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05 de febrero de 2020

Paraná, Entre Ríos

Ellas, la otra cara del rugby

Reproducimos una nota de Ignacio González Lowy publicada por riobravo.com el 31 de enero.

Karen Gastaldi es del barrio Antonini, Fátima Pezoa, del Anacleto; las dos de Paraná. Juegan al rugby en el club Capibá, del barrio homónimo. Además, casi desde sus comienzos lo hacen también en la selección de la provincia (selección de rugby femenino de la Unión Entrerriana de Rugby). Hablan del deporte a la par que denuncian el machismo (“no sólo en el rugby”, aclaran), la estigmatización y la discriminación.

Y cuentan cómo, particularmente a ellas, les duele el crimen de Fernando Báez Sosa producto de la salvaje y cobarde agresión de una patota (una “manada”, precisa Karen) de rugbiers en Villa Gesell.

Hacerse lugar

La entrevista es en las tribunas del parque deportivo escolar Enrique Berduc, donde el equipo de rugby femenino del Capibá entrena, aunque mientras dure enero no tendrán prácticas y la propia Karen esté condenada a esperar un año para volver a pisar las canchas: rindiendo una de sus últimas materias para recibirse de profesora de educación física en Santa Fe, tuvo una grave lesión de ligamentos, y recién ahora está volviendo a caminar, de a poco, como parte del proceso de recuperación.

Las dos cuentan que comenzaron a jugar al rugby después de pasar por diversos deportes. Que se enteraron boca a boca y arrancaron por curiosidad, que se enamoraron enseguida del deporte y del grupo de chicas con el que comparten su pasión y que de sus familias, en un principio, recibieron más temor y advertencias que apoyo. Que sos chica, que te vas a lastimar, que los riesgos físicos, que la violencia. Los peros llegan vestidos de cuidados aunque esconden y consagran también ciertos conocidos prejuicios: el rugby, como antes el boxeo, no es “cosa de chicas”.

“Mi viejo me había dicho que no quería saber más nada del rugby -cuenta Karen-, que si me pasaba algo yo me manejaba sola. Entonces me lesioné de la costilla y me tuve que ir en colectivo, no me quisieron llevar porque era por el tema del rugby. Después, ya cuando vieron que progresé y que me gustaba, ahí empezaron a apoyarme más“.

En el instituto donde estudia para ser profe de educación física, Karen cursó y aprobó una materia llamada Rugby. En la misma nunca le mencionaron siquiera la existencia o la posibilidad de la conformación de equipos femeninos. Cursó toda una materia sobre el rugby pero “ni se habló de la rama femenina, ni se la nombró, ni me había enterado de su existencia”.

Deporte de machos

Suele escucharse que el rugby es un “deporte de bestias jugado por caballeros”. Desde el vamos, en esos relatos, queda en claro que ellas no tienen cabida. Y, de paso, tampoco los varones que no encajan en la acotada y reaccionaria visión sobre la masculinidad que predomina en el ambiente.

En su recorrido por el profesorado, en un trabajo práctico para una materia, Karen eligió como tema “la construcción social de la masculinidad” y lo abordó en particular en el caso del rugby. “Hablé por ejemplo de la necesidad de verse siempre como más machos… yo creo que en todos los deportes se transmite esto de que sos varón, que tenés que demostrar que sos mejor, que tenés más poder”, repasa.
En el trabajo, por ejemplo, sostiene: “Hay muchas personas en el ambiente que consideran que no tendría que existir la rama femenina del rugby, que ‘no es rugby’ lo que jugamos, que todas las que lo hacemos somos unas machonas o tortilleras o que estamos locas”. Respecto de este prejuicio, las dos sientan posición: el problema no es solo la generalización (propia de cualquier prejuicio) sino la carga negativa que se le impone.

Cuenta Fátima: “Cuando yo arranqué acá unos amigos me habían dicho, gastándome, que me iba a volver lesbiana, porque era un juego de chicas en el que íbamos a tener mucho contacto. No le veo chiste”. Y Karen: “A mí los amigos de mi viejo, cuando se enteraron, uno de ellos me dice ‘che, ¿y todavía no te gustan las chicas?”.

La homofobia aparece no sólo respecto de las mujeres. Según Karen, en el grupo de varones “siempre se refuerza ser más hombre, más macho. Se cagan de risa cuando algo les parece de ‘puto’, así lo llaman, como despectivo, como denigrante la palabra, cosas así que te demuestran cómo piensan o cómo pueden llegar a actuar”.

