Noticias

02 de octubre de 2010

Reproducimos la introducción del Programa del PCR de la Argentina aprobado en su Décimo Congreso en julio de 2004. Los subtítulos son de la Redacción.

¿Por qué y para qué existe el PCR?

El partido político revolucionario del proletariado

El Partido Comunista Revolucionario de la Argentina es el partido político revolucionario del proletariado, la forma superior de su organización de clase. Es su destacamento de vanguardia, el destacamento nacional de una clase que es internacional, integrado por los mejores hijos de la clase obrera y el pueblo.
Se asienta fundamentalmente en el proletariado industrial y su misión es dirigir al proletariado y las masas populares en la lucha revolucionaria contra sus enemigos: el imperialismo, los terratenientes y la burguesía intermediaria, con el objetivo de conquistar el poder para realizar la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo. Abriendo así el camino a nuestra meta final, la sociedad sin explotadores ni explotados: el comunismo. La teoría que guía su acción es la teoría revolucionaria del proletariado: el marxismo-leninismo-maoísmo.
El PCR nació el 6 de enero de 1968, en ruptura con el Partido Comunista, expresando la necesidad de la lucha revolucionaria obrera y popular de contar con un partido de vanguardia. El PC ya no podía serlo, porque su dirección aunque se proclamaba “comunista” había traicionado la teoría revolucionaria de Marx y Lenin y la había reemplazado por el revisionismo; había abandonado la línea de hegemonía proletaria por el oportunismo político; había abandonando las banderas del clasismo revolucionario y negaba la lucha armada como vía para la revolución; había injuriado al Che Guevara y fue cómplice de las fuerzas que lo abandonaron en 1967, cuando fue a Bolivia para organizar la lucha armada.
Nacimos encabezando la lucha contra la dictadura de Onganía, y desde entonces, siempre estuvimos a la cabeza del combate obrero y popular. Asumimos la continuidad histórica de los que nos precedieron en esta lucha: los que difundieron las ideas marxistas hace ya más de un siglo; de los marxistas revolucionarios que en 1892 formaron la Agrupación Socialista; y de los que en 1918 fundaron el Partido Comunista de la Argentina. Luchamos por fusionar el marxismo-leninismo-maoísmo con el movimiento obrero y por integrarlo con la práctica de la revolución argentina abordando con esa guía los nuevos requerimientos del movimiento revolucionario.
Desde la fundación de nuestro Partido en 1968, con la línea de hegemonía proletaria en la revolución, avanzamos en fundirnos con las masas oprimidas y explotadas. Esa unidad, en particular con las masas peronistas, se ha forjado también con lazos de sangre de comunistas revolucionarios asesinados, detenidos desaparecidos, secuestrados, torturados y encarcelados. Ellos forman parte de quienes, a lo largo de la historia argentina han ofrendado su vida en defensa de los intereses de la clase obrera, del pueblo y de la patria.

Forjar el partido
de vanguardia
Para avanzar en la lucha por terminar con la explotación del hombre por el hombre a escala mundial, la clase obrera forjando su partido de vanguardia deberá dirigir y realizar la revolución en cada país. La integración de las verdades universales del marxismo-leninismo-maoísmo con la realidad de la revolución en cada país es lo que permitirá avanzar en ese camino. Entendemos al marxismo, no como un dogma sino como una guía para la acción: “La doctrina de Marx es un resumen de la experiencia, iluminada por una profunda concepción filosófica del mundo y por un rico conocimiento de la historia”[1].
El objetivo histórico de la clase obrera es la sociedad sin explotadores ni explotados: la sociedad comunista. Sociedad en la que en toda la Tierra hayan sido eliminadas todas las clases, los privilegios y la opresión. Sociedad en la que desaparecerá la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y con ella la oposición y subordinación entre trabajo manual e intelectual, entre el campo y la ciudad, entre la mujer y el hombre, y las desigualdades sociales que acarrea. Sociedad en la que el trabajo no será solamente un medio de vida, sino el medio principal de realización humana y en la que, con el desarrollo de los individuos en todos los aspectos, crecerán también las fuerzas productivas. Sociedad en la que no será necesario el Estado (aparato especial de violencia organizada de una clase para la opresión de otra) sustituyéndose el gobierno sobre las personas por la administración sobre las cosas. Sociedad en la que fluirán abundantemente los manantiales de la riqueza colectiva y se habrá logrado una nueva conciencia. Esto hará realidad el lema: de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades.

