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12 de febrero de 2025

La estrategia de Milei y Caputo para llenar los bolsillos de los especuladores

Qué es la “bicicleta financiera”

Desde que asumieron, Milei y el ministro de economía Caputo, con su política económica, favorecieron una gigantesca “bicicleta financiera” que generó enormes ganancias para la inversión especulativa en nuestro país.

La denominada “bicicleta financiera” es una estrategia de financistas para ganar dinero fácilmente (unos clicks de computadora hoy día) y en poco tiempo. También se la llama, en inglés, “carry trade”. Al margen de la crítica que a uno le surge espontáneamente a este comportamiento de parásitos, el problema más grave surge cuando es el Estado el que incentiva y coordina este tipo de conductas a gran escala, cosa que en la Argentina ocurre una y otra vez.

Concretamente: la maniobra consiste en que un especulador que tiene dólares, en busca de ganancias más elevadas, los cambie por pesos argentinos y los coloque durante un tiempo cobrando los intereses que corresponden a los pesos. La tasa de interés del peso argentino es muchísimo más alta (digamos, los pesos dan un 29% de interés anual, y los dólares un 4,5%). Cuando gana los intereses en pesos, hace la operación contraria, cambia los pesos por dólares. De esta manera, los intereses altos en pesos que ganó se convierten en intereses altos en dólares, que es lo que realmente buscaba. Digamos que un inversionista tiene 2.000 dólares, que por la tasa de interés yanqui (4,5%) le generarían 90 dólares de intereses, con lo que a fin de año pasaría a tener 2.090 dólares. Lo que hace en lugar de eso es cambiarlos a pesos. Con el dólar a un valor de 1.000 pesos, los 2.000 dólares serían 2 millones de pesos. Y la tasa argentina de intereses (29%) sobre ese monto implica un cobro de 580.000 pesos. Entonces vuelve a cambiar todo a dólares (los 2 millones del capital y los 580.000 de los intereses), cuenta que da 2.580 dólares, mucho más que los 2.090 dólares que hubiera obtenido si no hacía el “carry trade”.

El tema es que esta maniobra tiene un riesgo grande, que sería que durante el plazo en el que el inversor se encuentra ganando intereses en pesos, ocurra que el peso se devalúe. Si eso ocurre, su “esfuerzo” por obtener mayores ganancias en dólares resultó en vano, incluso puede tener pérdidas. Imaginemos por ejemplo que el dólar deja de costar 1.000 pesos, que pasa a costar 2.000. Nuestro especulador tiene, como antes, los 2.580.000 pesos en la mano, pero ahora son papel mojado. Al cambiar a dólares, esos pesos sólo valen 1.290 dólares. Empezó con 2.000 dólares… perdió un año y un montón de dinero.

Es apiadándose de la triste situación de esta “pobre gente” que el gobierno argentino entra en acción. ¿Cómo? Diseñando una política económica que garantice a los inversores cuál va a ser el valor del dólar en el futuro. De esta manera pueden hacer bien sus cálculos: cuánto es la tasa de interés en pesos pero ya descontando cómo habrá variado el dólar en el momento en que quieran volver a esa moneda.

Uno de los ejemplos más recordados es la llamada “tablita” de Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura de Videla. Era una tabla que especificaba cuánto iba a valer el dólar los próximos meses, o sea qué porcentaje se iba a devaluar el peso. Y ese porcentaje de devaluación programado era, el lector lo habrá adivinado, menor que la tasa de interés. Por ejemplo, establecía que el dólar en mayo aumentará un 2%, y la tasa de interés en pesos mensual vigente es el 8%. El inversor gana, con la política que pergeña el ministro, un 6% limpio ese mes. En los ’90, el menemismo y “chupete” de la Rúa llevaron adelante este esquema de una forma inédita en la historia económica mundial, por la duración y ganancias que generó. El valor del dólar se fijó directamente por una ley (la “Convertibilidad”). El especulador cambiaba sus dólares por pesos “1 a 1”, los ponía a buena tasa de interés, y luego volvía feliz a su moneda extranjera.

Durante 2024 el gobierno de Milei, con Caputo en la poltrona del Ministerio de Economía, llevó adelante un programa así. Estableció un sendero de devaluación de la moneda fijo del 2% mensual, que cumplió al pie de la letra. En comparación con la tasa de interés bancaria, que supo ser varias veces superior, se generaron muy grandes intereses en pesos que redundan en ganancias en dólares. Esto funciona de forma directa para los financistas que puedan operar la maniobra en el mercado del dólar oficial que digita el gobierno, e indirecta para todo el resto, al controlar no solamente el valor del dólar oficial, sino también los paralelos (el “dólar bolsa” o el “blue”).

En estos mercados de dólares no hay una “promesa” oficial sobre cuánto va a ser el precio, pero el sendero y el discurso que se imponen desde el mercado oficial tienen su correlato en los hechos con la intervención de los paralelos: miles y miles de millones de dólares provenientes de exportaciones han sido dirigidos allí al mantenerse un manejo del comercio exterior que no obliga a liquidar todas las ventas al Banco Central argentino. Es la explicación de por qué hemos tenido en 2024 un superávit de casi 20.000 millones de dólares en el comercio exterior (ajuste y recesión mediante), y apenas han variado las reservas de dólares del país. Esa canaleta se ha llevado tanto de ese esfuerzo.

Ahora bien… desde el momento en que Argentina no tiene una impresora de dólares para devolver lo invertido con intereses, estos esquemas resultan rápidamente insostenibles a menos que el Estado empiece a tomar deuda en dólares a lo loco. De cara a 2025, las reservas están en rojo, los dólares del comercio están agotándose, y cuantos más inversores entren en el juego, mayor la masa de dólares requerida para pagarles al final de su ciclo. Los dólares de nuevos inversores se utilizan para pagarle a los anteriores que se retiran, pero al costo de que cada vez se piden intereses mayores. Y acá es que aparece el Estado. Tomando deuda externa para que haya dólares en el sistema que permitan que la calesita de la felicidad de los financistas siga girando. Pero, más o menos gradualmente, el peso de ese endeudamiento se va convirtiendo en un tsunami que un día se lleva puesto todo. Así acabó la tablita de Martínez de Hoz, así acabó la década del ’90, así terminó el gobierno de Mauricio Macri (que también hizo de esta timba financiera la religión oficial). El saldo de estos experimentos, para el pueblo, siempre (1981, 2001, 2018) han sido las arcas vacías, devaluaciones catastróficas y salarios que se van al tacho, recesiones enormes, saltos abruptos en el nivel de pobreza y una deuda del sector público cada vuelta más grande, injusta e impagable.

Escribe Diego Nermoa

Hoy N° 2046 12/02/2025