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11 de noviembre de 2010

Reagrupar a las fuerzas obreras y populares sobre la base de las fuerzas que triunfaron el 14 de mayo de 1989

Documentos del PCR / tomo 6

1. Nuestra línea política parte de considerar a la actual crisis como una crisis propia del sistema dependiente y atrasado que predomina en nuestro país. No habrá solución a los problemas populares y la crisis seguirá descargándose sobre las masas trabajadoras si no se liquida ese sistema de raíz con la revolución democrático-popular, agraria y antiimperialista en marcha ininterrumpida al socialismo. Pero no se podrá liquidar ese sistema por el camino que las clases dominantes señalan como el único posible para la liberación de las masas explotadas: el sistema parlamentarista o electoral. Camino que esas mismas clases dominantes han atrincherado para impedir que las masas conquisten, por él, su liberación. Utilizamos ese camino para ayudar a las masas a comprender, por su propia experiencia, que por él no van a conseguir nada. Nosotros, como enseñó Mao: exigimos “a las clases dominantes un tránsito pacifico” pero estamos convencidos que esas clases dominantes nunca entregarán el poder por su propio voluntad, sino que, invariablemente, recurrirán a la violencia para defenderlo.4 Por lo que nuestra línea es acudir a las palabras y no a los puños”, pero estar preparados para cuando el enemigo utilice la violencia; como lo ha hecho históricamente frente al proletariado y al pueblo argentino cuando éstos amenazaron su poder.
Frente a la crisis proponemos salidas y programas de coyuntura pero esclarecemos que sólo un gobierno popular, hegemonizado por la clase obrera, puede aplicar a fondo esas medidas.

2. Desde el punto de vista estratégico –de lucha por la revolución de liberación nacional y social– son enemigos todos los imperialismos, todos los terratenientes, toda la burguesía intermediaria y todos los reaccionarios que les sirven. Por eso no es posible –como plantean las fuerzas burguesas y pequeñoburguesas– apoyarse en un imperialismo para liberarse de otro. Sí es posible utilizar las contradicciones entre ellos, como enseña nuestra experiencia, para avanzar por el camino revolucionario e incluso para el propio triunfo de la revolución, como enseñó la Revolución de Mayo y como enseñaron las revoluciones Rusa y China. Por eso, tácticamente, golpeamos hasta 1973 al imperialismo yanqui como enemigo principal, y luego a las fuerzas prosoviéticas que pasaron a hegemonizar el poder en la Argentina.
Nuestra Plataforma para la crisis plantea que a ésta la paguen los que se enriquecieron con la dictadura y con el alfonsinismo. Estos sectores también se beneficiaron, en general, con la hiperinflación en junio y diciembre del año pasado y en febrero de este año. Tácticamente, en cada empresa, gremio o provincia tratamos que el blanco principal de ataque esté en aquellos terratenientes y monopolistas que hegemonizan el bloque de clases dominantes.
Partimos de la defensa de los intereses inmediatos y mediatos de la clase obrera y las masas oprimidas y, desde allí, con el mencionado blanco, “criticamos o no” al gobierno de Menem según conceda o forcejee con las clases dominantes y en especial con el grupo hegemónico de esas clases. Nuestra línea frente a la burguesía es la línea de unidad y lucha; de apoyar lo positivo y criticar lo negativo. Nos preocupa principalmente la unidad con las masas del campesinado pobre y medio y la pequeña burguesía urbana pauperizada. Luchamos, también, para unimos con los sectores burgueses que podemos atraer o neutralizar frente al enemigo y enfrentamos las medidas y posiciones reaccionarias de estas clases para poder unimos con ellas –de ser necesario– en el futuro y poder unimos con las masas que influencian.
Hay quienes niegan que haya algo positivo en el gobierno de Menem. Influencia para esto, como es lógico, la situación económico-social de las masas populares en general y la desesperación de grandes sectores populares de capas medias, en particular, que son arrastrados a la ruina por la crisis y la actual política económica. Pero contribuye también a ese juicio un análisis unilateral, influido por la burguesía prosoviética y proeuropea que han sido afectadas por algunas de las medidas del gobierno. Y hay quienes no ven lo negativo, influenciados por la burguesía nacional. En estos análisis aparecen también diferencias estratégicas con el programa del Partido. En el primer caso, cuando sólo se ve lo negativo, esto sucede, muchas veces, porque pese a trabajarse con una línea sindicalista, reformista, o populista, se trabaja con la idea de una revolución socialista de inicio. Y cuando sólo se ve lo positivo se debe muchas veces, a que se resigna la lucha por la hegemonía proletaria en la revolución. En los dos casos –desde la “izquierda” o la derecha– se trabaja con una idea evolucionista y electoralista, a lo más golpista, porque ninguna de estas propuestas vincula la misma a una línea insurreccional.
Junto con nuestra plataforma para la crisis, que implica la crítica al rumbo actual de la política del gobierno y la lucha contra el mismo proponemos un gabinete de unidad popular, sobre la base de las fuerzas que, unidas en el FREJUPO, ganaron las elecciones del 14 de mayo, ampliadas con otras fuerzas obreras y populares que estén de acuerdo con ese cambio de rumbo. Desde este punto de vista el programa del FREJUPO, es una base de discusión, que nosotros encaramos desde nuestra propia plataforma para la crisis.
Proponer un cambio de gobierno –como hace ahora el MAS, y no hizo con el gobierno alfonsinista– significa, en concreto, en las actuales circunstancias, un camino golpista y no un camino revolucionario. Y proponer una plataforma sin una propuesta de gabinete popular significaría seguir un camino de seguidismo a la actual política menemista, política que, desde el punto de vista popular y nacional, es un camino de sufrimientos y de derrota.
4.    Mao Tsetung: Obras Escogidas. Tomo V, Pág. 540.

