El “anticordobazo” dirigido por el teniente coronel Navarro, ha planteado con la fuerza de los hechos la necesidad de organizare para derrotar la conspiración proyanqui. Ha evidenciado, también, el elevado nivel golpista de esa conspiración.
El “anticordobazo” dirigido por el teniente coronel Navarro, ha planteado con la fuerza de los hechos la necesidad de organizare para derrotar la conspiración proyanqui. Ha evidenciado, también, el elevado nivel golpista de esa conspiración.
El proletariado industrial de Córdoba evitó la trampa que quería utilizarlo, a riesgo de desangrarlo, para facilitar las negociaciones de los sectores antiyanquis reformistas. Pero no pudo encabezar una respuesta eficaz que, golpeando a fondo a los sectores fascistas y proyanquis, hubiese afirmado una propuesta popular y antiimperialista.
Para esto faltó un auténtico y poderoso frente único de todos los sectores que se oponen a los yanquis y sus socios nacionales. Un frente único hegemonizado por el proletariado, con la alianza obrero-campesina como núcleo. Un frente único organizado, y capaz de oponer hombres armados a los hombres de la conspiración. Ya que: “cuando hablan las armas callan las leyes”, y se ha evidenciado que ni las invocaciones a la Constitución Nacional o a la Constitución cordobesa sirvieron para derrotar al policía insurreccionado.
Al dibujarse con tanta nitidez la trinchera proyanqui obligadamente se va trazando la trinchera opuesta.
Pues el desafío ya está hecho.
Pero la trinchera antiyanqui no será eficaz sólo porque en ella se amontonen muchos y se junten muchas fuerzas, al tiempo que, cuidadosamente, se excluyen a los que estuvieron a la vanguardia de la heroica lucha antidictatorial.
Cada clase social, cada sector y fuerza política antiyanqui, plantea una línea para el combate. Existen incluso sectores antiyanquis que no quieren combatir; practican una línea de resistencia pasiva y esperan atemperar al enemigo haciéndole concesiones.
Se puede decir que en la trinchera antiyanqui se formulan dos grandes respuestas ante el desenlace que se avecina.
Una es la respuesta reformista. Otra la revolucionaria.
Perón lidera el amplio frente nacionalista burgués que pretende forcejear con reformas, frente a los yanquis y grandes terratenientes y burgueses a ellos asociados.
Desde este punto de vista representa a todo el frente reformista.
Pero Perón tiene su propio proyecto de lucha contra la dependencia y busca fortalecer un núcleo en el Ejército que apoye ese proyecto.
La burguesía prosoviética representada en el gobierno, entre otros, por Gelbard, y en el llano por una constelación de fuerzas políticas que van desde el P“C” hasta sectores internos del peronismo y del radicalismo, tiene otro proyecto. Pretende orquestar un frente popular, cívico-militar, que una desde la UCR hasta los sectores de la izquierda peronista, y sustente un “gobierno de amplia coalición” que garantiza ese proyecto.
Balbín se alía con Perón. Pero mantiene un puente con los sectores prosoviéticos. Ese puente se puede recorrer, de ser necesario, desde uno u otro extremo. Por él pueden los prosoviéticos ir a Olivos, pero también puede, llegado el caso, ir Balbín a un “Frente Popular”.
Los reformistas excluyen a los revolucionarios de su frente único.
Excluyen a los auténticos comunistas del frente único antiyanqui. Aparentan ignorar al PCR, aunque, secretamente, nos reprochan que no los apoyamos cuando “las papas queman” para ellos. Son arrogantes con el proletariado revolucionario y su partido marxista-leninista. Quisieran que éstos tuviesen una conformación vertebral que los obligase a estar con el lomo agachado frente a los reformistas. Pero ni el proletariado revolucionario ni el PCR son así. Excluyendo al PCR y al movimiento obrero clasista, que ya constituye una corriente poderosa en el movimiento obrero argentino, no se podrá conformar un frente único eficaz.
En lo internacional se han concretado una serie de medidas positivas. Pero es necesario asegurar una sólida unión con las fuerzas revolucionarias antiimperialistas que apoyan nuestra lucha.
Perón gestiona acuerdos con los países del Tercer Mundo que luchan contra las dos superpotencias, y busca la amistad de la gloriosa Revolución China.
El sector prosoviético es enemigo de toda política que busque fortalecer ese frente mundial antiimperialista. Por eso ha tratado de entorpecer el fortalecimiento de los lazos amistosos con la República de Libia y otros países árabes y con la República Popular China. El vociferante Oscar Alende es el portavoz más connotado de esta política que confía a las conversaciones de sobremesa de Brezhnev con Nixon la principal solidaridad a nuestra lucha antiyanqui.
La reunión de Brasilia de Pinochet-Banzer-Geisel-Bordaberry, y las declaraciones del secretario del Tesoro de los EE.UU. del 26 de marzo, referentes a la venta de vehículos a Cuba por las empresas norteamericanas radicadas en la Argentina, indican que los yanquis se van aprestando para definir a su favor a la partida. Por otra parte, Pinochet ha llamado a filas una enorme cantidad de reservistas. Hoy el Ejército comandado por los gorilas chilenos tiene bajo bandera más efectivos que la Argentina, mientras tejen junto con Banzer provocaciones contra Perú.
