Durante la semana pasada, el escándalo sobre manejo de dinero en la construcción de viviendas vuelve a manchar a la ex Asociación (hoy Fundación) de Madres de Plaza de Mayo. Esta vez, lo hicieron saltar obreros a quienes Sueños Compartidos les adeuda sueldos, e indemnizaciones por despedidos, de cuando se destapó la olla en la Fundación de las Madres.
Durante la semana pasada, el escándalo sobre manejo de dinero en la construcción de viviendas vuelve a manchar a la ex Asociación (hoy Fundación) de Madres de Plaza de Mayo. Esta vez, lo hicieron saltar obreros a quienes Sueños Compartidos les adeuda sueldos, e indemnizaciones por despedidos, de cuando se destapó la olla en la Fundación de las Madres.
Al reclamo por haberes de los obreros de Castañares (uno de los complejos de construcción más grandes que maneja la fundación Sueños compartidos en Capital Federal) quienes cortaron la General Paz, se sumaron reclamos en Tigre, Santiago del Estero, Salta y Rosario.
Pero el momento más álgido fue el jueves, durante la ronda de las Madres, cuando un grupo de obreros se acercó hasta la Plaza de Mayo para preguntarle a Hebe de Bonafini cuándo les abonarían las quincenas adeudadas. “Reclámale a Schoklender, que es el que te choreó”, le contestó Hebe intentando desligarse. Acorralada por el reclamo de los obreros, Bonafini comenzó a blandir preguntas con tono acusatorio “¿Quién los manda a ustedes?”, “¿Quién los dirige?”, preguntas que corresponden más a una patrona empresaria que a aquella Madre de Plaza de Mayo que denunciaba cualquier acto de injusticia que comprometiera las libertades y los derechos de los trabajadores. Mucho más cuando los propios obreros de Sueños Compartidos denuncian que allí no está permitido tener delegados ni representatividad gremial (como venía ya denunciando, y por lo que fue apretado, nuestro compañero Luciano Nardulli, de que existía patota para amedrentar y despido a quien se atreviera a cuestionar algo de la Fundación).
Parafraseando a Diana Kordon, en su artículo publicado en hoy N 13…, nos vuelve a doler que Bonafini, otrora defensora de los derechos humanos, plantee, desde su cristinismo de hoy: “Estamos haciendo todo lo que podemos, entregando lo mejor de nosotras para hacer el país que soñaron nuestros hijos.” Cabe recordarle a Bonafini que los 30 mil compañeros desaparecidos no dieron su vida por hacer negocios con el Estado.
Quizá la frase más contundente de la titular de la Fundación de Madres de Plaza de Mayo, como expresión y reflejo de cómo se transformó en su contrario al ser cooptada por el kirchnerismo, haya sido “Muchos de los que hoy reclaman no sabían quiénes éramos las madres o qué es un pañuelo blanco”. Opinión soberbia y reaccionaria la de Bonafini, empecinada en darle entidad al discurso de que éste es un gobierno “de los derechos humanos”, que tiene en su haber nueve muertos en hechos represivos sólo el año pasado, y 5.000 procesados por luchar.