3. Nuestra propuesta no sólo es adecuada al actual momento político sino que también puede ser útil para enfrentar, con la movilización de las masas, un posible golpe de Estado abierto o institucional sin caer en el seguidismo al gobierno menemista.
Cuando se tensó la movilización de masas, en febrero, planteamos la consigna de paro activo de doce horas con movilización, en lucha por las reivindicaciones inmediatas, por un gabinete de unidad popular y contra el golpe institucional. Esta consigna de paro activo debe ser utilizada de acuerdo con las circunstancias concretas que predominen, ya que, para mediados de marzo, ella, en determinado momento, confluyó, objetivamente, con la propuesta de golpismo institucional y actualmente puede ser movilizadora, y justa en la lucha contra la reglamentación de la ley antihuelgas, la proyectada ley nacional de empleo y contra la política de privatizaciones.
Como planteamos en la resolución política de la reunión del Comité Central del 12 y 13 de agosto de 1989: “el Partido debe encabezar la lucha de las masas por sus reivindicaciones políticas y sociales y ser la vanguardia de un gran movimiento contra el hambre y la desocupación. El tema no es si tomar o no las reivindicaciones sino con qué política tomarlas”. La reciente experiencia de lucha de los estatales de Jujuy es ilustrativa sobre esto. Nuestra línea para impulsar las luchas debe tener en cuenta: que el blanco de las mismas sea el enemigo principal al que golpeamos nacionalmente y en cada provincia o municipio en cada fábrica o gremio de acuerdo con la consigna “que la crisis la paguen los que se enriquecieron con la dictadura y el alfonsinismo”. Debe contribuir a la lucha para cambiar el rumbo de la política actual y a reagrupar fuerzas para ese objetivo y para el gabinete de unidad patriótica y popular que lo garantice y debe oponerse al golpe institucional que prepara el enemigo. Debe ayudamos a acumular fuerzas revolucionarias atendiendo a que el principal instrumento para esto es la lucha de clases en todas sus formas.
Nuestra línea actual tiene en cuenta, principalmente, lo que piensan las masas proletarias y oprimidas de la ciudad y el campo que, sin tener grandes esperanzas en el gobierno menemista, tienen actualmente expectativas y le “dan tiempo”. Es correcto atender el estado de ánimo de las clases aliadas en la revolución, y especialmente el de la pequeña burguesía. Pero es cambiar de clase (como comunistas) partir del estado de ánimo –por otro lado móvil como pluma al viento– de la pequeña burguesía, para trazar la línea del Partido. Actualmente los sectores políticos que expresan a la pequeña burguesía, sectores muy influenciados por los revisionistas, tienen frente al gobierno peronista una impaciencia y una animosidad que no tuvieron frente al alfonsinismo. Quisieran, desde este punto de vista, que encolumnáramos al Partido en la “vereda del NO”, tras las banderas “rojas” del “socialismo con democracia” del MAS y el P“C”.
Nuestra línea ha confrontado, exitosamente, con esa línea pequeñoburguesa al servicio del revisionismo, en varios acontecimientos de masa. El primero fue en el IV Encuentro de Mujeres. El más reciente en la lucha de estatales de Jujuy. Este ejemplo debe ser estudiado porque sintetiza bien nuestra línea para el momento actual, independientemente de que pueda mejorarse.

