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16 de julio de 2014

¿Cómo hablar de Malvinas hoy sin mencionar al pirata inglés, sin denunciar el colonialismo, sin reivindicar nuestra soberanía? Fito Páez lo hizo en La Canción del Soldado y Rosita Pazos, cuyo video presentó el 2 de abril. Publicado por Río Bravo el 10 de junio de 2014.
 
“y ellos van a besar, igual que besa el mar,/ la arena austral de las Malvinas. /Porque para besar a esa mujer/ hay que hacerse a la mar a sangre y fuego” 
(Hugo Ponce.  Canción a los héroes del Belgrano)

Nueva canción para los desmalvinizadores

Rosita Pazos y el soldado

La historia que relata este videoclip ya fue contada por Bebe Kamin en Los chicos de la guerra y por Javier Olivera en El Visitante (1999). Inclusive, en la película de Olivera, el personaje que interpreta Julio Chávez es mucho más rico y complejo que el soldado de Páez. El rosarino eligió mostrar a su ex combatiente en una única dimensión despojada de toda complejidad y ocultando las políticas de desmalvinización y sometimiento nacional como factor determinante.

La historia que relata este videoclip ya fue contada por Bebe Kamin en Los chicos de la guerra y por Javier Olivera en El Visitante (1999). Inclusive, en la película de Olivera, el personaje que interpreta Julio Chávez es mucho más rico y complejo que el soldado de Páez. El rosarino eligió mostrar a su ex combatiente en una única dimensión despojada de toda complejidad y ocultando las políticas de desmalvinización y sometimiento nacional como factor determinante.
Lo que debería ser una reivindicación nacional histórica, contra una de las potencias coloniales más agresivas y uno de los imperialismos más salvajes de los últimos siglos, es banalizada abrevando en las fábulas de la aventura del general borracho, y de una fanfarronada más de los argentinos. Así, transformada en un episodio aislado, la lucha por la recuperación de Malvinas es separada de su contexto histórico. Vale preguntarse ¿cuál es el lugar reservado a la memoria histórica? ¿A qué idea de patria y de nación se pretende abonar? 
Hace mucho tiempo, quizás desde aquel disco en que eligió mostrar el lado más confortable y conformista del “amor después del amor”, que Fito Páez no escribe un verso al servicio del pueblo. Una lástima, ya que supo ser un artista comprometido como demostró en sus primeros discos y en las canciones que le grabó Juan Carlos Baglietto. Basta recordar aquél disco de Baglietto de 1983, donde Páez no sólo fue tecladista, sino también director y arreglador; una de las caras de aquel vinilo terminaba con los versos “yo que hasta ayer dije amor, ahora hoy digo patria que es como decir amor, amor en otras palabras” (Amor en otras palabras, de Rafael Bielsa). Todo aquello ocurrió antes de que le pareciera mejor “estar al lado del camino fumando el humo mientras todo pasa”.
No se trata sólo de una decisión estética. La canción es un posicionamiento ideológico y político. En el cuarto verso, el autor referencia a los combatientes con los Pichiciegos de la novela de Rodolfo Fogwill. El pichiciego, como explica el santiagueño de la novela “es un bicho que vive abajo de la tierra. Hace cuevas. Tiene cáscara dura-una caparazón- y no ve. Anda de noche. Vos lo agarrás, lo das vuelta, y nunca sabe enderezarse, se queda pataleando panza arriba”. Como patalea panza arriba el mismo Páez, disfrazado de soldado, en los minutos finales del video. En la obra de Fogwill, los Pichiciegos son desertores que negocian en un mercado negro, tanto con los ingleses como con los argentinos, para acopiar lo necesario para sobrevivir: pilas, kerosén, polvo químico. Su único objetivo es zafar.
Sin embargo, los relatos de los ex combatientes -sobre todo, de quienes luchan contra la desmalvinización y continúan levantando la bandera de la soberanía y la promesa de volver – hablan de otra cosa. Cuando habla un ex combatiente nunca está ausente el enemigo, la patria, la solidaridad, el coraje y la entrega. Luis Almeida, héroe de Malvinas que sirvió en el frente como enfermero y suele desdramatizar contando que hizo la guerra armado con una jeringa en la mano, ha recordado (acá) que “lo nuestro era salvar la vida del otro sin importar la tuya. Se arriesgaba todo el tiempo la vida pensando en cómo salvaguardar y salvar la vida del otro; sacarlo del momento de agonía en que estaba”.
 
Páez responsabiliza a la gente
“Hoy nadie nos ama, no hay más amigos”, canta Páez, reproduciendo la zoncera tilinga del “exitismo” del pueblo argentino. Así, responsabiliza a la gente por el ocultamiento de Malvinas. Al callar, esconde lo que los ex combatientes denuncian desde el final de la guerra: la desmalvinización fue impuesta por el gobierno de la dictadura desde el momento de la derrota y continuada por los sucesivos gobiernos constitucionales. El ocultamiento bajo el cual los soldados volvieron al continente, los trenes con las ventanillas selladas, los consejos para que no hablen de la guerra ni con sus familiares fueron las primeras muestras del proceso desmalvinizador que las clases dominantes mantienen hasta hoy.
La desmemoria además de la deshistorización incluye la asimilación de la causa Malvinas a la dictadura militar, el desconocimiento del protagonismo de los soldados, quienes pasan a ser tratados como víctimas por el aparato cultural hegemónico; el silenciamiento de los acontecimientos épicos, de entrega y compromiso. A esto hay que agregar la desestimación del valor estratégico de Malvinas e Islas del Atlántico sur. Y finalmente, el ocultamiento de las muestras de apoyo de los países latinoamericanos y la movilización del pueblo argentino durante la guerra e históricamente, por la causa Malvinas.
La desmalvinización, además de una política al servicio del sometimiento, opera también como táctica represiva y ejemplificadora. “Esa administración del castigo se vivenció a través del discurso hegemónico y el olvido impuesto por la última Junta militar. Los posteriores gobiernos democráticos y amplios sectores (intelectuales, académicos, políticos, etc.) de la sociedad argentina -especialmente los medios de difusión masiva-, no solamente dieron continuidad al mandato de silencio, sino también denostaron el acto de recuperación del territorio usurpado; desvalorizando la heroicidad de quienes combatieron y condenando en nominaciones ‘póstumas’ como ex combatientes, chicos de la guerra, loquitos, etc. a los veteranos en su conjunto, sin diferenciar a la dictadura militar del acontecimiento Malvinas y a sus combatientes de aquella”, explica acá la psicóloga Rosana Borini, quien indagó en los efectos psicosociales de la desmalvinización ensu libro Malvinas, la tierra sin mal.
Las imágenes finales del videoclip, con el soldado llevando el revólver a la boca, además de un golpe bajo es una banalización que no ayuda a explicar ni mucho menos prevenir las causas reales de los suicidios.
Solamente cuando en las Islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del Sur vuelva a flamear la celeste y blanca, podremos cerrar las heridas que tanta injusticia provoca. Si Fito Páez escuchara más a los combatientes a los que supone representar en el video, y menos a sus agentes y managers, quizá de eso también hablaría su canción.