La Plaza Tahrir (Revolución), el símbolo del levantamiento que el 25 de enero dio por tierra con el tirano Mubarak, volvió a colmarse de pueblo. Pero también de gases y balazos: más de diez muertos y no menos de 1.700 heridos fue el saldo de la brutal represión con palos, gases químicos y balas de goma desencadenada el sábado y el domingo por la Junta militar que gobierna Egipto desde enero.
La Plaza Tahrir (Revolución), el símbolo del levantamiento que el 25 de enero dio por tierra con el tirano Mubarak, volvió a colmarse de pueblo. Pero también de gases y balazos: más de diez muertos y no menos de 1.700 heridos fue el saldo de la brutal represión con palos, gases químicos y balas de goma desencadenada el sábado y el domingo por la Junta militar que gobierna Egipto desde enero.
Unos 5.000 manifestantes –en su mayoría muy jóvenes– incendiaron patrulleros y enfrentaron con piedras a la policía, que el sábado debió replegarse mientras la multitud retomaba el control de la Plaza. El domingo la policía volvió a embestir contra los manifestantes con apoyo de blindados del ejército. La represión comenzó el viernes 18 con el intento de desalojo de familiares de las víctimas de enero, que acampaban allí en reclamo de justicia por los asesinados.
“Un nuevo 25 de enero”
El viernes, alrededor de 50.000 personas habían manifestado exigiendo que se vaya el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) y asuma un gobierno civil como se prometió tras la salida de Mubarak. También reclamaban por la situación económica y por la libertad de los presos políticos, y en repudio a las facultades que la Junta militar pretende arrogarse bajo el próximo gobierno. La Plaza Tahrir se llenó de banderas egipcias y de carteles contra el régimen dictatorial.
Congregados bajo la consigna “Defender la democracia”, muchos de los participantes eran militantes islámicos con túnicas y “nikab” (velos), pero también había gente independiente y muchos de la Coalición de la Juventud Revolucionaria con pañuelos palestinos atados al cuello, todos unidos en la lucha contra el continuismo del régimen mubarakista que la Junta Militar quiere legitimar ahora con elecciones tramposas.
El jefe del CSFA, el mariscal Husein Tantaui, fue durante 20 años la mano derecha de Mubarak. El viceprimer ministro Ali al-Selmi presentó a los partidos políticos un documento llamado “Principios fundamentales de la Constitución”, donde el ejército se atribuye amplios poderes; la nueva Constitución debería atenerse a 23 puntos, que garantizan a las Fuerzas Armadas una autonomía prácticamente total respecto del poder ejecutivo y les asigna el papel de guardianas de la “legitimidad constitucional”, es decir una especie de tutelaje sobre el próximo gobierno.
Pero en un comunicado conjunto, las fuerzas políticas participantes en la manifestación exigieron a los comandantes militares que fijen fecha para las elecciones generales y trasfieran el poder a un gobierno civil antes de mayo del año próximo. La próxima semana habrá elecciones parlamentarias, pero a nueve meses del derrocamiento de Mubarak no hay fecha establecida para las presidenciales.
“Elecciones”: ¿quién las controla?
Las manifestaciones se produjeron apenas una semana antes de las primeras elecciones legislativas tras el fin del régimen mubarakista, pero se trata de elecciones organizadas y controladas por la Junta militar. Frente a los condicionamientos y a la brutal represión desencadenada en el fin de semana por el CSFA, las fuerzas políticas asumieron posiciones divergentes. Las más reformistas o auspiciadas por diversos imperialismos con intereses estratégicos en la región se limitan a hacer críticas de forma al CSFA; el liberal Mohamed El-Baradei, candidato presidencial y ex director del Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU, se ofrece para encabezar un “gobierno de salvación nacional”, pero no cuestiona las “elecciones” legislativas manipuladas por el CSFA. Otras fuerzas políticas, en cambio, ya anunciaron que no serán parte de esos comicios amañados, alentando de hecho la continuidad de la lucha por el derrocamiento de la Junta militar.