4. En cuanto a la lucha contra las privatizaciones de empresas estatales participamos, de hecho, en un frente único con fuerzas peronistas, frejupistas y opositoras. En ese frente único tenemos unidad y lucha. Nuestra línea en este terreno parte de la definición marxista del Estado como un instrumento de dominio de las clases dominantes. En nuestro caso la oligarquía proimperialista y proterrateniente. Ni la sociedad por acciones, ni la transformación en propiedad estatal, suprimen el carácter capitalista de las fuerzas productivas, como plantearon Marx y Engels. El Estado argentino, desde este punto de vista, debe ser “desprivatizado”, si se quiere, en vez de privatizado, ya que las empresas estatales en su totalidad han sido utilizadas para el crecimiento y el beneficio de los monopolios hegemónicos. Entre 1946 y 1955 las empresas estatales sirvieron –con excepciones– para un cierto desarrollo de la burguesía nacional y de un sector estatal que apuntaló una política en general autónoma frente al imperialismo. Pero luego de 1955 no fue así. Y así como en el siglo pasa o y comienzos del actual, el Estado argentino fue el instrumento para la apropiación de tierras y ganados por los latifundistas, y la gran palanca que utilizaron los imperialistas hegemónicos, especialmente los ingleses, para dominar el país, luego de 1955 el Estado argentino sirvió, principalmente, para afianzar primero el dominio de los monopolios yanquis e ingleses y luego preponderantemente el del socialimperialismo soviético (valgan los casos de Aluar, Papel Prensa y la política de la Corporación de Empresas Estatales con la dirección de Madanes como ejemplo) y también alemanes (caso Siemens y sus contratos con ENTEL) italianos (concesiones al grupo FIAT y a Techint), etc.
Luego del XX Congreso del Partido Comunista de la URSS, los revisionistas tergiversaron el análisis de Lenin sobre el capitalismo monopolista de Estado y revisaron la teoría de Lenin sobre el imperialismo planteando la existencia de una nueva etapa de desarrollo capitalista en la que, en la práctica, existiría una contradicción principal entre el Estado capitalista y los monopolios privados. La clase obrera según esta teoría, debería defender el Estado capitalista contra los monopolios. Para la concepción revisionista el llamado “capitalismo democrático de Estado”, sobre la base de la estatización de las empresas claves y sin destruir el Estado oligárquico-imperialista, abre un período de transición que posibilitaría la resolución pacífica de las tareas democráticas y antiimperialistas y el tránsito pacífico al socialismo. Esta fue la teoría que guió al trío prosoviético de Gelbard-Broner-Madanes luego de 1973, fue la teoría aplicada en Chile en el gobierno de Allende, y, de fondo, es la teoría de algunos de los consejeros que participaron en la redacción de la última propuesta de la CGT Azopardo.
Para nosotros, en un Estado capitalista, imperialista o dependiente, el Estado sirve a las clases que lo dominan y, como dijo Mao, “es una grave desviación del marxismo” creer que las empresas estatales en sí mismas expresan otra cosa. Más aún cuando luego de décadas de estatización existen muchos directivos patriotas en ellas pero, la mayoría, está dirigida por una burguesía burocrática totalmente corrompida y al servicio de los monopolios privados. Por eso nuestra defensa de las empresas estatales, frente a las privatizaciones, la hacemos articulado con nuestra línea de destrucción del Estado oligárquico-imperialista, atacando la idea que sin destruir ese Estado esas empresas pueden ser utilizadas para una política autónoma con la simple designación de uno y otro funcionario patriótico. Atendemos, sí, a la diferenciación entre burguesía nacional y burguesía proimperialista, ya que si la burguesía nacional controla las palancas de las empresas estatales éstas pueden jugar un cierto papel para frenar la penetración imperialista. Pero sólo jugarán un rol decisivo para un desarrollo autónomo, autosostenido y en beneficio de los intereses de las masas populares, cuando se destruya este Estado oligárquico-imperialista y se edifique un poder popular hegemonizado por la clase obrera.
La política privatizadora de Menem es entreguista. No es cierto que procure mejorar la eficiencia de las empresas estatales. Es una política que trata de acordar con los tenedores de bonos de la deuda externa y busca una forma de aliviar la presión de los acreedores externos, rematando el patrimonio nacional, entregando esas empresas a grupos monopolistas que sólo buscan rapiñar ese patrimonio apropiándose del mismo por monedas. Es una política que remata lo que da ganancias y se queda con lo que da pérdidas al tiempo que afronta la deuda de esas empresas, por lo que agravará aún más el déficit estatal y favorecerá una tremenda corrupción, ya que muchos de los negocios en marcha atienden más –como sucede en el caso ferroviario– a la especulación que a los servicios que se pretenden privatizar.

