El 30 de abril de 1945, los sargentos Égorov y Kantaria, pertenecientes al III Ejército de Asalto del Frente Central del Ejército Rojo de la Unión Soviética, izaron sobre la cúpula del Reichstag (Parlamento) en Berlín, capital de Alemania, la bandera soviética con la hoz y el martillo.
Este hecho simbolizó la victoria sobre el imperialismo nazi-fascista de Hitler, que pondría fin a la Segunda Guerra Mundial en Europa. Pocos días después, el 9 de mayo según el horario ruso, el mando alemán firmaba la rendición. Este día pasó a ser recodado como “El día de la victoria”, con actos en Europa (el 8 por la diferencia horaria), y en la actual Rusia.
El pueblo soviético, con el costo de 27 millones de muertos, fue el principal responsable, con su Ejército Rojo, su Estado y su Partido dirigidos por José Stalin, de la caída de la bestia nazi, que desde 1939 había desatado una cruenta guerra, enfrentando por un lado a otras potencias imperialistas como Inglaterra, Estados Unidos y Francia, y a la URSS por el otro. Como recordaba siempre nuestro querido Otto Vargas, secretario general del PCR fallecido en 2019, murieron en esa guerra tres de cada cuatro comunistas enviados al frente o siendo parte de las guerrillas.
Sólo tras el triunfo soviético en Stalingrado en febrero de 1943, que marcó el inicio de la contraofensiva soviética, las potencias occidentales abrieron un segundo frente contra el imperialismo alemán.
Los revisionistas de todo el mundo, en particular la nueva burguesía que se apropió del Estado y restauró el capitalismo en la URSS luego de la muerte de Stalin, han intentado ocultar su papel en la dirección de la heroica resistencia a la invasión alemana, así como su papel en la derrota de Hitler.
Los comunistas revolucionarios, los maoístas, así como reconocemos la jefatura de Stalin en el heroico enfrentamiento con los nazis, hemos señalado también que en el curso de la guerra se pusieron de manifiesto rasgos chauvinistas y de exagerado nacionalismo gran ruso en su política. Esto trajo graves consecuencias, en la URSS y en los países del Este europeo por los que pasó el Ejército Rojo en su avance sobre los nazis.
Hoy, en medio de la invasión imperialista rusa a Ucrania, el gobierno de Putin intenta justificar la barbarie de sus bombardeos sobre poblaciones civiles, hospitales, escuelas, etc., diciendo que es para «desnazificar Ucrania». Magnifica el hecho cierto de la presencia de sectores de ultraderecha en el ejército ucraniano, y utiliza métodos comparables a los de los nazis, exterminando miles de ucranianos en las ciudades que ocupa, con violaciones masivas de mujeres, torturas, etc.
Putin prepara para el 9 de mayo un gran desfile militar en Moscú, usando el “Día de la victoria” sobre los nazis como parte de su campaña guerrerista. Los Estados Unidos y la OTAN, por su parte, usan al pueblo ucraniano como carne de cañón en su enfrentamiento con Rusia.
El “Día de la victoria” en 1945 le pertenece al heroico pueblo soviético, que con sus militares y guerrilleras y guerrilleros derrotó, con los comunistas al frente, a las hordas hitlerianas. Y esto fue posible porque en esos años defendían la sociedad socialista que, con aciertos y errores, venían construyendo desde la Revolución Rusa de 1917. No puede ser usurpada por los jerarcas imperialistas de Rusia.
Hoy N° 1911 04/05/2022