El último que apague la luz…” Esa es la sensación que tenemos los maestros que quedamos trabajando en las escuelas primarias dependientes del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Desde hace tiempo vemos caerse a pedazos (literalmente) nuestra escuela pública. Asistimos a un feroz deterioro en las condiciones de vida de las familias de nuestros chicos. Muchos de nuestros pibes llegan mal alimentados, viviendo en condiciones de hacinamiento, padeciendo situaciones de violencia que luego se despliegan en las aulas, con suicidios de niños, como acaba de suceder con una alumna de la Escuela 10 de Villa Lugano. Mamás solas a cargo de hacer sobrevivir a la familia entera, desesperadas por el paco y por no tener tiempo para acompañarlos un poco más… ¡Y nos hablan de calidad educativa!
Los techos que se derrumbaron, la falta de gas en el invierno, los indignos topes salariales, la sobrecarga horaria, han hecho que enseñar haya sido casi una epopeya todo este año.
“Es lo que hay….” Frase de moda con la que pretenden acostumbrarnos y domesticarnos desde el gobierno municipal y nacional –con la complicidad de direcciones sindicales que festejan absurdas “conquistas” de sueldos de pobreza–. Frase con la que esperan nos resignemos a que lo posible sea lo necesario…
¿Quién va a enseñar?
Y ahora se suma otra “novedad”: no hay maestros en las aulas. Y ya no se trata de las chicanas habituales de “cuánto faltan los docentes”. Ya no. No hay maestros. Así nomás. Todo el año escuchamos a las autoridades de los distritos escolares decir “no tenemos gente, vean cómo cubren…” ¡Y nos hablan de calidad educativa!
Una “novedad”… depende, para quién. Porque de nuevo no tiene nada para los que sostenemos la educación. Hace ya un par de años que veíamos que no había maestros suplentes cuando nos enfermábamos… y nos preguntábamos quién iba a quedar al frente de las aulas…
Frente a esta “novedad” aparecen los datos alarmantes en los medios: Entre el 2002 y el 2006 cayó un 27% la cantidad de alumnos que quieren ser docentes (según datos del Ministerio de Educación de la Nación, en 2002 se habían anotado 80.574 estudiantes en el país; y en 2006 esa cifra había bajado a 58.782). Los institutos de profesorados de formación docente ven caer su número de egresados, al llegar al punto de contarlos con los dedos de la mano.
Algunos sostienen que este “fenómeno” se debe, entre otras causas, a la falta de valoración pública de la profesión y a los malos salarios. Los funcionarios del gobierno K, optimistas ellos, explican que, por el contrario, esto se debe a que todo anda mejor. Escuchamos al ministro Filmus sostener que “cuando el mercado laboral se achica, la docencia es la más elegida. En períodos de expansión y crecimiento, como el que se registró a partir de 2003, los jóvenes se vuelcan a otras opciones”. Y suma otra reflexión: las mejoras en los sueldos provocaron, en los últimos años, una oleada de jubilaciones y retiros.
¿En qué quedamos? ¿Los sueldos son tan pero tan buenos que la gente se jubila, pero los jóvenes se vuelcan a otras opciones? Hará mucho que no trabaja en una escuela el señor ministro, que no comprende que no es por una cuestión salarial que a los 60 años (con 40 de ejercicio) una maestra necesite (y tenga el derecho) de jubilarse. ¿A qué opciones se refiere este funcionario?
La situación es dramática. Desde el Ministerio nos dicen a las escuelas que cubramos los grados como sea… ¿Tus chicos de 7º tienen Inglés? Entonces andá a dar clase a 3º que no tiene seño. ¿La hora de Biblioteca? No, porque la seño está cuidando 4º… ¿Personal de conducción?: a cubrir grados… total, la gestión institucional de la enseñanza la haremos a las 9 de la noche, después de trabajar entre 2 y 3 cargos por día…
Llueve sobre mojado
Como si esto fuera poco, nos encontramos con que nos cortaron los subsidios a las escuelas para terminar el año, a las que no tenemos al día la rendición de cuentas (vale aclarar que en las escuelas no hay personal contable ni administrativo, los maestros nos encargamos de eso también). El gobierno de Telerman (que quiere dejarle la caja “prolija” a Macri) retuvo así 10 millones de pesos destinados a gastos de funcionamiento básico (hablamos de lavandina, tizas, micros para transporte, bombitas de luz, mapas). Con esta medida, de las 710 cooperadoras de la ciudad, sólo unas 200 están en condiciones de recibir los subsidios. Estos fondos (insuficientes, por cierto), que se giran 2 veces al año a las cooperadoras, fueron retenidos “hasta que no se rindan los subsidios del 2006”.
Nada dicen que, en muchos casos, el Ministerio terminó de depositar estos subsidios en diciembre de 2006… ¿Cómo rendís lo que gastaste si no lo terminaste de usar porque llegó en las vacaciones? ¿Cómo pueden los padres, que voluntariamente dedican horas y esfuerzo a hacer lo que el Estado no hace, convertirse en expertos administradores contables para tener boletas de fotocopias de $ 1,25?
¡Una locura! El propio Estado, responsable de sostener la enseñanza pública, es quien decide sacar los escasos fondos afectando aún más el funcionamiento de las escuelas. Pero esto no es todo: esos subsidios no son partidas extras, sino que ya están en el presupuesto 2007… Plata hay, pero no para las escuelas… Entonces… ¿qué hace con ese dinero el gobierno?
Hacer posible lo necesario
Los docentes con los padres hemos empezado a recorrer un camino a profundizar. Salimos juntos a reclamar por los edificios, y también tendremos que hacerlo para reclamar al Ministerio que dé respuesta a esta crisis. Las asambleas docentes que por abajo arrancamos el último paro también muestran un camino. Porque no nos conformamos con “lo que hay”. Porque como trabajadores tenemos derechos. Y porque nuestros pibes se merecen lo necesario.