5. En el gobierno hay sectores progresistas y patriotas y hay sectores reaccionarios y entreguistas. Pero la principal expresión política de la reacción y la entrega nacional están en la oposición al gobierno. Porque el bloque que hegemonizó el poder en la Argentina, desde 1971, tiene lo fundamental de sus fuerzas fuera del gobierno y ese es el blanco principal a golpear para que avancen las fuerzas revolucionarias. Su punta de lanza es el alfonsinismo prosoviético. Su proyecto político, a corto o largo plazo, es el golpe institucional, cualquiera sea la variante que éste pueda llegar a tener (gabinete de coalición con un primer ministro afín a esas fuerzas; renuncia o remoción del presidente y su reemplazo por un hombre de esa corriente, etc.). El golpe institucional requiere el apoyo de una fuerza militar que les permita enfrentar con éxito golpes y contragolpes de Estado rivales. Esa fuerza militar está conformada en tomo al “lanussismo “ del Ejército.
En lo esencial las críticas al gobierno que le hace esta oposición representan un “quítate para que yo me ponga”. No se oponen a la línea económica principal, como demostró la propuesta alfonsinista frente a ésta (propuso: “anclar” el dólar; cambiar la política impositiva, como había planteado en su momento Jorge Born; y atender a lo social, como si él durante su gobierno se hubiese preocupado mucho por el tema). Tampoco se oponen a las privatizaciones. Se oponen al plan que beneficia al grupo yanqui encabezados por el City Bank y proponen hacerlas en beneficio del grupo Madanes-Garfunkel en ferrocarriles; de Bridas y Astra en el petróleo; de la SAS en Aerolíneas, etc.
La lucha contra el golpismo institucional o abierto de esas fuerzas será una constante de nuestra línea. En algunos momentos, como a principios de marzo, estará en el primer plano y en otros será secundarizada por la necesidad de privilegiar la movilización contra el rumbo económico-social y político que sigue el gobierno. La oposición golpista se monta en la crisis económica y en la línea del gobierno, para tratar de reinstalar, a plenitud, en el poder, al grupo hegemónico prosoviético social-demócrata europeo que gobernó con Alfonsín. No encaramos esa lucha defendiendo al gobierno de Menem. Por eso proponemos una propuesta de gabinete de unidad patriótica y popular. Cuando el peligro de golpe se tensa, golpeamos juntos con el menemismo.
Si la lucha de clases crease otra situación, de tipo revolucionario, el Partido debería estar preparado para un cambio brusco de política y consecuentemente de consigna. Hoy no es el caso, y quienes nos empujan a la oposición abierta al gobierno no nos empujan hacia la revolución sino hacia la más negra contrarrevolución: la del lanussismo, el alfonsinismo y sus seguidores del MAS, y el P“C” gorbachoviano.

