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21 de enero de 2015

Los analistas de mercado se alarman sobre las profundas consecuencias que tiene la crisis del petróleo. Algunos, incluso, alertan que “no es difícil prever que la economía mundial caiga de nuevo en recesión”, como escribió Larry Elliot en The Guardian (Clarín, 11/1/2015).

Puja entre monopolios y potencias imperialistas

La guerra del petróleo

El extraordinario incremento de la producción de petróleo por fuera de los países integrantes de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) –que tienen cuotificada su producción en función de preservar los precios– ha producido una inundación de los mercados globales de energía. La demanda mundial de crudo no alcanza a absorber la producción adicional y la OPEP se ha limitado a observar el derrumbe de los precios.
Los analistas señalan para el 2015, una sorprendente repetición de lo sucedido hace 30 años, previo a la crisis financiera del famoso Lunes Negro de 1987. Entonces, entre noviembre de 1985 y marzo de 1986, la cotización del crudo se desplomó 67%; ahora, entre junio de 2014 y la actualidad, los precios han caído 57%.
Los mercados volvieron a temblar la semana pasada, luego de que el ministro de Energía de Emiratos Árabes Unidos reiteró que la OPEP no tiene intención de modificar su decisión de mantenerse en las actuales cuotas de producción. Estados Unidos también divulgó proyecciones que muestran que habrá un exceso de suministro durante este año y el próximo, proveniente principalmente del auge del “shale”. Lo mismo Canadá con su producción basada en la explotación de las arenas bitumisas, en las que participa la inglesa Shell.
Después del derrumbe de mediados de los años ‘80, los precios demoraron casi 20 años en recuperar los niveles previos, hasta el auge de la demanda mundial posterior a la crisis de 2001, que tuvo como principal protagonista a la economía de China. Los precios se incrementaron entonces y lograron sostenerse por las dificultades para expandir la oferta por fuera de los países de la OPEP, las guerras en Medio Oriente y en el Norte y Centro de Africa.
Antes que las energéticas estadounidenses hallaran una forma de extraer petróleo de las formaciones de esquisto (el shale), la ejecución de los proyectos de hidrocarburos demoraba años. Tuvieron que pasar dos décadas desde su descubrimiento en el litoral mexicano hasta que se empezó a extraer petróleo del gigantesco yacimiento de Cantarell frente a la península de Yucatán. Empezar a trasladar crudo desde el norte de Alaska a los mercados demoró nueve años y demandó una inversión de miles de millones de dólares.
Ahora, en cambio, el descubrimiento y desarrollo del crudo procedente de las formaciones de esquisto es más veloz. Perforar y fracturar hidráulicamente un yacimiento demora semanas, no años. Un pozo caro cuesta 10 millones de dólares, comparado con los miles de millones de dólares que se necesitan para perforar yacimientos marinos y construir la infraestructura asociada.
El ciclo de inversión en los campos del shale se ha abreviado. El yacimiento de esquisto Eagle Ford fue descubierto en 2008. En un plazo de cinco años, estaba bombeando un millón de barriles diarios, gracias a una oleada de capitales que financiaron la perforación de miles de pozos. Cada pozo produce mucho en un comienzo, pero a diferencia de la explotación de las arenas bituminosas luego decae rápidamente, lo que para mantener la oferta requiere la perforación constante de nuevos pozos.
Así, la disminución de las inversiones en nuevos pozos del shale podría contribuir a reducir el suministro en un tiempo más corto que en el pasado, restaurando un equilibrio entre la oferta y la demanda sin tener que esperar décadas. Pero la disponibilidad de tanto petróleo nuevo, guardado en formaciones fáciles de perforar, no permite augurar que los precios repuntarán pronto o regresarán a los niveles de tres dígitos de hace apenas unos meses.
Conoco Phillips, una de las mayores petroleras estadounidenses, indica que sus yacimientos de esquisto en Estados Unidos pueden ser rentables mientras la cotización se mantenga por encima de 40 dólares el barril. Un portavoz de la compañía dijo que una mayor eficiencia, una mejor tecnología y una mejor comprensión de las rocas ayudaron a la empresa a reducir costos.
 
