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10 de abril de 2024

De la experiencia histórica del proletariado

O la revolución impide la guerra, o la guerra trae la revolución

Reproducimos extractos del libro de nuestro querido primer secretario general del PCR, Otto Vargas, ¿Ha muerto el comunismo? El maoísmo en la Argentina. 2008. 3º Edición. Editorial Ágora.

Desde el punto de vista marxista, la guerra es un fenómeno que no depende de la voluntad de los hombres. En ella operan las leyes de la sociedad con la misma causalidad y la misma fuerza con las que operan las leyes de la naturaleza. La única forma en que se podría evitar una guerra es que la revolución se adelante a la guerra. Por eso nosotros, con Mao, decimos: o la revolución impide la guerra, o la guerra trae la revolución.

Así pasó con la Primera Guerra Mundial, que trajo la Revolución Rusa. Pasó luego con la Segunda Guerra Mundial, que terminó generando las condiciones para el triunfo de la revolución en China y en los países del Este europeo…

El mundo capitalista está preñado de revolución, pero también está preñado de factores de guerra. Y por lo menos desde mediados de la década del 70 los factores de guerra crecen más aceleradamente que los factores de revolución. Esta tendencia fue señalada por Mao ya entonces, y se ha agravado con el curso de los acontecimientos posteriores a su muerte. En este contexto nosotros hacemos de la lucha por la paz una de las cuestiones fundamentales de la lucha de los comunistas y del movimiento obrero en el mundo. La lucha por la paz en general o la lucha por la paz en particular, como fue el caso del conflicto del Beagle. Pero entendemos que la lucha por la paz no pasa por la participación en las iniciativas que organizan los sectores prosoviéticos con la finalidad de acumular fuerzas y golpear a sus rivales yanquis. La lucha por la paz pasa fundamentalmente por la denuncia de las provocaciones de guerra de ambas superpotencias y por aplastar los focos generadores de factores de guerra. Desde este punto de vista creemos que es posible aplazar el estallido de la guerra y conseguir mejores condiciones para continuar el combate por la revolución en cualquier circunstancia futura.

La peor lacra y la más horrible consecuencia del capitalismo es la guerra. Como decía en su época Jean Jaurés, “el capitalismo lleva en sí a la guerra como la nube lleva a la tormenta”. Por eso la guerra es independiente de la voluntad de los hombres en tanto y en cuanto exista el capitalismo. No queremos la guerra, luchamos contra ella. Los pueblos no ganan nada con temer a la guerra; es como las enfermedades o las plagas, son horrendas, pero no se gana nada con el temor; se gana, sí, con enfrentarla. La mejor forma de hacerlo es tratar de utilizarla para la causa revolucionaria. En resumen, no queremos la guerra, pero no le tememos; en el caso en que se haga inevitable, lucharemos para transformarla en una guerra revolucionaria. Págs. 322/323/324

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El resentimiento nacional y el revanchismo generados por el Tratado de Versalles fueron algunos de los factores principales que permitieron el surgimiento de la Alemania nazi. Ahora, el odio chovinista creado por las humillaciones que sufre Rusia y las que sufrirá si la OTAN se extiende hacia el Este, tendrá consecuencias inimaginables. Pág. 326

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Nosotros, efectivamente, en la medida en que adherimos al maoísmo, tuvimos en cuenta el consejo que Mao daba personalmente a los partidos marxista-leninistas de tomar la experiencia del PC de China solamente como referencia, no como un dogma a seguir, y que lo mejor que podíamos hacer después de volver de China era olvidarnos de lo que habíamos visto allí. Y siempre los maoístas chinos repetían que “hoy China es roja y mañana puede ser blanca”, es decir, mañana podía triunfar la contrarrevolución. Esta prevención era consecuente con la teoría maoísta de la continuación de la revolución y de la lucha de clases bajo las condiciones de la dictadura del proletariado. Por lo tanto, si bien la restauración capitalista en China fue un golpe tremendo, teóricamente no nos sorprendió.

Hubo partidos maoístas, sobre todo en el período anterior a 1972, que tuvieron una adhesión dogmática y seguidista del Partido Comunista Chino y que hicieron suyas las tormentas y los avatares de la lucha interna del propio PCCh y, como pasó con algunos de ellos, terminaron renegando del maoísmo e incluso del comunismo y de la lucha revolucionaria. Pero los partidos que abrazamos el maoísmo como la continuación del marxismo-leninismo en las condiciones actuales y no como un dogma, y defendimos –también como una enseñanza de la degeneración revisionista de la URSS– la independencia de los partidos comunistas, pudimos sobrevivir a momentos tan difíciles como los que hemos vivido en estos años, que creo son los momentos más difíciles para el movimiento socialista y comunista mundial desde la derrota de la Comuna de París; o tal vez sólo comparables al de la traición de la socialdemocracia en la Primera Guerra Mundial, cuando los partidos socialistas pasaron a colaborar con la burguesía de sus países y la Segunda Internacional se disolvió como un terrón de azúcar en agua tibia. Creo que ahora hemos vivido un momento sólo comparable con ése y hemos logrado sobrevivir a él. Págs. 351/352.

 

Hoy N° 2005 10/04/2024