6. El cafierismo –fuertemente entrelazado con los prosoviéticos y con el alfonsinismo por lazos que se ataron hace tiempo y son difíciles de romper– vacila entre el gobierno y la oposición.
Trata de atraer al “miguelismo” a sus planes, hasta ahora sin éxito.
Vamos a un enfrentamiento con el cafierismo que puede afectar las alianzas en el FREJUPO, ya que no podemos votar favorablemente la constitución provincial que Cafiero acordó en oscuro contubernio con el alfonsinismo. Constitución incluso sancionada por un camino inconstitucional, desde el punto de vista de la constitución oligárquico-burguesa que rige en la Provincia de Buenos Aires.
Debemos aprovechar la campaña por el plebiscito constitucional en la Provincia de Buenos Aires, para plantear los problemas de fondo de la Provincia y nuestra propuesta programática para resolverlos,

7. Se mantiene un grado importante de fractura entre la corriente lanussista y la nacionalista en las Fuerzas Armadas. La primera es heterogénea. La nacionalista también.
La corriente nacionalista que encabezan Rico y Seineldin reivindica la gesta antiimperialista de Malvinas y ha avanzado en sus posiciones contra las dos superpotencias, contra las privatizaciones de empresas estatales, en sus críticas al generalato corrupto de la dictadura y en sus planteos de unirse al pueblo. Se apoya en un poderoso movimiento de suboficiales, que tiene múltiples formas orgánicas, y tiñe de tonalidades populares al movimiento. Tienen retraso en ubicar una posición correcta para el problema agrario, Esta corriente tiene que repudiar la mal llamada “guerra antisubversiva” y condenar los crímenes cometidos contra el pueblo por la dictadura prooligárquica y proimperialista de Videla-Viola. Esto creará mejores condiciones para su unidad con el pueblo para enfrentar al enemigo común,
Nuestras relaciones con la corriente nacionalista de las Fuerzas Armadas han avanzado en este período. Nuestra línea para el caso de enfrentamientos sigue siendo la de terciar. Terciar implica una posición activa y no un pretexto para mantenerse en un ni-ni (Ni con uno ni con otro) que, de fondo, es expresión de un antimilitarismo verbalista e intrascendente. Terciar implica mantener una línea de frente único que golpea a un enemigo común. El frente único puede implicar una relación orgánica de frente o simplemente golpear juntos. El frente único –cualquiera sea la forma que adopte– nunca implica, en nuestro caso, reconocer la dirección político-militar a una fuerza burguesa, sino luchar por la hegemonía obrera en los acontecimientos, lo que plantea, ante estos, la necesidad de movilizar con independencia a las fuerzas obreras y populares.
En el futuro será necesario intensificar por todos los medios posibles el trabajo hacia las Fuerzas Armadas. Siempre entendimos que es la lucha popular, en sus múltiples formas, la que puede fracturarlas. Sin esto es imposible el triunfo de la revolución, Y las luchas crecerán en el futuro y, como muestran algunos ejemplos recientes, ante ellas se evidencia esa fractura en los cuarteles.

8. Debemos asumir rápidamente la defensa del Hospital Público ante el avance de proyectos privatizadores que intentan transformar a las instituciones sanitarias en depósitos de indigentes e introducir el lucro como objetivo fundamental.