Los yanquis se aprovechan del hecho de que las reformas realizadas los han dejado indemnes. El proletariado ha debido luchar y expresar a gritos su protesta para recibir un pequeño aumento de salarios que ya se comió la inflación. Mientras tanto a los yanquis no se los expropia, y se busca utilizar para turbios negocios de los Gelbard y su grupo, los frigoríficos, ingenios azucareros, empresas y servicios nacionalizados. El escándalo en la bodega Giol, en el caso de comprobarse, sería un poroto al lado de los beneficios que ese grupo está obteniendo con el control de las empresas estatales.
Los jerarcas sindicales como Otero, Miguel, Romero, Ravitti, Ezquerra, Rodríguez, Zorila, S. Palma y Cía., que se abrazaron con Onganía, Levingston y Lanusse, mientras los obreros y el pueblo combatíamos contra la dictadura, pretenden seguir usurpando nuestra organización en nombre de la verticalidad a Perón. Algunos de ellos son agentes yanquis dentro del movimiento obrero. Otros son agentes de otros monopolios y potencias imperialistas. Alguno puede trabajar para los intereses de la gran burguesía nacional. Ninguno de ellos representa a la clase obrera ni defiende nuestros intereses y reivindicaciones. Allí está la “gran paritaria nacional”, realizada a nuestras espaldas, sin que tengamos ni arte ni parte, que no resuelve nuestros angustiosos problemas de salarios, carestía y desocupación. Allí está el fraude y el matonaje en metalúrgicos, textiles, bancarios, etc. Allí está la pelea por controlar la torta entre Medina y Ravitti, mientras ambos preparan el fraude en las próximas elecciones de la Unión Ferroviaria.
Perón apoya a los jerarcas sindicales no porque crea o deje de creer en su lealtad peronista sino porque –como representante de la gran burguesía nacional– teme a la democracia sindical y al clasismo y debe aplastarlos para desarrollar su propia política proburguesa. Así se contrapone a los intereses de las masas obreras y populares y cava su propia tumba ante los yanquis. Por eso la democracia sindical que nos garantice la lucha por nuestras reivindicaciones debe ser conquistada como lo hicieron los mecánicos cordobeses y los metalúrgicos de Villa Constitución. No se la conquistará con regateos y lamentos como predican los reformistas.
Sólo barriendo a los jerarcas traidores de nuestros gremios y estableciendo la democracia sindical podemos fortalecer nuestros cuerpos de delegados, comisiones internas, sindicatos y CGT. Y esto sólo lo conseguiremos con la lucha por nuestras reivindicaciones, en primer término, por un salario mínimo de 250.000 pesos, un aumento general de emergencia de 50.000 pesos, y el funcionamiento de las paritarias, y por la recuperación sindical.
II
Como se siegan las esperanzas revolucionarias de las masas que votaron al FREJULI es inevitable que también se las apalee cuando protestan. Como en el Banco de la Nación o en la Villa de Retiro. Por eso también se aprobaron las reformas al Código Penal y se encarcela a militantes populares.
Pero no se apalea a los enemigos del pueblo. Ni se los expropia. Y así se abona el terreno para la restauración gorila, como en 1955. Porque el enemigo incuba dentro del país, protegido por el cerco de las dictaduras fronterizas. Si se lo aplastase adentro el pueblo argentino destrozaría ese cerco como lo destrozó en 1810.
Sólo un poder revolucionario podrá cumplir esa tarea. Un poder basado en un amplio frente único antiyanqui asentado en la alianza obrero-campesina y hegemonizado por el proletariado. Entonces sí no habrá otro 1955.
Ese frente debe unir a todo el pueblo. Y también a los sectores burgueses antiyanquis, sean estos prosoviéticos o proeuropeos, y muy especialmente, a los sectores patrióticos y democráticos de esa burguesía.
Y debe organizarse para derrotar militarmente a los restauradores. Porque el “anticordobazo” ha probado que éstos se preparan militarmente. ¿Cómo derrotarlos? Como en 1806 y 1810: organizando las milicias populares armadas.
El pueblo preferiría derrotar al enemigo yanqui y gorila sin guerra civil. Pero sería criminal alentar ilusiones en un camino pacífico. Miles y miles de hermanos chilenos han pagado con su sangre la creencia difundida por Allende –y él también pagó con su vida– y los dirigentes prosoviéticos de la UP, según la cual los mandos militares eran “constitucionalistas” y el parlamento burgués podía servir para liberarse del imperialismo y llegar incluso hasta el socialismo.
En 1955, los jefes gorilas sublevados, eran también los mismos que habían jurado respetar la Constitución e incluso lealtad a Perón.