La dictadura del proletariado
Marx descubrió que entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista existe el período de transformación revolucionaria de la primera en la segunda, al que corresponde un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. Lenin llamó a este período socialismo o primera etapa del comunismo, un período de lucha “entre el capitalismo derrotado, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero todavía débil”. Lucha que abarcará toda una etapa histórica y será inevitablemente un período de lucha de clases de un encarnizamiento sin precedentes, revistiendo formas agudas nunca vistas y, por consiguiente, el Estado de este período debe ser un Estado democrático de nuevo tipo (para los proletarios y desposeídos en general) y dictatorial de nuevo tipo (contra la burguesía).
Ya en 1915 Lenin se refirió a este tema y en 1918 advirtió: “En toda revolución profunda, lo normal es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho sobre los explotados grandes ventajas, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada… El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finalice, los explotadores siguen inevitablemente abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración” [2].
Posteriormente, sobre la base de lo ocurrido en la URSS, Mao Tsetung retoma y desarrolla la concepción elaborada por Lenin, señalando que: “La sociedad socialista cubre una etapa histórica bastante larga; durante toda esta etapa histórica, aun después de cumplida en lo fundamental la transformación socialista del sistema de propiedad sobre los medios de producción, siguen existiendo tanto las clases como las contradicciones de clase y la lucha de clases; existe la lucha entre el camino socialista y el capitalista; existe el peligro de restauración capitalista y existe la amenaza de subversión y agresión por parte del imperialismo y el socialimperialismo.”
El socialismo se guía por el principio formulado por Marx: “de cada uno según su capacidad, a cada uno según su trabajo”, resolviéndose de manera democrática, centralizada y planificada, la magnitud y características del fondo social común para sostener y ampliar la producción y para cubrir las necesidades socialmente determinadas (plena ocupación, vivienda, educación, salud, jubilaciones, etc.).
Al dominar el Estado y disponer de los medios de producción fundamentales, el proletariado como clase podrá dirigir la lucha por revolucionarizar las relaciones de producción, modificando las relaciones humanas en el proceso de trabajo y decidiendo colectiva y democráticamente sobre el tiempo de trabajo social necesario que los productores entregan a la sociedad y el tiempo libre de que disponen y sobre la distribución del producto social. Todo esto como parte de la lucha para “suprimir las diferencias de clase en general, para suprimir todas las relaciones de producción en que estas descansan y todas las relaciones sociales que corresponden a esas relaciones de producción y para la subversión de todas las ideas que brotan de esas relaciones sociales”[3].

El socialismo mostró su superioridad
En aquellos países en los que la clase obrera conducida por su partido de vanguardia marxista-leninista jugó su papel dirigente, realizó la revolución e implantó su dictadura, pudo decidir qué y cómo se producía y cómo se distribuía lo que se producía. La revolución rusa, la china, la cubana y demás revoluciones triunfantes significaron un salto gigantesco en la historia de la humanidad y sus enseñanzas son de validez universal. Ellas confirmaron y desarrollaron las tesis fundamentales del marxismo especialmente aquellas contra las que hoy la burguesía y los revisionistas libran un feroz ataque: sobre la teoría del Estado, sobre la teoría del imperialismo, sobre la necesidad del Partido de vanguardia de la clase obrera que integre el marxismo-leninismo a la práctica revolucionaria de cada país y sobre la violencia como partera de la revolución.
Los soviets en la revolución rusa y las comunas en la revolución china fueron los órganos básicos de poder que dirigidos por el Partido permitieron que centenares de millones de obreros y campesinos pudieran decidir. También jugaron un papel importante, en los comienzos de la revolución cubana, los comités de defensa de la revolución.
Así se pudo resolver en pocos años comida, techo, vestido, salud y educación para millones de habitantes, produciéndose un gran avance en su desarrollo político, económico y cultural. Se demostró en los hechos la superioridad del socialismo sobre el capitalismo. El socialismo llegó a abarcar a un tercio de la humanidad, y se convirtió en un faro para las luchas de liberación nacional, para la lucha de los oprimidos y explotados de todo el mundo.