9. Nuestra línea principal a tiende a reagrupar a las fuerzas obreras y populares que triunfaron en las elecciones del 14 de ayo, ganar allí la hegemonía para las fuerzas obreras y populares (entendiendo por populares, especialmente, al campesinado pobre y medio y a los sectores pauperizados de la pequeña burguesía urbana) y unirnos con sectores patrióticos y populares que no votaron entonces al FREJUPO.
¿Dónde está el contingente principal a reagrupar? ¿Desde dónde reagrupar? ¿Desde dentro o desde fuera del FREJUPO? ¿Las fuerzas principales a unir son las que el 14 de mayo votaron al FREJUPO o las que entonces votaron al radicalismo o a Izquierda Unida?
Nuestro trabajo principal apunta a las grandes masas obreras y populares que aún hoy, en abrumadora mayoría, siguen al peronismo. Nuestra orientación estratégica –como planteó el Comité Central de 26 y 27 de febrero de 1988 – “apuesta a fundirnos con las amplias masas que siguen al nacionalismo burgués, al peronismo, ganarnos su confianza y su corazón, organizarlas y llevarlas a la revolución a través de luchas parciales y, principalmente, de su propia experiencia.” Ganarlas no sólo por la propaganda y la teoría sino por su propia experiencia a la que debe servir esa propaganda y por recorrer, con nosotros, un largo camino de lucha. Esto implica unidad y lucha.
El Partido jugó un gran papel para constituir el FREJUPO en el orden nacional y nos corresponde un gran mérito en haberlo mantenido, lo que vino a resultar clave durante los preparativos del golpe institucional alfonsinista de febrero-marzo. También fue importante el FREJUPO para que la confluencia producida en torno a la propuesta de la CGT Azopardo no fuese hegemonizada totalmente, por las fuerzas socialdemócratas que confluyen con el alfonsinismo e Izquierda Unida. Estos hechos demostraron que mantener el FREJUPO es útil para nuestra línea política.
No se descarta que el FREJUPO se rompa. En todo caso nosotros no trabajamos para esto. Menos aún cuando el programa que lo une es relativamente bueno y los métodos de funcionamiento que practica son democráticos. Lo que tendrá importancia para la lucha actual y con vistas a 1991.
Pero si el FREJUPO se rompiese ¿Cuál será el centro de nuestra política de alianzas? ¿Las fuerzas agrupadas en el peronismo o las de izquierda pequeñoburguesa que se opusieron desde adentro y desde afuera al FREJUPO? Entendemos que el centro de nuestra política, en tal caso, estaría en unirnos con esas masas peronistas.

10. Desde el Quinto Congreso nuestro Partido ha avanzado en el trabajo y la influencia en el movimiento obrero, el campesinado pobre, el movimiento de mujeres, las fuerzas Armadas y, lentamente, comienza a avanzar en el trabajo juvenil y estudiantil. El FREJUPO nos ayudó para ser conocidos por las grandes masas.
También el desarrollo del PTP nos ha servido para ser conocidos y extender nuestra influencia nacionalmente. Tenemos actualmente trabajo en todas las provincias. Conseguir la personería electoral del PTP, allí donde aún no la tenemos, y asegurar todos los detalles necesarios para mantenerla (en las provincias en las que la hemos conseguido) es importante para las tareas actuales y con vistas a las elecciones de 1991, elecciones que tendrán base municipal y provincial. Los recientes ejemplo de afiliación al PTP en Santa Cruz, Santiago del Estero, Mendoza, Córdoba, Entre Ríos y la zona sudoeste de la Capital federal, son demostrativos de la posibilidad de reclutar miles de afiliado al PTP y crecer orgánicamente y no sólo numéricamente a nivel nacional, tonificando así nuestras fuerzas en el movimiento obrero y popular.
Nuestra influencia no se traduce aún en un crecimiento orgánico importante del PTP y PCR. Nuestra influencia debe multiplicarse en mucho y una revisión profunda, una verdadera campaña de rectificación de nuestro estilo de trabajo debe emprenderse para poder crecer, orgánica e ideológicamente. Más aún en el apogeo de una nunca vista – por su magnitud y características – campaña anticomunista.
Nos ata las piernas para ese crecimiento nuestra extrema debilidad financiera. Pagamos con ella nuestra independencia política, pero si no la superamos será imposible multiplicar nuestras fuerzas y se afectará, en la práctica, esa independencia.
El Sexto Congreso debe servimos para poner a foco los centros políticos del movimiento obrero en cada regional. Y para producir un verdadero viraje en nuestro trabajo hacia las cincuenta grandes empresas que definen, y definirán en el futuro, el rumbo del movimiento revolucionario argentino.
El PCR vuelve a apostar, –como siempre–, a la clase obrera y a confiar en ella su futuro y el de la revolución.