Canadá apuesta a sus arenas bituminosas
En la guerra de desgaste cada vez más severa entre los principales países productores y los monopolios imperialistas tras ellos, las mayores minas de arenas bituminosas de Canadá los desafían: no cuenten con nosotras para reducir la producción.
Después de ser durante mucho tiempo la entenada de la producción de crudo denominada no convencional, las arenas bituminosas atrajeron a algunos de los más destacados productores de energía del mundo hacia un remoto rincón del norte de Alberta donde los depósitos de crudo pesado son más abundantes. Allí, han invertido miles de millones de dólares en construir un expansivo complejo industrial en medio de bosques.
Incluso bajando los precios del petróleo a menos de 50 dólares el barril, es poco probable que esas empresas reduzcan su oferta debido a sus enormes costos iniciales, combinados con el tiempo que lleva recuperar la inversión y los prolongados periodos de explotación. A diferencia del crudo de esquisto, que requiere la perforación constante de pozos nuevos para mantener los niveles de producción, una vez que un yacimiento de arenas bituminosas es desarrollado produce decenas o cientos de miles de barriles diarios, de forma constante, durante hasta tres décadas.
Canadá exportó a Estados Unidos más de tres millones de barriles diarios en 2014, según la Administración de Información de Energía de Estados Unidos, un volumen récord que ayudó a desplazar otras importaciones (como las del México y Venezuela), y los productores en Canadá también buscan acceder a los mercados europeos y asiáticos. Todo hace prever que las arenas bituminosas seguirán su contribución al exceso global de petróleo durante mucho tiempo, sin importar el precio del crudo. Eso tiene implicancias para los precios al contado, para otros importantes productores de petróleo en todo el mundo y para el futuro de obras de infraestructura clave.
Las actuales minas de arenas bituminosas a cielo abierto pueden generar ganancias en unos 30 dólares el barril, y los proyectos más eficientes de arenas bituminosas subterráneas de Cenovus Energy, un gran operador canadiense, pueden cubrir sus costos con 35 dólares por barril. Eso sigue siendo más que los niveles para cubrir costos de muchos pozos petroleros tradicionales (en Arabia Saudita a 6 dólares), pero menos que los niveles de otras fuentes no convencionales de crudo, como el esquisto.
Además los monopolios imperialistas ajustan sobre los trabajadores manteniendo su producción en la puja intermonopolista por los mercados. La unidad canadiense de la Shell dijo la semana pasada que reduciría hasta 10% el personal de su mina de arenas bituminosas para compensar la caída de los precios del crudo.
Algunos productores más pequeños en Canadá recortaron sus presupuestos y sus pronósticos de producción. Pero pocas de las mayores empresas en Canadá prevén reducir la producción. Esa estrategia las enfrenta con Arabia Saudita y otros productores con bajos costos que buscan apuntalar su participación de mercado y barrer a los productores marginales, agudizándose la puja internacional entre grandes jugadores como las yanquis Exxon y Chevron, la inglesa Shell y la estatal china Cnooc.
 
La caída del crudo suma incertidumbre en las Bolsas
Al irse conociendo los resultados de las empresas del cuarto trimestre de 2014, los inversionistas advierten el menor crecimiento de las ganancias de las empresas estadounidenses en varios años, por el fortalecimiento del dólar y el deterioro de los precios dada la superproducción relativa de las materias primas minerales y agrícolas, con todo el excedente que eso implica en las industrias y servicios conexos.
Esto, sumado a las excesivas valoraciones de las acciones por la especulación favorecida por el dólar barato desde la crisis financiera de 2008 –las burbujas de precios de activos–, en relación al mucho menor crecimiento de la economía, está haciendo temblar a las Bolsas.
Durante los últimos meses, el Promedio Industrial Dow Jones y el S&P 500 ascendieron a máximos históricos, al tiempo que comenzaron a darse frecuentes retrocesos. Los índices batieron récords en las últimas jornadas de 2014 pero desde entonces han registrado dos semanas seguidas de caídas.
Algunos destacados fondos de cobertura están reduciendo su exposición a las acciones y su recurso al endeudamiento para agrandar sus apuestas, ante la perspectiva de mayores turbulencias en el año que comienza.
En tanto, una pronunciada apreciación del dólar reduciría el valor de los ingresos obtenidos en el exterior en varios puntos porcentuales, además de restarle competitividad a las exportaciones estadounidenses. La desaceleración del crecimiento internacional también presiona las utilidades de las multinacionales de Estados Unidos.
Ante la desaceleración de las ganancias y el ascenso del mercado bursátil a nuevos máximos, las acciones se han estado encareciendo en relación a las utilidades. Las empresas del S&P 500 cotizan a 16 veces las ganancias proyectadas para los próximos 12 meses. Se trata del nivel más alto desde junio de 2007, previo a la crisis de 2008, y está muy por encima del promedio de 10 años de 14,1.