Uno de los pilares del “modelo” kirchnerista fue el dólar alto. Con él se lograban de las ventas al exterior (exportaciones), los dólares suficientes para pagar el creciente tributo al imperialismo en utilidades y dividendos de sus empresas radicadas en el país, en pago de los intereses de la deuda externa e incluso quedaba un remanente para ser ahorrado como reservas internacionales por el Banco Central.
Uno de los pilares del “modelo” kirchnerista fue el dólar alto. Con él se lograban de las ventas al exterior (exportaciones), los dólares suficientes para pagar el creciente tributo al imperialismo en utilidades y dividendos de sus empresas radicadas en el país, en pago de los intereses de la deuda externa e incluso quedaba un remanente para ser ahorrado como reservas internacionales por el Banco Central.
Pero la política inflacionaria del gobierno, en particular desde 2007 en adelante, fue horadando ese dólar alto hasta el extremo que nos encontramos hoy con un dólar barato, que nos hace acordar a la época de la tablita de Videla-Martínez de Hoz o de la convertibilidad de Menem-Cavallo. Eso sí con mayores reservas pero también con mayor inflación, mayores distorsiones de precios y abundantes subsidios indiscriminados, que por tal razón benefician más a los sectores monopolistas que a los sectores populares.
De esta manera se ha llegado a una situación en que los dólares no alcanzan para pagar las crecientes importaciones (necesarias para la actividad económica, al no haber habido una verdadera política de promoción de la sustitución de importaciones) y los crecientes drenajes de utilidades y dividendos por los monopolios imperialistas. Ante esto, el gobierno kirchnerista ha apelado al pago de los servicios (amortización e incluso intereses) de la deuda externa con reservas del Banco Central, y a la aplicación de un apresurado control de cambios que, al no ser asumido como tal, más que un control resulta en un cerrojo totalmente discrecional; lo mismo que el cierre de importaciones.
Así las cosas, de hecho se ha producido un desdoblamiento del mercado de cambios, con tres valores para el dólar. Uno, el del “mercado único y libre”, que ha dejado de ser tal por los cerrojos (a $4,50); otro, el “paralelo” (llamado “azul”, para no decir “negro”), al que tienen que recurrir los discriminados del mercado oficial (a $6,00), y, finalmente, otro al que recurren “los grandes” que pueden comprar bonos internos en dólares y se los llevan a exterior para venderlos allá, al que llaman “contado con liqui” (a $6,50). Que no le hablen de “cosas raras” dice la Presidenta para negar esta realidad, porque para ella no es esa realidad (como ocurre también con la inflación) sino hablar de ella lo que “le hace mal al país”.
Ni el control ni el desdoblamiento del mercado de cambios es de por sí malo, si se lo hace como parte de una política de verdadera promoción del desarrollo de la producción nacional y el bienestar popular. Pero este no es el caso del gobierno kirchnerista.
Sin una verdadera política de desarrollo nacional, que no sea principalmente el desarrollo de los monopolios imperialistas como hasta ahora, siempre “faltarán” dólares. Así la política kirchnerista termina siendo una parodia del postulado de Aldo Ferrer de “vivir con lo nuestro”: una política de “vivir con lo puesto”.