En el Archivo Histórico de Tucumán hay valioso material que es preciso divulgar para comprender el proceso revolucionario que abrió de un modo dramático la guerra de la Independencia de América. El enemigo era poderoso, construyó su dominio colonial en siglos, se necesitaron 16 años de implacable guerra revolucionaria para sacudirse el yugo de los tiranos como denominaban los patriotas a sus enemigos.
La guerra comenzó con las insurrecciones en el Alto Perú en 1809, que instaló el primer gobierno patrio, que fue salvajemente reprimido y que terminó con sus líderes en el cadalso. Al pie de la horca se oyó el grito de guerra del presidente don Pedro Domingo Murillo “El fuego que he encendido en América no se apagará jamás”. Ese fuego recorrió todo los rincones de la América colonial.
En el Archivo citado puede leerse el comunicado del Gral. Goyeneche al Cabildo de Tucumán: “En el día de la fecha han purgado sus crímenes en esta Plaza con el suplicio de la horca; los principales autores de la escandalosa sublevación de esta ciudad; Pedro Murillo titulado Presidente Coronel, Basilio Catacora, Buenaventura Bueno, Gregorio Lanza, llamados representantes del Pueblo, Juan Bautista Sagarnaga, Juan Antonio Figueroa, Mariano Graneros (alias Challategeta), Melchor Ximenez (alias Pichitanga) y Apolinar Jaén, cuya causa se ha seguido militarmente, en virtud de tres órdenes continuadas del Exelentísimo Baltazar Hidalgo de Cisneros”. Acompaña como documento adjunto la Proclama de La Paz “redactada presuntamente” por el joven revolucionario Don Bernardo de Monteagudo.
Por cierto que el patíbulo levantado por los jefes coloniales que llevó a la horca a miles de americanos no consiguió el objetivo de silenciar a los revolucionarios que luego de cruenta guerra terminaron con el yugo español en la Batalla de Tumusla en el Alto Perú.