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20 de diciembre de 2012

 

Hace 11 años, por primera vez en nuestra historia, una gigantesca pueblada nacional volteó a un gobierno entreguista, forzó la suspensión del pago de la deuda externa y conquistó un millón de planes sociales para paliar el hambre. Así se abrió una situación revolucionaria en la Argentina.

Profundizar el camino del Argentinazo

A 11 años de la pueblada del 19 y 20 de diciembre de 2001

 

 

“Nos mean y los medios dicen que llueve”, decía una famosa pintada por aquellos años, describiendo la terrible situación por la que atravesaban grandes masas el 2001, producto de la nefasta política de De La Rúa y su ministro de Economía Cavallo, que vino a profundizar la entrega, desocupación y hambre impuesta por el menemismo.
 
Ese fin de año, cuando los desocupados y pobres superaban los 15 millones, el gobierno de De La Rúa recortó el 13% a los salarios de los estatales, las jubilaciones y las pensiones; congeló los depósitos, redujo planes sociales y bolsones de comida a los movimientos de desocupados, y estableció el “corralito”. Se cortó la cadena de pagos y se multiplicó la desocupación. Los inmensos sufrimientos de los más de abajo intentaron ser instrumentados por sectores de las clases dominantes opuestos al gobierno de la Alianza empujaron saqueos a los supermercados, como preparativos de un golpe de Estado. 
 
Pero no contaron con el inmenso auge de masas que se venía desarrollando en nuestro país, en el que las fuerzas clasistas y revolucionarias veníamos planteando, como dijo en marzo de 1996, el secretario general del PCR, Otto Vargas, que no había otra forma de acabar realmente con las políticas y los gobiernos del hambre y la entrega, que el camino de las puebladas, el camino de “un santiagueñazo nacional triunfante, un Argentinazo”. 
 
Un camino, el de las puebladas, que nuestro pueblo viene practicando desde comienzos del siglo 20, y que, en el 2001, fue la respuesta popular a esta política de hambre y entrega. Un camino por el que se consiguieron 2 millones de planes sociales, la pesificación de las deudas de decenas de miles de productores, la suspensión del pago de la deuda externa, entre otras medidas que ayudaron a paliar esa crisis.
 
Además, esa situación revolucionaria de la que hablamos implicó que emergió un gigantesco desprecio a las leyes del sistema y las instituciones del Estado. Sectores populares como los obreros en las fábricas ocupadas, los desocupados, productores agropecuarios y las asambleas populares, multisectoriales y cabildos abiertos practicaron la democracia directa. Creció el proceso de luchas y organización de los campesinos pobres y pueblos originarios. Se extendió la autodefensa de masas, con organizaciones relativamente estables. Los trabajadores pusieron en producción fábricas cerradas o quebradas, y en empresas estatales como el Astillero Río Santiago, los trabajadores impusieron una comisión fiscalizadora que de hecho realizó el control obrero de la producción. 
 
El Argentinazo del 19 y 20 de diciembre de 2001 sacudió a la Argentina hasta sus cimientos. Treinta y nueve compañeros regaron con su sangre este hecho heroico. Entre estos mártires se encuentra el compañero de la CCC de Entre Ríos, José Daniel Rodríguez.
 
 
Los acontecimientos se precipitan
Ya desde el gobierno de Menem la clase obrera y el pueblo venían librando grandes batallas, con hitos como el Santiagueñazo, Cutralcó, Tartagal-Mosconi, La Matanza. Con De la Rúa la pelea se intensificó: 7 paros generales, innumerables luchas parciales, cortes de rutas, movilizaciones estudiantiles, masivos encuentros de mujeres, etc. El repudio se expresó en las elecciones de octubre, cuando más de 10 millones de personas votaron en blanco, anularon su voto o no votaron.
 
Se fueron configurando así, todos los rasgos propios de una situación revolucionaria objetiva. En primer lugar, los de abajo no podían vivir bajo el hambre, la desocupación y demás consecuencias de la crisis, y los de arriba ya no podían aplicar pacíficamente la política de hambre y entrega. El bloque dominante se fracturó entre defensores de la convertibilidad y devaluadores. Y las masas se vieron empujadas “a una acción histórica independiente”: las puebladas y el Argentinazo.
 
Esto es lo que oculta el gobierno kirchnerista en su balance, ya que una de sus metas principales, desde el 2003, fue “reconstituir el Estado”. Porque con esta pueblada emergió una situación revolucionaria, que se expresó, entre otras cosas, en el desarrollo de formas de autogobierno como asambleas populares y cabildos abiertos, la puesta en marcha por sus obreros de decenas de fábricas recuperadas, y en esa consigna que dio la vuelta al mundo, “que se vayan todos”, que expresaba el hartazgo de millones hacia los políticos burgueses.
 
La pueblada culminó en Plaza de Mayo, en la gran jornada del miércoles 19 y el jueves 20, y en la lucha de calles que le siguió. Pero fue nacional: desde Jujuy hasta Tierra del Fuego, en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, en las capitales de provincia y ciudades y pueblos del interior, cientos de miles de personas protagonizaron el levantamiento popular. 
 
El gobierno de De la Rúa, acorralado por las luchas populares, y en franca lucha con otro sector de las clases dominantes que empujaba una salida golpista, el 19 de diciembre dictó el estado de sitio y realizó un inmenso despliegue de fuerzas represivas.
 
La respuesta popular no se hizo esperar. Cientos de miles se volcaron a las calles el mismo 19, con tres objetivos fundamentales: la casa del ministro Cavallo, la Quinta Presidencial, y la Plaza de Mayo. Allí se libraron los primeros combates con las fuerzas represivas, que duraron hasta la madrugada y enterraron en la práctica el estado de sitio. El 20 de diciembre la lucha siguió hasta conocerse la renuncia del odiado De la Rúa, y su salida de la Casa Rosada en helicóptero. 
 
 
Por qué no se pudo imponer un gobierno
No se pudo avanzar más, en primer lugar, porque el movimiento obrero llegó dividido y dirigido mayoritariamente por fuerzas que, en las jornadas decisivas del 19 y 20 de diciembre, desmovilizaron a sus organizaciones. En segundo lugar, no hubo un centro coordinador. La mayoría de las direcciones de las fuerzas populares, incluso las que se definen como de izquierda, rechazaban el camino del Argentinazo, ilusionadas con el camino electoral. En tercer lugar, las Fuerzas Armadas permanecieron neutralizadas para la represión, pero no dio para que los sectores patrióticos se sumaran al pueblo. En cuarto lugar, se demostró la necesidad, urgente, del crecimiento de las fuerzas clasistas y combativas del movimiento obrero y de las corrientes democráticas, antiimperialistas y antiterratenientes en el movimiento popular, y particularmente, la necesidad del crecimiento numérico y organizativo del PCR y de su preparación para poder afrontar los duros combates que se avecinan.
 
Por eso hoy, mientras trabajamos para aprovechar a fondo los resquicios de legalidad, redoblando la campaña por la personería del PTP, fundamental para nuestra política de reagrupamiento de fuerzas, reafirmamos que hay que profundizar el camino del Argentinazo, como el único camino posible para lograr la liberación de nuestro pueblo y nuestra patria.