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11 de junio de 2014

Recesión más inflación

El gobierno descarga la crisis sobre los trabajadores y el pueblo

Ante los desequilibrios provocados por su política de ajuste inflacionario, tratando de frenar la pérdida de reservas el gobierno kirchnerista recurrió al ajuste por recesión, con la denostada receta neoliberal: una brusca devaluación del peso y la duplicación de las tasas de interés.

Ante los desequilibrios provocados por su política de ajuste inflacionario, tratando de frenar la pérdida de reservas el gobierno kirchnerista recurrió al ajuste por recesión, con la denostada receta neoliberal: una brusca devaluación del peso y la duplicación de las tasas de interés.
Pero, no obstante el freno en la actividad económica que eso está implicando, la inflación se mantiene mes a mes, aunque a un ritmo inferior al del primer trimestre del año.
Así, a diferencia de la crisis de 2009, cuando con la recesión se paró la inflación, estamos viviendo una situación en que junto al ajuste por recesión sigue rigiendo el ajuste por inflación.
 
Similitudes y diferencias
Desde el punto de vista de la actividad económica, el panorama actual se viene asemejando cada vez más al de 2009, cuando la economía argentina entró en una profunda recesión. Sin embargo, las diferencias entre los dos escenarios no son menores.
La primera diferencia es que hace cinco años la crisis económica vino principalmente inducida por la crisis económica internacional desatada en Estados Unidos en 2008 y, ahora, se origina principalmente en los desequilibrios internos. La segunda diferencia es que en 2009 la recesión fue acompañada por una desaceleración casi inmediata de la inflación, mientras que en los primeros cinco meses de 2014 el costo de vida ya acumula una suba cercana al 20 por ciento.
Esto se debe principalmente a que se partió de una base de inflación más alta, producto la política inflacionaria del gobierno kirchnerista, agravada por el efecto de la devaluación y los aumentos en rubros como los combustibles y las tarifas de servicios públicos. En tanto en 2009, al mantenerse prácticamente congelados los precios del dólar y de esos otros rubros, los mismos actuaron como anclas de la inflación.
Ahora, con el ajuste recesivo, la inflación muestra una desaceleración con respecto a los picos alcanzados en febrero y marzo, tras la fuerte devaluación de enero. Pero la magnitud de la recesión, que se manifiesta en las caídas de la producción y del comercio, las crecientes suspensiones y despidos, etc., está muy lejos de haber frenado la inflación incluso en la dimensión que pregona el Gobierno.
La diferencia fundamental con 2009 es que, entonces, el gobierno tenía resto para afrontar la crisis: más de 50.000 millones de dólares de reservas; un precio del dólar todavía alto (“competitivo”); superávit en las cuentas fiscales y en las cuentas externas (los “superávit gemelos”), y bajo endeudamiento del Banco Central. Pero, por la política seguida desde entonces, todos esos recursos se fueron dilapidando: las reservas se fueron cayendo hasta menos de 30.000 millones de dólares, el dólar se retrasó frente a la inflación, las cuentas fiscales y externas se volvieron fuertemente deficitarias (sale más de lo que entra) y creció el endeudamiento del Banco Central.
 
Recesión con inflación
Al devaluar drásticamente el dólar y duplicar las tasas de interés el gobierno impuso un parate a la actividad económica, aumentándole tremendamente los costos de producción, provocando el cierre de pequeñas y medianas empresas, despidos y suspensiones de los trabajadores, los recortes salariales, etc. Pero nada hizo para corregir el desmadre fiscal, al contrario, ha seguido aumentando y con ello el endeudamiento del Banco Central, con lo que se sigue alimentando la inflación por el lado monetario.
Así llegamos a esta situación de recesión con inflación, en la que ya no quedan reservas excedentes, el déficit de las cuentas fiscales y externas se acrecienta y con una inflación que sigue carcomiendo los ingresos de los trabajadores ya disminuidos por el techo impuesto a los aumentos salariales por debajo de la inflación, el impuesto al trabajo, las suspensiones con menor salario en las grandes empresas, los despidos en las pequeñas y medianas empresas, el ahogo del cuentapropismo, la disminución de las changas, el retraso en las jubilaciones y en los planes, etc.
Es necesario unir fuerzas para torcerle el brazo a la política hambreadora y entreguista del gobierno K, luchando por una ley que prohíba los despidos y suspensiones y por las demás reivindicaciones del movimiento obrero y popular.