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08 de julio de 2015

Por la libertad y la independencia

El 9 de julio, ayer y hoy

 

 
 El 9 de julio de 1816, en el Congreso reunido en la ciudad de San Miguel del Tucumán, “los representantes de las Provincias Unidas en Sud América”, declararon “a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos violentos que las ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando 7°, sus sucesores y metrópoli”. Y el 19 de julio, en sesión secreta, debatieron y resolvieron agregar a la fórmula del juramento, que se hizo el 21 de julio: “y de toda otra dominación extranjera”.
La revolución iniciada el 25 de mayo de 1810, que llevó a esa Declaración de la Independencia, pasaba en 1816 uno de sus momentos más difíciles, ya que el rey de España, Fernando 7°, había sido restaurado en el trono, con el apoyo de la Santa Alianza de los imperios más reaccionarios de ese momento (Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia). Y aquí, en América, los ejércitos realistas españoles superiores en formación militar habían derrotado a los patriotas en Chile, en Venezuela y en Colombia, mantenían el Perú y avanzaban hacia el Noroeste argentino por el Alto Perú (hoy Bolivia), demorados solo por las heroicas guerrillas como las dirigidas por Güemes en Salta y Jujuy, y Arias, Arenales, Warnes, Muñecas, Padilla, Juana Azurduy, los caciques Titicocha, Cáceres y Cumbay, y tantos otros en el Alto Perú.
En esas circunstancias, cuando parecía imposible que la revolución pudiera sostenerse en las Provincias Unidas del Río de la Plata, desde Cuyo San Martín escribía a los congresales en Tucumán: “Pensemos en grande, y si la perdemos, que sea con honor.” No era un voluntarista, porque veía que la revolución podía triunfar apelando a las reservas patrióticas del pueblo y armando sus ejércitos en particular con esas masas explotadas y oprimidas, principalmente indígenas y mestizas, que venían protagonizando heroicos combates, aplastadas y derrotadas muchas veces, pero cuyas luchas abrieron el camino de la primera revolución latinoamericana. La continentalidad de la revolución de ninguna manera excluye si no que, por el contrario, se asienta en el desarrollo y fortaleza de las revoluciones nacionales: el avance y el triunfo de la revolución continental dependía y depende del avance y del triunfo de la revolución en cada uno de nuestros países.
También en esas difíciles circunstancias había quienes pensaban que era imposible independizarse de España, sin recurrir al “protectorado” de alguna otra potencia europea. El agregado al juramento de ser independientes de España “y de toda otra dominación extranjera” salió así al cruce de las intrigas de las distintas potencias, que operaban aquí a través de sus “amigos” en la aristocracia terrateniente y comercial criolla, disputándose entre ellas el dominio de Latinoamérica en reemplazo de España. La firmeza de los verdaderos patriotas cerró paso a esas maniobras, permitiendo que se utilizara también esa disputa a favor de la lucha por la independencia.
 
Viejos y nuevos vasallajes
Hoy nuestro país se encuentra sometido a la dominación de distintos imperialismos que disputan entre sí, en una situación agravada por la política kirchnerista que refuerza la estructura latifundista y dependiente del país. Con millones de hectáreas en manos de grandes latifundistas nacionales y extranjeros que provocan la miseria y el éxodo del campo; con las Malvinas y demás islas del Atlántico Sur ocupadas por el imperialismo inglés; con tratados de garantía de inversión con las grandes potencias que nos sojuzgan, y hasta la cesión por el gobierno kirchnerista de la soberanía territorial al imperialismo de China, para la construcción de una base militar en Neuquén.
El kirchnerismo alardea de ser “nacional y popular” y su jefa Cristina Fernández afirma que gracias a “Ellos” tenemos patria nuevamente. Habla en particular de sus disputas con el Fondo Monetario Internacional y “los buitres” de la deuda externa. Pero no sólo hace entreguismo con sectores del imperialismo yanqui, como con Chevrón, o sectores del imperialismo europeo, como con Repsol y el Club de París. Sino que, además, ha incorporado a la disputa por el control del país al nuevo imperialismo de China y reforzado la presencia del imperialismo de Rusia, llevando la relación con ambos al nivel de una “alianza estratégica integral”, de lo que es la máxima expresión la base militar concedida a China.
Frente a esto debemos recordar, a 199 años de la Declaración de la Independencia que “hacer patria” no es hacer discursos contra unos imperialistas (en particular de Inglaterra y Estados Unidos), abriendo las puertas a la penetración de otros imperialistas. Hoy más que nunca tiene vigencia aquel lema de los patriotas de Mayo de 1810 “ni amo viejo, ni amo nuevo, ningún amo” y la decisión de los congresales de Julio de 1816, de declarar nuestra vocación de ser independientes de España “y de toda otra dominación extranjera”. 
Es posible evitar que la crisis la siga pagando el pueblo, con más ajustes y nuevas o viejas entregas, y resolver inmediatamente sus necesidades más acuciantes, como plantean el PCR y el PTP en el Frente Popular, con sus propuestas de medidas de emergencia inmediata a favor de los trabajadores, el pueblo y la producción nacional. Eso solo requiere que, con la misma decisión que los patriotas en 1810 y 1816, la clase obrera y el pueblo puestos de pie continúen la lucha multisectorial activa por torcerle el brazo a la política kirchnerista y, junto a todos los sectores patrióticos y democráticos, forjen una cada vez más férrea unidad para dar la batalla social y política necesaria, desarrollando y fortaleciendo el Frente Popular en la actual contienda electoral, en el camino de imponer un gobierno de unidad popular, patriótico y democrático que tome esas medidas inmediatas, para avanzar hacia la revolución de liberación nacional y social que nos permita ser verdaderamente libres e independientes.