Se está produciendo un gigantesco proceso de concentración y centralización monopolista a escala mundial. Proceso que afecta a grupos enteros de naciones. A diferencia del período en el que las que el revisionismo llamó multinacionales, fundamentalmente exportaban capitales a sus filiales en el extranjero, y a diferencia del período de los llamados “petrodólares”, en el que los países imperialistas realizaron gigantescas inversiones de la banca privada a través de préstamos a los países del Tercer Mundo (préstamos que entrelazaron, aún más, las economías de estos países con los centros imperialistas) actualmente los monopolios se expanden principalmente por un proceso de fusiones, absorciones o asociaciones, con otras corporaciones destinadas a excluir la competencia y mediante negocios de miles de millones de dólares por venta de acciones en la Bolsa, créditos para esas fusiones, especulación, vaciamiento y quiebra de numerosas empresas. Así eliminan la competencia en un país o una región determinada, procediendo a un nuevo y brutal reparto de esferas de influencias sólo comparables al previo a la Primera y a la Segunda Guerra Mundial. En el último período ha aumentado extraordinariamente la exportación de capitales, sobre todo de Japón y Alemania Federal; aunque aún los capitales yanquis duplican a las inversiones inglesas, japonesas y alemanas en el extranjero, tomadas por separado.
Últimamente, y sólo a título de ejemplo, la Siemens alemana adquirió a la General Electric británica con lo que pasó a ser el primer grupo europeo en electrónica y el tercer grupo mundial luego de la IBM y la General Electric yanquis, preparándose para la batalla por el predominio mundial en el área de la microelectrónica. La Ford (que en América del Sur se unió a la Volkswagen) acaba de adquirir a la Jaguar, británica, por 2.900 millones de dólares, para poder competir en el mercado de los autos de lujo. Así la Ford se impuso a la General Motors que trató, antes, de adquirir el control de la Jaguar. La Sony –japonesa– tomó el control de la Columbia Broadcasting System y la Columbia Pictures yanquis con lo que hegemonizará el mercado mundial de films. La Mitsubishi –japonesa– compró el paquete mayoritario del Rockefeller Center y se ha transformado en uno de los principales grupos en el negocio inmobiliario en los EE.UU. La Nestlé compró por 3.000 millones de dólares a la corporación yanqui Carnatios.
En Europa la producción automovilística se va concentrando en manos de la Fiat (muy fuerte también en los mercados del Este europeo) y la Volkswagen; la computación quedará en manos de la Siemens y Olivetti; las comunicaciones en las de Siemens y Thompson-Alcatel; la industria atómica se repartirá entre empresas alemanas y francesas; la petroquímica entre británicas e italianos, la agricultura y ganadería entre Gran Bretaña y Francia (con excepción de los lácteos cuya producción concentrarán empresas holandesas y danesas).
Todo este proceso va acompañado de un aumento de la desocupación (llega a más del 1l % de la población activa en Francia) que se va tornando un problema crónico en todos los países capitalistas, con características particulares, diferentes a los que tuvo el tradicional Ejército laboral de reserva. La transformación de la Caterpillar Tractor Company, por ejemplo, al implantar procesos altamente automatizados con producción computarizada y robotizada, con destino a la industria de guerra, redujo su fuerza laboral de 90.000 obreros a 53.000, aumentando sus niveles de productividad. Entre 1977 y 1982 se perdieron más de cuatro millones de puestos de trabajo en los EE.UU. y trece millones de trabajadores han sido desplazados por cierres de fábrica. El 60% de los que pudieron encontrar trabajo una vez despedidos gana menos de 7.000 dólares anuales (que se considera el nivel de pobreza). Entre 1981 y 1985 la General Electric despidió cerca de 100.000 trabajadores. Estamos citando fuentes oficiales yanquis de la Oficina de Estadísticas laborales. Se intensifican los ritmos de trabajo en las fábricas y paralelamente se pauperiza la clase media, lo que ha generado el problema masivo de “los sin techo” (más de 30 millones de personas) cuyas manifestaciones de reclamo han conmovido recientemente varias ciudades americanas.