Recordar a mi hermano, es recordar los años de nuestra niñez. Caminar por las playas de Bahía Blanca: Pehuenco, Monte Hermoso; recorrer la ruta 3, viajar a Buenos Aires para ver a la familia, las noches de Navidad junto al árbol.
Llegar a la adolescencia, comenzar la secundaria… Allí, cuando la lucha por la educación libre o laica, fuiste parte de esa juventud que salió a las calles en defensa de educación laica.
Sufrir por nuestros primeras tristezas por amores no correspondidos, los “asaltos” en casa de los viejos, tu preocupación por mí, el cuidado permanente, tu simpatía, tu capacidad de estar pendiente por los problemas de tu familia, tus amigos, tus compañeros, tu solidaridad, tu decisión de abandonar los estudios y comenzar a trabajar siendo muy jovencito, los amigos que cosechabas en todos lados.
Corrían los años ’60. América se sacudía con el Mayo Francés, miles de estudiantes salen a las calles, triunfa la Revolución Cubana, es derrotado el imperialismo yanqui en Vietnam. Vientos revolucionarios llegan, y en ese torrente revolucionario miles de jóvenes luchan por hacer posible esa revolución en nuestra patria.
Fueron largas charlas y discusiones donde nos enseñaste a mirar más allá de nuestro círculo de amistades, nos ayudaste a entender que para lograr una sociedad más justa no bastaba sólo con ser solidarios, a reconocer el valor de nuestro pueblo y la necesidad de organizarse y comprometerse hasta lograr hacer realidad esa revolución que nos permita vivir en libertad, con soberanía, con salud, educación, justicia, tierra y vivienda para todos.
Abrazaste el camino revolucionario y te afiliaste al PCR. Fuiste parte de esa generación que luchó por una nueva Argentina, fuiste parte de ese torrente revolucionario que se expresaba en las distintas puebladas como el Correntinazo, el Rocazo, el Cordobazo, etc.
Corría el año 1973. Convencido de la necesidad de que el proceso revolucionario debía ser encabezado por el movimiento obrero, decidiste ser parte, dejaste tu trabajo de oficina y fuiste a trabajar en una fábrica: Camea.
En muy poco tiempo, ayudaste a organizar la elección de delegados y propuesto a candidato por un sector de compañeros, pero perdiste y, la patronal decide echarte. Luchaste para quedar como parte de la planta, pero fuiste acusado de subversivo. No pudiste volver a trabajar en ninguna fábrica.
Una gran tristeza se había adueñado de vos. En esos años veíamos la revolución tan cerca, que tuvimos que recorrer un largo camino para entender que los imperialismos que nos oprimen iban a usar la más feroz represión para asesinar, desaparecer, torturar, a ese pueblo argentino decidido a hacer realidad esa revolución de liberación.
Luego de la muerte del general Perón, se aceleraron los preparativos del golpe de Estado, y no dudaste en ser parte de la lucha antigolpista. Habíamos vivido el sangriento golpe en Chile en 1973.
No pudieron quebrarte
Unos meses después, junto a tu esposa y una tía y su esposo, organizaste un negocio de venta de ropa blanca en distintas oficinas públicas. En esa actividad, como en todas, mostrarte tu solidaridad; y muchos fuimos vendedores para paliar la situación económica mientras encontrábamos algún trabajo o hacíamos unos pesos mientras cuidábamos a nuestros hijos pequeños.
Sabíamos que el objetivo del golpe era terminar con el auge de luchas obreras, y que para ello necesitaban la destrucción de las organizaciones sociales y políticas. Habíamos aprendido a unirnos para luchar en mejores condiciones, pero nunca imaginamos que iban a trasladar el Holocausto, perfeccionarlo y crear una nueva figura: la del detenido-desaparecido.
En este marco, el 11 de noviembre de 1976, a las 0.30 hs. un grupo de tareas ingresa a la vivienda que ocupabas junto a tu esposa Aída y tu pequeña hija Lía en la calle Independencia 1942 Dto. 2.
Esa propiedad era de los abuelos, quienes les habían hecho un lugar, ya que Tito y Aída no podían pagar un alquiler. Por suerte, los abuelos estaban pasando unos días en Mar del Plata, no vivieron tu secuestro, ni los golpes, ni el terror, ni el robo de todo lo que encontraban en su camino.
Como la mayoría de los familiares de los detenidos-desaparecidos, siempre corrieron versiones, nunca supimos la verdad de la suerte corrida por vos, sólo años de lucha, angustia y desesperación…
A la vez, un profundo orgullo, ya que durante toda tu vida, con aciertos y errores, mantuviste firmes tus principios revolucionarios, luchaste por ellos; y ante el dolor y la tortura, no pudieron quebrarte, y guardaste celosamente direcciones, nombres, actividades de tus camaradas y organización de tu PCR.
Levantar sus banderas
Nuestra madre Sofía (Chola) junto a otras miles de madres en todo el país, fue parte durante el resto de su vida, Madre de Plaza de Mayo, primero en la búsqueda desesperada por encontrarte, luego como ellas mismas decían “por todos nuestros hijos”. En ese camino, primero de resistencia y luego de una intensa lucha, fue creciendo con el apoyo de camaradas, amigos, familiares y de una parte importante de nuestro pueblo que venciendo al miedo, fue ganando las calles denunciando la represión, el secuestro y desaparición de miles de luchadores populares. Estuvo, en las Marchas de la Resistencia, en todas y cada una de las luchas por la aparición con vida, por el juicio y castigo a los responsables del genocidio, contra la Obediencia Debida, contra el Punto Final, contra las leyes de Indulto… Junto a las Madres de Plaza de Mayo de Quilmes, no dudó en redoblar el esfuerzo y organizó junto a ellas más de 400 rondas en la Plaza San Martín de Quilmes, todos los viernes, sin dejar de asistir todos los jueves a la ronda en Plaza de Mayo. Su vida, como la de tantas madres, se detuvo. La Plaza San Martín fue perdiendo poco a poco ese andar decidido de las Madres.
Hoy, aquellos que ayer caminábamos a su lado, decidimos levantar sus banderas, volver a la Plaza San Martín y organizar a partir del año 2005, la Comisión Permanente de Homenaje a las Madres de Plaza de Mayo de Quilmes. Junto a algunas Madres, hijos y nietos de esas Madres que ya no están, organizaciones sociales y políticas, centros de estudiantes, casas de cultura, etc., con una consigna: No a la impunidad de ayer y de hoy.
Con esa consigna logramos unir las luchas de hoy, contra el gatillo fácil, por el desprocesamiento de los 4.000 luchadores populares, contra la Ley antiterrorista, etc., con la lucha contra el hambre y la desocupación, por trabajo, salud y educación. En la última ronda de octubre cristalizamos esta unidad en una Jornada que contó además con la presencia y los testimonios de María Rosario y Cesar García, protagonistas de la heroica lucha de los 2.700 obreros de Terrabusi.
Querido hermano, nuevos vientos liberadores nos empujan, nuestro compromiso con vos y los 30.000 detenidos desaparecidos es continuar la lucha por la verdad, la justicia y la memoria; y estoy convencida que lograremos llegar a alcanzarlos el día que logremos abrir los archivos de la dictadura, desmantelar el aparato represivo y parir esa revolución democrática popular por la que vos junto a miles luchaste ayer y los miles que seguimos luchando hoy.