Comités de emergencia social para abrirle la mano al ajuste hambreador
1- Una rebelión policial
Comités de emergencia social para abrirle la mano al ajuste hambreador
1- Una rebelión policial
Hace tres semanas dijimos que había un “run run” de saqueos en barrios pobres. Hubo también alertas sobre malestar en las policías y fuerzas de seguridad. En los días siguientes se produjeron los saqueos de Gálvez (Santa Fe) y el fracasado intento de copamiento del comedor de la CCC en Chacarita (Capital Federal). Fueron considerados hechos “locales”. De la Sota consiguió un buen pretexto para tener vacaciones pagas en el paraíso fiscal de Panamá, hasta que el acuartelamiento de la policía de Córdoba, seguido de los saqueos en esa ciudad, lo devolvió a la realidad más rápido que pronto. Otros hechos menores se producían en La Rioja, y en Lomas de Zamora y Almirante Brown en el Gran Buenos Aires. La presidenta, encerrada en su interna con el gobernador cordobés, tomó la decisión de aislarlo. El pueblo de Córdoba quedó de rehén.
La decisión de la presidenta de aislar políticamente a De la Sota facilitó el triunfo del reclamo salarial de la policía provincial, puso en evidencia que es ella quien gobierna, y demostró que el jefe de Gabinete, Capitanich, es poco más que un vocero. Comentando el triunfo salarial de la policía cordobesa, un funcionario K que escondió su nombre, ironizó: “La primera ‘paritaria’ arrancó con el 50%, y arrasó el ‘techo’ del 15% puesto por Capitanich”. El triunfo de la policía cordobesa desató una oleada de reclamos policiales en Buenos Aires, Catamarca, La Rioja, Chubut, Neuquén, Río Negro, San Juan y Entre Ríos, Jujuy, en algunos casos unidos a saqueos aislados. Los gobernadores, temerosos de que se repitiera en su provincia la situación de Córdoba, han ido cediendo a los reclamos. Mientras tanto, en Internet, manos anónimas pregonan saqueos para el 20 de diciembre.
2-Situación de emergencia
Sería un grave error subestimar estos hechos. Emergen problemas de fondo de la Argentina de hoy, es decir, del país que pusieron en evidencia las dos recientes elecciones: con el masivo castigo a las políticas que dan la espalda a las brutales consecuencias sociales y políticas de la inflación, y de la inseguridad asociada a la droga.
La situación es compleja. El hambre y la desocupación crecen. El acuerdo de “gobernabilidad” del bloque dominante para que el gobierno K (y los de las provincias) refuercen el ajuste ha mostrado que puede llegar a incendiar el país. Ha irrumpido la “narcoinseguridad” de la mano de acuerdos políticos de gobiernos con cúpulas policiales, que en un contexto de bases mal pagas de las fuerzas de seguridad, crean situaciones explosivas. El debilitamiento del gobierno K, peligroso por su naturaleza, ha agudizado las “internas” entre los de arriba.
La situación es muy grave, y hay que separar la paja del trigo.
Una cosa es el crecimiento del hambre y la desocupación que exigen generar ámbitos muy amplios de acuerdos, comités de emergencia, nacional, provinciales y locales, en condiciones de exigir medidas inmediatas al Estado; a un Estado que es parte del problema, y al que hay que arrancarle las respuestas. Otra cosa es el derecho de la base policial a un salario justo, que no tiene nada que ver con el “catecismo” que recita Capitanich como si fuera un “profesor ciruela” y no un jefe de Gabinete que es parte del problema.
Lo que la base policial debe sacar como enseñanza, es que para mejorar las condiciones de vida de sus familias debieron hacer lo mismo que hacen los trabajadores del Estado: huelga. Cada vez que los manden a reprimir protestas, deben recordar que sus sueldos salen de los bolsillos del pueblo. Que el pueblo hoy está en lucha contra la narcoinseguridad, enquistada en el Estado, lo que incluye a gran parte de sus cúpulas, asociadas con gran parte del aparato político y empresarial.
Una cosa es la inseguridad de los narcos, que ha penetrado fuertemente en el aparato del Estado oligárquico imperialista, y a esta altura, en gran medida, mafioso. Y otra cosa son las “internas” de los de arriba, en las que el pueblo queda de rehén.
