El martes 14 de septiembre a las 18, fallecía la compañera Marcela Ortega, de las oficinas de personal administrativo (HQ). Marcela era una joven de 36 años, madre de 3 hijos. La compañera, al ingreso de sus tareas concurrió al Departamento médico con una dolencia, allí la medicaron y la mandaron de vuelta a trabajar. Falleció en su lugar de trabajo de un infarto, ante la congoja y desesperación de sus compañeros de oficina, más aún ante la demora en la nueva atención solicitada.
La indignación y bronca de los compañeros de planta comenzó a manifestarse a partir de los que estaban trabajando en el turno tarde. Los trabajadores recordaron hechos similares, que sólo por suerte no terminaron en tragedia.
Arranca el paro
Toda la presión de la dirección de la empresa, encabezada por su presidente Pizzi y su mano derecha López Mateu, es exigirle a los que dirigen el Departamento médico bajar el “ausentismo” como sea. Por eso esconden enfermedades y accidentes, te dan la “pastilla mágica”, y a trabajar. A la media hora de estar trabajando ya no conseguís turno para el médico, y si te mandan, hay que esperar un largo rato para que te vean. No respetan los certificados médicos de nuestros especialistas, si estás con presión alta, para “ahorrar”, te la bajan y si tenés suerte que te manden a tu casa, es por tus propios medios en colectivo. Faltan médicos, enfermeras y horas de atención. Por la falta de “presupuesto”, que le dicen. No estábamos equivocados el año pasado cuando denunciamos lo que hizo la empresa ante la epidemia de gripe A.
Esto es negado por la empresa en todos los ámbitos, aunque también es avalado por las leyes antiobreras en vigencia. Por eso los compañeros, a partir de las 12 de la noche, pararon la fábrica con mucha bronca, obligando al Sindicato y la Comisión Interna a ponerse al frente. Durante dos días el paro fue total.
Crece el repudio a la patronal yanqui
El repudio a la patronal yanqui por esta muerte fue tremendo y sigue en curso, a pesar de la conciliación obligatoria del Ministerio de Trabajo. Repudio que viene unido a la bronca por los bajos salarios, los ritmos infernales, los portones con alambrados de púa, el control policíaco, las cámaras de filmación en los lugares de trabajo, las tendinitis, hernias de disco, los dolores hasta no poder más en todo el cuerpo, sobre todo en las compañeras.
A esto se agregan los más de 200 despidos del sector administrativo por la fusión con Cadbury, y todos se preguntan ¿cuánto falta para que llegue al sector operarios? Por eso no estamos de acuerdo con la dirección del Sindicato y la Comisión Interna que plantean sólo cambios en el Departamento médico y cambiar los profesionales. Por favor… ¡Qué infantilismo!
Lo que hay que cambiar con nuestra lucha y el ejemplo del parazo de los 2.700 trabajadores durante 48 horas, es la política negrera de la Kraft. Lo único que le interesa a esta patronal es llenarse los bolsillos a como dé lugar, a cualquier precio. Y como conocemos su revanchismo, nos tenemos que preparar.
Es en la unidad en la lucha de los 2.700 trabajadores donde está la clave para cambiar esta política de la Kraft, que incluye el funcionamiento del Departamento médico. Es lo que subestiman por igual el Sindicato y la Comisión Interna, que no convocan a asamblea general de los tres turnos para discutir y decidir. ¿Por qué le tienen miedo al conjunto de los compañeros? Al sindicato ya lo conocemos ¿y la Interna, que hace un año que está?
Para que podamos decidir los 2.700 trabajadores, y que no pase más lo de la compañera, es necesario convocar a una asamblea general por:
Comité de salud, higiene y seguridad integrado por trabajadores de toda la fábrica. Respeto de los certificados médicos de cabecera. Más médicos y enfermeras. Atención agilizada. Ambulancias a disposición. No a los despidos. Reincorporación de los despedidos. Pase a planta de los trabajadores tercerizados. Pago de incentivos a todos los trabajadores. Plus de fin de año a pagar con las vacaciones. Elección de los delegados suspendida por el Sindicato y el Ministerio de Trabajo.
¡Compañera Marcela Ortega, presente!