían que salir adelante. Instalamos una olla popular donde dábamos de comer a los distintos vecinos; traíamos a los chicos a la salita porque es nuestra, porque no la hemos entregado. Porque creo que la dignidad de nosotros, por sobre todas las cosas es el orgullo de que esto es nuestro, no es de ningún político, no le debemos nada a nadie.

Un día vinimos y le dijimos un grupo de mujeres al Chino: “no sólo sabemos pelar papa y cocinar, Chino. Nosotros también queremos ser agentes de salud”. Y el Chino dijo: “dejen la papa y la cebolla y vengan y van a aprender y van a ser agentes de salud”. La oveja descarriada fue Miguelina porque no tuve las pelotas para poder agarrar una jeringa y aplicar una inyección. Y yo le dije: tuviste muchos buenos pero tuviste una descarriada, pero así es Miguelina. Soy una descarriada. Soy bastante desorejada. Pero yo aprendí mucho del Chino, aprendí mucho de los compañeros que vinieron a este barrio.

La humildad que ha tenido el Chino. En los momentos más difíciles de mi vida yo lo he tenido al Chino al lado mío. No hace más de dos años, cuando él estaba en una reunión y él no podía salir de esa reunión, mi hija estaba muy mal, había tenido mellizos y se me estaba yendo mi hija. Yo lo llamé por teléfono y le dije: “Chino te necesito, es la vida de mi hija”. El Chino se levantó con el compañero Zamparolo y ahí estuvieron al lado mío. Son cosas que no se pagan ni con todo el oro del mundo.

Es una gran persona. Lo ha demostrado. Nos ha dejado a todos una enseñanza muy grande y creo que ese es el camino que todos y cada uno de nosotros forjamos. Nosotros no somos más que los demás, somos igual que los demás, y eso lo aprendí acá, lo aprendí con todos mis compañeros del barrio.

Después el hambre y la crisis fue creciendo y tuvimos que irnos transformando en una organización de desocupados que es la Corriente Clasista y Combativa, para organizarnos y salir a pelear por lo que necesitamos: por trabajo, por salud, por educación para nuestras familias. Y eso fue creciendo, nuestra sala fue creciendo y todo juntos que fuimos abriendo la cabeza y tenemos muy claro el objetivo que necesitamos: necesitamos un país mejor para poder vivir. Ya no se nos pueden morir los chicos de desnutrición en un país tan rico como la Argentina. Muchos chicos desnutridos y el Chino dijo “no vamos a dudar, armamos un comedor en esta sala”. Y todos los días tratando de llenar esa olla para que puedan retirar la comida. No es fácil, compañeros.

No es fácil poder aceptar esta pérdida. Es verdad, con la que más peleaba muchas veces el Chino era conmigo. Peleaba con todos porque era justo. Era una persona muy correcta, muy honesta. Porque podría haber estado viviendo en Palermo, en los mejores lugares y sin embargo él quería el barro, él quería la gente. Quería estar con todos y cada uno de los que lo necesitara. Es por eso que te digo Chino: te voy a extrañar un montón, no voy a tener con quién pelear, pero me dejaste una gran enseñanza y estate seguro que vas a vivir en mi corazón toda la vida. Lo que he aprendido lo voy a llevar adelante, y voy a gritar a los cuatro vientos quién era Néstor Oliveri: una excelente persona, un excelente compañero. No era el doctor, era nuestro amigo, hasta nuestra confidencia más íntima él la conocía. Porque eso no es uno más que se fue, es una persona que dejó su vida, dio su vida por todo esto. Y por eso, tenemos que seguir adelante, el que pueda acercarse a tratar de apuntalar, creo que no vamos a estar solos. Los que vivimos dentro del barrio siempre dijimos la sala María Elena es el pulmón del barrio. Y eso no era una frase más, es así y por eso yo agradezco a todos y cada uno por estar presente porque sin el acompañamiento de todos ustedes, no nos hubiera sido fácil, hubiese sido todo más difícil. Pero sabemos que ustedes están siempre en el barrio. Gracias.