Por otra parte, para recuperar nuestras organizaciones sindicales y garantizar la democracia sindical también debemos estar masivamente organizados para defendernos de los matones y los grupos parapoliciales. Los campesinos pobres y medios en su lucha por la tierra sólo pueden obtenerla y defenderla, si su movilización y organización se halla también garantizada por una fuerte autodefensa armada de masas. Nuestros hermanos de clase que habitan las villas y barrios de emergencia sólo organizando brigadas de autodefensa podrán defender las viviendas, allí donde las han conseguido y resguardar su organización democrática contra el ataque asesino de los grupos parapoliciales.
Todas estas formas de autodefensa armada de masas mañana podrán transformarse en brigadas populares y ser instrumento del enfrentamiento armado con el golpe yanqui. Sólo así, además, los soldados, los suboficiales y los oficiales patriotas y antiimperialistas, en vez de ser nuevamente utilizados para masacrar al pueblo y entregar el país a los yanquis, podrán romper con los oficiales golpistas, y se unirán al pueblo.
Si existen, como existen, sectores burgueses que temen más a este frente que a los yanquis, serán ellos los que se verán obligados a elegir su trinchera. Pero lo grave sería que el pueblo fuese incapaz de cavar la trinchera antiyanqui y deba asistir, inerme, una vez más, a la claudicación de la gran burguesía nacional. Cuando Perón dice que hay que elegir entre la sangre y el tiempo, y que él opta por el tiempo para ahorrar sangre, expresa, precisamente el carácter reformista y vacilante de la burguesía nacional. El problema planteado no es el del tiempo necesario para aplicar una política. El problema es: ¿Qué política se quiere aplicar? ¿Una política revolucionaria o una política reformista? ¿Una política que beneficie a los ricos y concilie con los yanquis o una política que beneficie al pueblo? Además como ya lo vivimos en 1955 si se pierde tiempo conciliando con el enemigo, éste recupera todo el poder, inevitablemente, y la sangre del pueblo se derrama a raudales. Y esta vez va a ser mucho peor que en el 55. Porque los yanquis y los oligarcas gorilas pretenden cortar a sangre y fuego el ascenso revolucionario que se inició hace 5 años con el Cordobazo y siguió con el Rosariazo, el Tucumanazo, el Mendozaso, el Rocazo y las grandes movilizaciones del 17 de noviembre del 72, del 25 de Mayo de 1973 y del 20 de junio de 1973. Porque pretenden cortar a sangre y fuego el desarrollo de la columna vertebral de todo este proceso: el movimiento obrero clasista que tiene en el SMATA cordobés su expresión más alta, el movimiento de los campesinos pobres y medios, que se organizan en las Ligas Agrarias, el poderoso movimiento popular en barrios y localidades, y el avance del movimiento estudiantil-docente antiimperialista en las universidades.
Las reuniones de Olivos entre Perón y las fuerzas reformistas y burguesas no garantizan el triunfo.
Para los falsos comunistas prosoviéticos son un “histórico primer paso”. Pero como se ha excluido al proletariado revolucionario, a su partido marxista-leninista-maoísta, y a los partidos revolucionarios, ese sólo puede ser, si no se lo repara, el “primer paso” hacia el precipicio. ¿Pueden acaso, garantizar hoy Perón, Frondizi, Balbín, Alende, Iscaro, con la misma línea de ayer, lo que no garantizaron en 1955, en 1959, en 1962, o en 1966? La respuesta es una sola: no.
Sin un auténtico frente único reuniones como esa son el opio que adormece al pueblo mientras los yanquis afilan sus cuchillos.
En estos años de duros combates contra la dictadura aprendimos que con nuestra lucha y nuestra unidad podemos conseguir todo y quedándonos quietos no obtenemos nada. Muchos compañeros que creyeron que Perón empezaría a resolver nuestros problemas más graves ven que la realidad difiere de sus esperanzas. Y, además, se interrogan con creciente inquietud sobre qué pasará cuando Perón no esté.
El proletariado industrial, que acaba de indicar en Villa Constitución el verdadero camino de la unidad popular, el partido marxista-leninista-maoísta de la clase obrera, el PCR, y las organizaciones revolucionarias, deben organizar la respuesta a los yanquis y sus socios nacionales.
Esa respuesta urge.
Los comunistas revolucionarios decimos que la respuesta debe ser profundizar el combate obrero, campesino y popular, golpeando duro y sin tregua a los yanquis, a los oligarcas y a los jerarcas sindicales. En este camino, desarrollaremos nuestra unidad, y nos organizaremos y armaremos, para poder enfrentar y derrotar el zarpazo yanqui y gorila que se prepara, y para avanzar hasta el triunfo total de la revolución democrático-popular, agraria, antiimperialista y antimonopolista, en marcha al socialismo.
Por eso, en este 1o de Mayo, debemos levantar bien alto las banderas clasistas revolucionarias del proletariado. Debemos movilizarnos masiva y organizadamente para expresar nuestra voluntad de lucha contra los yanquis, oligarcas y jerarcas. Debemos manifestar nuestra solidaridad combatiente con todos los pueblos que luchan por su liberación y con los que, como el gran pueblo chino, edifican el socialismo.