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11 de julio de 2018

Reclamo del PTP en la Cámara de Senadores

“Que el aborto deje de ser clandestino”

El martes 10/7 nuestra compañera Belén Spinetta, expuso por el Partido del Trabajo y del Pueblo en el Senado, en el debate previo al tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo recientemente aprobada en Diputados.

Como dicen los compañeros y compañeras de la Juventud Comunista Revolucionaria “Nos enorgullece que aparezca en este debate una compañera que expresa la voz y la lucha de las miles que todos los días ponemos el cuerpo para cambiar esta realidad. A su vez, desde su profesión pone pensamiento político crítico y mucho amor, para que vivamos en una Argentina más justa; para hacer posible lo necesario… para que nadie lo pasé mal por ser pobre y por ser, además, mujer”.
La compañera Spinetta, joven periodista rionegrina, accedió a esta posibilidad de exponer en el Senado a partir de la relación con la senadora Magdalena Odarda, la cual se forjó en el marco de la lucha por la emergencia nacional en violencia contra las mujeres.
Estamos en el medio de una gran batalla federal que sabemos que no será fácil. Tenemos historia y las mujeres sabemos que nuestros derechos los conquistamos en las calles. En la voz de Belén estarán las miles y miles que a lo largo y ancho del país nos organizamos para que el aborto sea Ley.

“El Estado se tiene que hacer cargo”
A continuación transcribimos completa la intervención de Belén:
Quisiera comenzar señalando que nos encontramos ante un momento histórico en nuestro país. Las mujeres rompimos el silencio y nos volcamos masivamente a las calles para reclamar todos los derechos que aún se nos niegan. Nuestras voces se amplificaron como nunca: nos plantamos contra la violencia femicida, nos plantamos contra el abuso sexual y el acoso, y venimos a exigir el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo y que en el cumplimiento de ese derecho no paguen con sus vidas las mujeres que no pueden acceder a un aborto seguro.
No hubiera sido posible llegar hasta acá sin la existencia de más de 13 años de Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal Seguro y Gratuito. Tampoco sin la masividad y continuidad de 32 Encuentros Nacionales de Mujeres –esos que decimos que son únicos en el mundo y que hacen que algo cambie en cada una de nosotras-. En esos Encuentros se fue gestando la Campaña que hoy es motor de esta lucha. Y por supuesto, sin la práctica de esas mujeres que mucho antes empezaron a poner en la agenda pública esta problemática como fue la formación de la Primera Comisión por el Derecho al aborto en 1987.
No puedo dejar de nombrar a mi compañera, Clelia Iscaro, integrante de la primer comisión organizadora de los Encuentros de Mujeres y quien también fue fundadora de la Campaña por el derecho al aborto, empujando y ayudándonos a las jóvenes a que tomemos en nuestras manos esta pelea. Ella no nos puede acompañar por problemas de salud, pero está en todas nosotras.
Esa militancia de años es la que se conjugó con la potencia de las pibas jóvenes, las que llevan el pañuelo verde colgado en la mochila. La que se cruzan en las calles, en los colectivos, en el subte o en el colegio y se reconocen cómplices en la lucha. Esta es una lucha que no distingue divisiones generacionales sino que nos encuentra a todas unidas y hermanadas.
Quisiera recordar, senadores y senadoras, que la Campaña por el Derecho al aborto ha enarbolado una triple consigna que expresa la integridad de nuestra demanda: Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.
Para todas las mujeres, el derecho a elegir libremente la maternidad –cuándo y cuántos hijos tener-, implica conocimiento, información, acceso a los anticonceptivos y, en última instancia, poder abortar sin poner en riesgo nuestra vida, nuestra salud física y psíquica. Hoy el Estado no garantiza plenamente ninguna de esas instancias, porque la Educación Sexual Integral no llega a todas las escuelas, no es prioridad de este gobierno y queda en manos de la voluntad o convicción de las y los docentes. Porque los anticonceptivos faltan en centros de salud, hospitales y salitas barriales, como me cuentan las mujeres de las organizaciones sociales.
La primera vez que tuve contacto directo con la realidad del aborto fue a los 18 años, hoy tengo 33. Un método anticonceptivo falló y una amiga de mi misma edad decidió interrumpir ese embarazo que le generaba angustia y desesperación al verse ante la posibilidad de una maternidad no deseada. Pudo abortar en una clínica privada, en una ciudad turística del sur de nuestro país. Abortó sin peligro para su vida, pero igual fue sometida al maltrato y la humillación que emanan de la doble moral de quienes dicen defender la vida y hacen plata a costa de nuestras decisiones.
La última vez que tuve contacto con esta realidad, hace pocos meses, fue más cruda, una joven de una villa de Capital Federal, 19 años, madre de dos nenas, falleció producto de las complicaciones derivadas de un aborto casero. Como éstas, podría contar decenas de historias. Pero sólo con escuchar las historias de Ana María Acevedo, LMR o María Campos, extensamente relatadas, debería alcanzarles para legislar a favor de las mujeres.
Como ya se dijo en el debate en la Cámara de Diputados, el aborto en la Argentina es una realidad. No estamos discutiendo “aborto sí” o “aborto no”, no estamos dirimiendo un “River-Boca”. Lo que estamos discutiendo es que el aborto deje de ser clandestino. Si el aborto se mantiene en la clandestinidad, las que seguirán muriendo serán las mujeres pobres. Este no es un debate sobre creencias personales, sean estas morales o religiosas. Estamos hablando de política pública.
Si el aborto se mantiene en la clandestinidad, las mujeres seguiremos buscando las formas y mecanismos para poder interrumpir el embarazo no deseado… lo seguiremos haciendo, solas o acompañadas. Cuando una mujer evalúa y determina que le es imposible continuar con su embarazo, obligarla a seguir adelante e imponerle la maternidad forzadamente, implica una violación de sus derechos humanos.
Las más castigadas por la clandestinidad del aborto son las mujeres pobres y las jóvenes. Las que mueren son esas mujeres que hoy están peleando contra el hambre en los barrios y en las villas. Esas mujeres golpeadas por el avance del ajuste y la desocupación. Sobre las que recae todo el peso de la doble opresión que sufrimos la mayoría de las mujeres, por nuestra clase y por nuestro género.
La sola despenalización no alcanza, necesitamos que el Estado garantice el acceso a la interrupción voluntaria del embarazo sin que se ponga en riesgo nuestra vida.
El movimiento de mujeres y feminista ha ido buscando alternativas para enfrentar la clandestinidad del aborto, acompañándonos y ayudándonos a ejercer nuestro derecho. El Estado se tiene que hacer cargo, tiene que dejar de mirar para un costado.
Senadores y senadoras. Las mujeres no podemos esperar. Las cientos de personas que pasaron por las audiencias en Diputados, y las que venimos a hacerlo aquí hemos dado argumentos insoslayables. Es necesario que llegue al recinto la media sanción que viene de la Cámara de Diputados, sin modificaciones. Es el resultado de un debate profundo, de la puesta en común de miradas diversas y responde a la demanda sostenida en las calles.
Esperamos que este Senado esté a la altura del tiempo histórico en que le toca legislar. Salden esta deuda que la democracia tiene con nosotras. Las mujeres venimos avanzando, venimos cuestionando el rol de subordinación al que se nos ha relegado. Somos sujetas de derechos, no somos objetos, ni envases. Esta marea verde, esta ola verde, efectivamente… es imparable. Nosotras somos dueñas de la mitad del cielo, vamos a tomarlo por asalto y vamos a conquistar que el aborto sea legal en la Argentina ¡Que sea ley!

Hoy N° 1725 11/07/2018