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19 de marzo de 2014

Nueva cárcel de pueblos

El imperio zarista era una horrenda cárcel de pueblos. En Ucrania introdujo la esclavitud, provocó matanzas, privó a esa nación de sus intelectuales y puso fin a todos sus centros culturales. 

El imperio zarista era una horrenda cárcel de pueblos. En Ucrania introdujo la esclavitud, provocó matanzas, privó a esa nación de sus intelectuales y puso fin a todos sus centros culturales. 
A una semana del triunfo de la Revolución de noviembre de 1917, el poder soviético emitió la Declaración de las Pueblos de Rusia mediante la cual se instituyó legítimamente el derecho a la libre autodeterminación de todas las naciones, es decir, su derecho a separarse y formar estados independientes. Asimismo, se estatuyó el libre desarrollo y la plena igualdad de derechos a todas las naciones que no se separaron. 
La restauración capitalista de la URSS en 1957 y su conversión de socialista a socialimperialista soviética hizo que la misma se constituyera en una nueva cárcel de pueblos. Tras la disolución de la URSS, el imperialismo ruso ha resurgido encarnado hoy por Putin. Al asumir el liderazgo de Rusia, Putín se refirió a su propia formación en los siguientes términos: “Yo era un producto puro y exitoso de la educación patriótica soviética”.
El imperialismo ruso, al igual que sus rivales, usa distintas máscaras. La burguesía burocrática monopolista pretende recuperar no solamente el dominio total de las ex repúblicas soviéticas, que ellos consideran su “patio trasero” –como declaró desvergonzadamente Putin en relación a la crisis ucraniana– sino también tiene aspiraciones a largo plazo en las demás regiones del mundo.