Una nueva etapa
En la URSS, en 1957, los revisionistas lograron conquistar la dirección del partido del proletariado y del Estado. El ascenso del revisionismo al poder significó el ascenso de la burguesía al poder y la restauración del capitalismo en el país que fuera hasta entonces la primera experiencia de construcción de una sociedad socialista. Lo mismo sucedió en los países del Este europeo.
Desde sus orígenes, el movimiento revolucionario del proletariado avanzó por oleadas y sufrió derrotas y sangrías grandes, pero ninguna de éstas tuvo la magnitud de la restauración capitalista en los países socialistas. Fue una tremenda derrota para el proletariado y los pueblos oprimidos. Una verdadera tragedia histórica. Aprendiendo de esa experiencia Mao Tsetung impulsó en China una gigantesca revolución destinada a recuperar las posiciones de poder en manos de los revisionistas.
La Revolución Cultural Proletaria China fue una gran revolución protagonizada por millones de hombres y mujeres, jóvenes y mayores, obreros, campesinos, estudiantes, etc. que a partir de 1966 conmovieron a ese país y al mundo. Con ella se logró impedir la restauración capitalista y sostener la dictadura del proletariado durante más de diez años, llevándola a su punto más avanzado.
La derrota posterior a la muerte de Mao Tsetung y otros dirigentes del Partido Comunista de China, no significa que el movimiento obrero haya vuelto a su punto de partida: cada etapa ha permitido adquirir el conocimiento de leyes objetivas de la revolución que tienen validez universal.
De la Revolución Cultural Proletaria puede decirse, como escribió Marx de la Comuna de París en 1871, “cualquiera sean los resultados inmediatos, se ha conquistado un nuevo punto de partida de importancia universal […] Marx veía en aquel movimiento revolucionario de masas, aunque no llegó a alcanzar sus objetivos, una experiencia histórica de grandiosa importancia, un cierto paso adelante de la revolución proletaria mundial, un paso práctico más importante que cientos de programas y raciocinios. Analizar esta experiencia, sacar de ella las enseñanzas tácticas, revisar a la luz de ella su teoría; he aquí como concebía su misión Marx”[4].
Con la derrota de la Revolución Cultural Proletaria, y la restauración capitalista en China, en 1978, se cerró una etapa en el desarrollo del movimiento revolucionario del proletariado mundial; una etapa en la que el proletariado conquistó y ejerció el poder en países que llegaron a abarcar la tercera parte de la humanidad.
La derrota del proletariado ha sido y es utilizada por la burguesía y los revisionistas en todo el mundo para decir que el comunismo ha fracasado y desatar la oleada reaccionaria más grande del siglo 20. Así el imperialismo, los terratenientes y la burguesía en todo el planeta intentan justificar la voracidad con que arrancan conquistas logradas en años de lucha revolucionaria por la clase obrera y los pueblos oprimidos y apelando a viejas teorías (éstas sí ya fracasadas en el siglo 19) señalan que el capitalismo es el único camino.

