Al parecer, vuelven a acelerarse los preparativos para una agresión yanqui a Irán.
La banda fascista de Bush tiene muchos problemas. Sigue empantanada en Irak. La burbuja de la “prosperidad” económica sigue al borde del estallido, y ya despuntan síntomas de recesión. China se mete en las computadoras del Pentágono. Renuncian los asesores y cómplices más próximos al carnicero Bush.
Todo esto torna a esa jefatura imperialista aún más peligrosa. La crisis y los grandes escándalos de fines de los ’90 como los de Enron, Xerox y otros monopolios ligados al bushismo empujaron la “fuga hacia adelante” y —atentados a las Torres mediante—, decenas de miles de soldados yanquis fueron a ocupar Afganistán e Irak.
Ahora crecen las versiones sobre un posible ataque estadounidense contra Irán. Se dice, por ejemplo, que el vicepresidente Cheney dio instrucciones a expertos republicanos para que comiencen una campaña para atacar a ese país.
El lunes 10, el American Enterprise Institute realizó dos eventos relacionados con Irán. El ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich dio un discurso: para él la guerra contra el terrorismo debería ser vista como “una guerra mundial que enfrenta a la civilización con los terroristas y sus estados patrocinadores”. El director de la CIA, Jim Woolsey, discurseó sobre el libro recientemente publicado del conservador Michael Leeden “La bomba de tiempo iraní: La búsqueda de la destrucción de los fanáticos mullah”.
La Heritage Foundation llevó a cabo recientemente un simulacro de guerra en el que participaron varios organismos del gobierno de Bush. El objetivo era anticipar las respuestas iraníes a una campaña de bombardeos norteamericanos.
El Sunday Times de Londres dice que el Pentágono tiene planes para llevar a cabo ataques aéreos masivos contra 1.200 blancos en Irán. La intención es poder aniquilar la capacidad militar de los iraníes en tres días.
L.L.