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25 de octubre de 2017

Ofensiva de los revisionistas

Hacia el centenario de la revolución rusa (18)

José Stalin falleció el 5 de marzo de 1953. Millones de soviéticos se dieron cita en Moscú para rendirle homenaje. Las grandes mayorías populares expresaron su dolor ante la desaparición de su líder y su ansiedad por el incierto curso político que se abría. En todo el mundo el movimiento comunista y revolucionario sintió hondamente la pérdida de quien durante 30 años había sido su dirigente y abanderado.

José Stalin falleció el 5 de marzo de 1953. Millones de soviéticos se dieron cita en Moscú para rendirle homenaje. Las grandes mayorías populares expresaron su dolor ante la desaparición de su líder y su ansiedad por el incierto curso político que se abría. En todo el mundo el movimiento comunista y revolucionario sintió hondamente la pérdida de quien durante 30 años había sido su dirigente y abanderado.
Las circunstancias concretas que rodearon la enfermedad y el fallecimiento de Stalin siguen siendo muy oscuras y confusas.     
Inmediatamente después de la muerte de Stalin, Nikita Jruschov y su camarilla se lanzaron a capturar la dirección partidaria y estatal. Su accionar fue típicamente burgués, tanto por sus intrigas como por su técnica golpista.
Sus maniobras se vieron facilitadas por el hecho de que las masas estaban trabadas para enfrentar a los elementos burgueses. Sobre todo, porque en el núcleo dirigente del Partido no llegaron a perfilarse una línea y una cabeza que aparecieran nítidamente, y a fondo, contrapuestas al jruschovismo y que apelaran a los trabajadores. En otras palabras, la clase obrera soviética se encontró -de hecho- sin una dirección clara y firme, precisamente, cuando arreció al máximo el ataque de la burguesía contra la dictadura del proletariado. 
El grupo bolchevique, encabezado por Molotov, al parecer adoptó la táctica de mantener posiciones y acumular fuerzas dentro de los organismos dirigentes, para pasar luego a contragolpear a los revisionistas. En la discusión en las alturas, a puertas cerradas, combatió contra la línea de derecha. Pero en el propio 20º Congreso, es decir, en la discusión a puertas abiertas, no planteó públicamente su oposición al jruschovismo. Finalmente, el desenlace a favor de los seguidores del camino capitalista se produjo mediante un golpe de Estado en junio de 1957.
Con el ascenso de los seguidores del camino capitalista al poder, la nueva burguesía que venía creciendo se convirtió en clase dominante.
Pasaron a dominar el poder político: a) los dirigentes ideológicamente degenerados; b) los burócratas que usurpaban y dilapidaban la propiedad socialista en su propio provecho, reprimían a las masas y se apropiaban de los bienes del pueblo; y c) la “crema” de la intelectualidad burguesa. La hegemonía de sus representantes -los revisionistas entonces encabezados por Jruschov- dio lugar, a su vez, al surgimiento de un gran número de nuevos elementos burgueses entre los cuadros dirigentes partidarios y estatales, y en la alta intelectualidad.  Asimismo, alentó el desenfreno de los viejos elementos burgueses.
En fin, el 20º Congreso, realizado en febrero de 1956, y el golpe de Estado de 1957 encarnaron el cambio cualitativo producido.  El Partido Comunista de la Unión Soviética se convirtió en su contrario. Incluso algunos sociólogos rusos, algunos años más tarde, describieron ese cambio en los siguientes términos: “la dependencia de la burocracia respecto del Poder supremo pasó a ser dependencia del Poder supremo respecto de la burocracia”.
 
Resistencia popular
Es sumamente escasa la información que ha llegado a conocimiento público acerca de la resistencia de una parte de los trabajadores y de sectores democráticos, sobre las luchas y el movimiento proletario. No obstante, algunos hechos fueron trascendiendo.
En 1959, se produjo una sublevación de jóvenes obreros ocupados en la construcción de una empresa siderúrgica en Kazajstan, debido a las pésimas condiciones de vida. A pesar de las operaciones policiales, se levantaron barricadas en la ciudad de Tarmitau. Se levantaron otras 1.500 personas. Los obreros desarmaron a los soldados enviados desde Karaganda. Para sofocar esta combativa protesta, el Ministerio del Interior mandó tropas especiales que abrieron fuego y causaron numerosas víctimas.
En 1960, estallaron luchas en la Cuenca industrial siberiana del Kuzbass.  En 1961-62, hubo una oleada de acciones obreras en diversas partes: Grozny, Krasnodar, Donetz, Yaroslav, Zhdanov, Gorky, Alexandrov, Muron, Ninngy Tangil, Odessa, Kuibishev, Timerdam, Kemerovo, Artiomovsk, Kramtorsk y otros puntos.
Estas luchas cobraron gran importancia. Se produjeron desde pequeños paros y manifestaciones hasta explosiones sociales masivas.  Estas fueron sangrientamente reprimidas por el KGB y, en algunos casos, por el propio Ejército.
En Donetsk se pegó un tiro el jefe de una unidad militar que se negó a impartir la orden de fuego contra los obreros.  En Ivanovo se produjeron choques violentos con la policía.
El punto más alto de esta ola de combates obreros se alcanzó en Novocherkask, ciudad de la cuenca industrial del Donbass, donde estalló una pueblada en 1962. Como en otros lugares, el alza del precio de la carne y otros productos provocó allí una enérgica protesta de masas. En la fábrica de locomotoras eléctricas, la mayor empresa de Novocherkask, pararon las secciones de forja y fundición. Una delegación obrera intentó en vano negociar con el director. Se generalizó la huelga y, pese al despliegue policial represivo, los trabajadores ocuparon el establecimiento y decidieron manifestar pacíficamente al día siguiente junto a sus familias.   Portaban banderas rojas y retratos de Lenin.
Un destacamento del KGB los esperó en el centro de la ciudad, donde estaba situada la sede del Comité del Partido. Abrió fuego contra la multitud. Cayeron mujeres, niños y hombres. Las víctimas, muertos y heridos, cubrían las calles adyacentes y los alrededores del monumento a Lenin. El general Matvei Schapochnikov, héroe de la Unión Soviética, se negó a disparar contra los trabajadores; por ello, fue destituido posteriormente. El Ejército intervino bloqueando los accesos a la ciudad; la masacre fue tremenda. Además, la policía allanó cientos de hogares y arrestó a numerosas personas. Familias enteras fueron deportadas a Siberia. Se efectuaron “juicios” y se dictaron sentencias de muerte y condenas a trabajos forzados. Ni los periódicos ni las radios informaron nada. Llevó meses y años hasta que fueron llegando, de boca en boca, noticias sobre estos sucesos. En 1962, también se produjo un amotinamiento de marineros contra la arbitrariedad del comandante, en un buque de la flota de guerra del Pacífico. En represalia, fusilaron a muchos de ellos y otros fueron enviados a las minas de uranio en Siberia.
Todo esto fue revelando a las claras la índole de la “liberalización” jruschovista. También, se reprimía a sectores críticos de la intelectualidad. El pueblo carecía de libertad de reunión, de huelga, de manifestación, de prensa, de organizarse en forma independiente del Estado.
Los “tribunales de camaradas”, instituidos por Jruschov en 1961, se convirtieron en un poderoso instrumento represivo. Estos organismos actuaban en todos los lugares de trabajo y de vivienda. Sus integrantes eran designados a dedo desde arriba y manipulados por los comités distritales del Partido.