Sobre la vinculación que, a raíz del crimen de Fernando y de tantísimas otras experiencias similares (incluso en nuestra ciudad), se hace entre rugby, violencia y patotas, Fátima reconoce que “A mí me da bronca, porque nosotras no por jugar al rugby vamos a ir en patota a pegarle a alguien, no tenemos esas actitudes, para mí es algo más de los hombres.” En el caso de ellas, que juegan en un club de barrio que sostiene y abona el espíritu y el rol social que esto implica, más alejadas aún se sienten de esa violencia en manada que desde hace un mes impregna las noticias del país. Agrega Fátima: “porque tienen plata pueden ir a un club que pagan no sé cuánto al mes y se creen que pueden hacer lo que quieren.” Y aclara Karen: “Los deportes refuerzan lo que uno ya tiene. Si vos venís de tu casa, con lo que vos ya tenés, si no te enseñaron a respetar al otro, eso ya es de cada uno”.

En referencia al crimen de Fernando, si bien como grupo aún no se han visto porque están de vacaciones, Fátima cuenta: “estamos todas dolidas, porque ensucian el deporte, nuestro deporte”.

Alumbrando una sociedad distinta

Las dos tienen anécdotas para contar en las que han sufrido los prejuicios y la estigmatización por ser jugadoras de rugby. “Ya te caratulan -cuenta Karen-. El otro día fue un amigo de mi papá a comer a casa y el vago sabe que yo juego y agarra y me dice ‘che ¿y vos a cuántos has matado?’ ¡Así me tiró! Me puso los pelos de punta“. Fátima agrega: “Hemos invitado a muchas chicas que han pasado por acá, y no, no. Después te terminás enterando que es porque lo ven más como para hombres. Acá han llegado chicas que después dicen ‘sí, yo vengo pero mi mamá no me deja’, y después no vienen más“.

¿Y qué haría falta para que el rugby femenino se gane un lugar no marginal en la escena deportiva? “Que nos den la misma bola que les dan a ellos. Hacemos el mismo deporte que ellos, solo que ellos son hombres”, responde Fátima.

Karen, por su parte, adelanta: “yo creo que es una cuestión de generaciones. Se está normalizando que todos los deportes son para todos. A mis papás les cuesta amoldarse, a mis abuelos ya no les podés cambiar la mente, pero lo que es nuestra generación yo creo que va a ser distinto, o lo que le enseñemos nosotros a nuestros hijos, sobrinos, alumnos”. Cuenta, en ese sentido, que tiene un proyecto para incorporar al rugby (desde una perspectiva distinta a la que está tan en boga por estos días) a la formación docente en educación física en nuestra provincia.

En el trabajo que mencionamos, Karen habla de la masculinidad como construcción social, de relaciones de poder, de violencias abiertas y encubiertas, de patriarcado, de orden social, de naturalizaciones y cuestionamientos, de desigualdad, pero también de feminismo, resistencia e intervención.

Se puede ver, en sus palabras pero también en sus gestos, en sus sonrisas, la perspectiva de un tiempo no muy lejano en el que mucho de lo que cuentan será distinto. No casualmente Karen elige hablar de “dinosaurios” en referencia a quienes hacen jugar a la selección femenina de rugby “en las peores canchas, cuando tenemos circuito, no nos dan ropa y tenemos que andar con la ropa vieja de los hombres que nos quedan enormes”.

Fátima terminó en la escuela secundaria Mariano Moreno en diciembre pasado y trabaja en una cancha de fútbol 5 de la ciudad. Se anima a soñar con un futuro en el que el deporte que aman también para ellas pueda ser algo más que una pasión: “uno le dedica el mismo esfuerzo, las mismas ganas, sacrifica un montón de cosas“.

Por lo pronto, uno las escucha y no las puede imaginar pateando a alguien tirado en el piso, y mucho menos al grito de “negro de mierda”. Ni siquiera hablando de “fallecimiento” en vez de crimen, como lo hiciera el patético y lavado comunicado de la UAR en ocasión del asesinato de Fernando Báez Sosa. “Realmente en el ambiente deportivo creo que es necesario trabajar más los valores de integración y respeto hacia todas las personas”, cierra Karen su trabajo y expresa, de ese modo, lo que las dos han planteado en lo que va de la charla.

Hoy N° 1801 5/02/2020