3-El hambre y la desocupación
Con la inflación disparada al 30% –que el gobierno sigue negando–, las conquistas arrancadas por el movimiento de desocupados, de trabajadores en negro, cuentapropistas, obreros rurales, campesinos pobres originarios y criollos, etc., han quedado retrasadas frente a la carestía de los alimentos y otras necesidades básicas de esas familias pobres. Una parte de esas masas, a las que el gobierno nacional y muchos provinciales creían tener cautivas con el clientelismo, los castigó en las elecciones. Otra parte los volvió a votar creyendo que era la forma de asegurarse los plus de fin de año, el aumento de la asignación por hijo, más trabajo para las cooperativas, aumentos en las tarjetas y tickets para alimentos que tienen algunas provincias y municipios, etc. Pero en lugar de mantenerse esas conquistas, las recortaron de arranque en los ajustes. Y no satisfechos con eso, lanzaron una ofensiva de controles y juicios contra las organizaciones que no son parte del clientelismo K. El episodio de Chacarita mostró hasta dónde son capaces de llegar, en una alianza de oscuros negocios inmobiliarios, narcos y policías para adueñarse de un comedor de 500 pibes, que hace años que viene dirigiendo la CCC con los vecinos de la villa.
La inflación unida al ajuste K y de muchos gobiernos provinciales agravó la situación de los “bolsones” de hambre, y amplió esos bolsones. La política de sojización en beneficio de Monsanto, las cerealeras, y los grandes pooles y terratenientes sigue expulsando a los pobres del campo, al igual que la crisis de las economías regionales. Y la baja de precios de las materias primas, la desaceleración de la economía china y el aterrizaje de Brasil (su economía acaba de caer el 0,5% en el último trimestre) están provocando el despido de “contratados”, suspensiones, cierre de pequeñas y medianas empresas y de grandes proyectos de la megaminería imperialista tan amados por el gobierno K. Crecen nuevos contingentes de desocupados.
Esta es la base social explosiva sobre la que está montándose la Argentina mafiosa de la narcoinseguridad, con profundas raíces en el Estado, y las internas políticas de los de arriba (entre el kirchnerismo y sus rivales, y dentro del kirchnerismo).
En este contexto se conmemoran los 30 años de la asunción del gobierno de Alfonsín en 1983, marcando el fin de la dictadura militar más genocida del siglo 20. A esta fecha se llegó por la valiente lucha del pueblo argentino, y con un costo de miles de mártires. Cristina Fernández intenta apropiarse de una gesta de la que no participó.
4-Abrirle la mano
Todo el bloque dominante quiere que no haya luchas para que el gobierno K haga el ajuste, para que los de abajo sigan pagando la inflación y la crisis, y ellos puedan negociar tranquilos la transición a un nuevo gobierno en el 2015. Apenas volvió Cristina K, no dio plus de fin de año para todos y todas, sino que le regaló entre 5.000 y 8.000 millones de dólares a Repsol, a la que ya no investigarán más por el vaciamiento de YPF. La aplaudieron Macri, Scioli, Massa, Binner, Alfonsín, etc.
El gobierno negocia con las cerealeras imperialistas para que le adelanten 2.000 millones de dólares a cuenta de los impuestos a la soja que ingresarán a partir de marzo. Negocia con todos los usureros imperialistas: el Club de París, los “fondos buitres”, el FMI, con los chinos que quieren traer sus propios trabajadores para la construcción de las represas de Santa Cruz, etc.
El gobierno K abre la mano a sus compinches del bloque dominante, incluso acepta que Repsol le tuerza el brazo. Para todo eso hay plata pero para el plus de fin de año y otras medidas para la emergencia social, no.
Los tiempos corren para todos. La gravedad de los hechos vale para todos: el horno no está para bollos. Las fuerzas populares deben unirse para abrirle la mano al gobierno K, a los de provincias y municipios. Si se actúa con amplitud y con firmeza, se crearán nuevas condiciones para la lucha para torcerle el brazo a esta política de ajuste que condena al pueblo a una “Navidad amarga” y a licuar los salarios con aumentos del 15%.