Con el marxismo-leninismo-maoísmo como guía
La lucha por acabar para siempre con la explotación del hombre por el hombre llevará un largo proceso histórico. A veces parecerá que los explotadores, los reaccionarios, son invencibles; otras, que el movimiento de masas es imparable.
“¡Qué diferentes son la lógica del imperialismo y la del pueblo! Provocar disturbios, fracasar, provocar disturbios de nuevo, fracasar de nuevo, y así hasta la ruina: esta es la lógica de los imperialistas y de todos los reaccionarios del mundo frente a la causa del pueblo, y ellos no marcharán nunca en contra de esta lógica. Esta es una ley marxista. (…) Luchar, fracasar, luchar de nuevo, fracasar de nuevo, volver a luchar, y así hasta la victoria: esta es la lógica del pueblo, que tampoco marchará jamás en contra de ella. Esta es otra ley marxista.”[5]
Es imposible defender el comunismo y enfrentar el revisionismo sin enarbolar la verdadera doctrina de Marx y Engels, sin defender también los aportes de Lenin, en particular a la filosofía marxista, a las teorías de la hegemonía proletaria en la revolución democrática, del imperialismo, del Estado y del partido revolucionario. Y sin defender, además, los aportes de Mao Tsetung, especialmente a la filosofía marxista, a las teorías sobre la revolución de nueva democracia, de la guerra revolucionaria, del partido revolucionario, del Estado; y sin reivindicar la Revolución Cultural Proletaria China y la teoría sobre la continuación de la revolución en las condiciones de la dictadura del proletariado, aporte fundamental de Mao Tsetung al desarrollo del marxismo. Solo así se podrá integrar la teoría con la realidad de cada país, desarrollar esa misma teoría y abordar los nuevos problemas del movimiento revolucionario.
Con el marxismo-leninismo-maoísmo como guía, aprendiendo de la experiencia del proletariado internacional, de las grandes revoluciones del siglo 20 y de las derrotas sufridas, los comunistas revolucionarios de la Argentina luchamos por una sociedad sin explotadores ni explotados.

Revolución ininterrumpida y por etapas
Somos partidarios de la revolución ininterrumpida y por etapas. En la actual etapa, el objetivo es la revolución democrática-popular, agraria y antiimperialista, en marcha ininterrumpida al socialismo. Revolución en la que el proletariado es la fuerza principal y dirigente y cuyo triunfo sólo es posible a condición de que el frente único de los sectores populares, patrióticos y democráticos basado en la alianza obrera-campesina y hegemonizado por el proletariado, destruya a través de la insurrección armada del pueblo al estado oligárquico imperialista y lo sustituya por un poder popular revolucionario. “La tarea central y la forma más alta de toda revolución es la toma del Poder por medio de la lucha armada, es decir, la solución del problema por medio de la guerra. Este revolucionario principio marxista-leninista tiene validez universal, tanto en China como en los demás países”[6].
La revolución en la Argentina es necesaria para resolver los acuciantes problemas que vive la clase obrera y el pueblo. Una revolución que, en lo inmediato libere a la Nación de la dependencia del imperialismo, termine con el latifundio a través de la reforma agraria y abra el camino para avanzar hacia la revolución socialista. Esto sólo es posible con la existencia, el desarrollo y el fortalecimiento del Partido Comunista Revolucionario, el destacamento de vanguardia marxista-leninista-maoísta del proletariado argentino. Partido que, vinculado por millones de lazos a la clase obrera y a las masas oprimidas, sea capaz de dirigir sus luchas en todos los terrenos practicando una política amplia de alianzas para que el proletariado pueda dirigir el frente único de las clases revolucionarias y conducirlas con éxito en la lucha armada por el poder.

[1] Lenin: El Estado y la Revolución.
[2] Lenin: La revolución proletaria y el renegado Kautsky.
[3] Marx: Las luchas de clases en Francia de 1848 a 1850.
[4] Lenin: El Estado y la Revolución.
[5] Mao Tsetung: Desechar las ilusiones, prepararse para la lucha, Obras Escogidas, tomo 4.
[6] Mao Tsetung: Problemas de la guerra y la estrategia.