El escándalo mediático surgido a partir de la última portada de la revista Caras, en la que se hace énfasis en el look “plus size” (talla grande) de la princesa Catalina Amalia de los Países Bajos generó una oleada de repudio desde distintos movimientos a favor de la aceptación corporal, feministas, figuras públicas y medios de comunicación por lo estigmatizante de la publicación.
El crecimiento descomunal del movimiento de mujeres ha instalado sobre la agenda pública el cuestionarse una serie de temas tan profundos como polémicos, entre ellos la aceptación corporal, con el propósito de cuestionar los “cánones de belleza” a los que principalmente las mujeres son sometidas desde niñas en esta sociedad, generando una serie de problemas relacionados a la baja autoestima y sus derivados en la mayoría de la población femenina. Ejemplo de ello es que Argentina es el segundo país con más casos de trastornos alimenticios a nivel mundial (anorexia y bulimia), sólo superado por Japón. En respuesta a ello, ha crecido un “activismo gordo” en redes sociales e intervenciones públicas, así también como su incidencia dentro del feminismo –en 2017 se realizó el primer taller de activismo gordo en el ENM de Resistencia-, que tiene como planteo la liberación del estigma y la discriminación a los cuerpos fuera del canon, promoviendo un discurso de amor propio y orgullo individual como respuesta política a un problema social.
Cabe preguntarse por qué ninguno de estos sectores hace hincapié en el profundo nivel de desigualdad que se vive en un país atrasado y oprimido como el nuestro, que se expresa también en la mirada que hay sobre los cuerpos. Datos arrojados por la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo realizada por el Ministerio de Salud de la Nación demostraron un aumento dramático del sobrepeso y la obesidad dentro de la población, “según el cálculo de índice de masa corporal por mediciones físicas, se evidenció que el 66,1% de los individuos tuvieron exceso de peso (sobrepeso + obesidad), siendo que 3 de cada 10 individuos registraron sobrepeso, y en otros 3 de cada 10 se evidenció obesidad”. Estos índices son mucho más altos en los barrios populares y villas, en donde la obesidad se asocia a la malnutrición.
El aumento drástico de esta estadística está íntimamente ligado al crecimiento del hambre y la pobreza durante los últimos años, situación agravada por el gobierno de Mauricio Macri. No es ninguna novedad que los alimentos más accesibles y baratos son los que más engordan, la malnutrición y las enfermedades producto de esta situación (diabetes, hipertensión, etc.) hacen estragos en la salud de los sectores populares y los más vulnerados. Promover discursos de aceptación corporal sin una perspectiva de clase es negar el grave problema de alimentación que atraviesa nuestro pueblo y la heroica lucha que llevan a cabo los movimientos sociales para paliar esa situación.
Es repudiable la estigmatización de la mujer por su cuerpo. Sin embargo, las miles de mujeres que enfrentan a diario la discriminación por su condición de clase y de género, para quienes la principal preocupación pasa por poder siquiera alimentarse, no son tapas de revistas.
Hoy N° 1826 05/08/2020