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24 de marzo de 2020

Recuerdos de Ana Sosa

Josefina Racedo desde Tucumán, en este nuevo aniversario del Golpe de Estado que implantó a la dictadura más sangrienta, recuerda algunos aspectos de la personalidad de Ana Sosa, "una mujer tucumana, valiente y luchadora a quien puedo nombrarla como una mujer de avanzada".

Ana fue una gran docente, ejerció como maestra desde muy joven, hasta que se recibió de pedagoga en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNT. Fue una de las profesoras que participó en el famoso Proyecto 13, una de las tantas reformas educativas que sufrimos, que se implementó con la dictadura de Onganía en las Escuelas Normales Nacionales. Amaba su tarea, tenía mucho reconocimiento entre los colegas de las 2 escuelas Normales: la de San Miguel de Tucumán y la de Simoca (a 70 km de la Capital). Viajaba hasta ahí, luego de cumplir con sus horas en la ciudad y en los escasos tiempos que le quedaban iba construyendo su familia. ¿De dónde sacaba las otras horas que dedicaba a la militancia?

La conocí a mediados de 1966, en el grupo inicial que nos congregamos alrededor de la figura del Dr. Enrique Pichon–Rivière buscando herramientas que permitieran abordar la profunda crisis que vivíamos todos los sectores, jóvenes  como ella, los primeros psicólogos –entre los que me contaba-y una variedad de interesados encontramos una posibilidad de comprensión y de diseño de acciones a través de la Psicología Social.

La recuerdo llegando a clases con su portafolio, sus bolsas con apuntes y trabajos de sus alumnos… el  trabajo en grupo operativo la fascinó, cosa que demostraba con intervenciones siempre pertinentes, protagonista de los debates y confrontaciones que podíamos tener en un lugar de seguridad como el  grupo (al menos así lo vivíamos).

No es fácil acercar a quienes no la conocieron, a la joven madre, a la profe de jóvenes, a la compañera de clases… casi siempre en esta fecha se rememora las acciones como militante, la valentía de su compromiso, la decisión revolucionaria como miles de jóvenes de esa década. Pero no suele decirse lo que tuvo que enfrentar en su familia, lo que significaba en el Tucumán de esos años, el ser señalada como “la comunista” …

La recuerdo hoy insistiendo que estudiáramos el marxismo, que necesitábamos conocer la realidad de nuestra provincia. Sin exigirnos, nos hacía sentir lo importante de abrir nuestra mirada, mientras la psicología social era cada vez más un campo conceptual que crecía en cada experiencia que vivíamos a diario.

Por esa manera de vivir  ese proceso social y político vertiginoso, admirábamos su capacidad de reflexión, de  plantear lo nuevo como lo necesario y quitarnos los miedos que arrastrábamos muchos por ideas. La veíamos compartir seriamente con Ana Quiroga los temas más difíciles de entender, como el de aprendizaje, los grupos… resultados que inmediatamente llevaba a su actividad docente.

Esa Ana Sosa sigue siendo para quienes continuamos entendiendo que la Psicología Social es una construcción permanente, un ejemplo de valor y de inteligencia puestos al servicio de su pueblo desde el lugar más importante como intelectual: la docencia.

La vi muchas veces disfrutar con sus niños, jugar con ellos sentada en el piso, apenas llegada del trabajo, sin mostrar huellas de su cansancio, o guiando a la hija mayor, en las tareas escolares.

En el 75 fuimos contratadas por el CONET para dictar cursos a los técnicos que guiaban las prácticas de alumnos  de las escuelas técnicas. Nos entusiasmó el desafío de armar programas desde la Psicología Social. Eran clases nocturnas, ya en plena etapa de represión previa al Golpe. Seguir dictando clases en nuestra Escuela también era un desafío porque habían comenzado las desapariciones, las matanzas…

Ana integraba el plantel directivo y docente de la Escuela, ya en manos tucumanas, con la supervisión de Pichon-Riviere, pero principalmente la de Ana Quiroga quien continuaba viajando mensualmente a su tarea en Tucumán.

Estábamos aprendiendo aceleradamente que las definiciones políticas eran necesarias, pero no homogéneas en el funcionamiento, la planificación, la trasmisión de contenidos. Nunca escuché que Ana llevara al aula su pertenencia al Partido ni arengara, pero si invitaba a un acto o movilización, la mayoría íbamos.

Fueron tiempos  de fuertes enfrentamientos ideológicos, y también de desmembramiento de integrantes que asumían pertenencias a partidos o líneas disímiles. El pasar a la clandestinidad, la salida apresurada del país, los relatos de las persecuciones o la instauración progresiva de las detenciones y luego las desapariciones volvió riesgoso la continuidad de las clases y el funcionamiento de los grupos. Digo esto para poder yo también valorar la valentía de tantos que hoy tomaron otros rumbos y de los que sostuvieron su elección revolucionaria hasta el presente.

Nos costó muchísimo aceptar la idea que habían secuestrado a Ana junto a Ángel Manfredi aquel 8 de agosto del 76. Yo no entendía la verdadera dimensión de ese acto. Me había enterado que tenía una actividad con los niños de las familias zafreras de una colonia del ingenio Concepción, a la que decidió no faltar. Estaba programada para la mañana de ese domingo, Día del Niño.

Sabían ella y Ángel los riesgos, pero era importante no fallarles a esos niños, tan carentes de alegrías. La camioneta del Ingenio sirvió para trasladarlos a su campo de detención.

Todo lo que sucedió lo fuimos sabiendo al correr del tiempo, nos relató una estudiante que estuvo en el cautiverio, que la había reconocido por la voz, cómo añoraba a sus niños, cómo lograba enfrentar a los captores, cómo daba tranquilidad a los otros militantes secuestrados, cómo soportó las torturas, cómo hasta el final enviaba mensajes a sus hijitos, que nunca llegaron.

Recordarla hoy es fruto de estos largos años de convencerme  de que no la íbamos a tener nuevamente entre nosotros. No fueron inútiles esas esperanzas porque nos alentaron a luchar por ella y por los miles que se llevaron y mataron.

La recuperamos del Pozo de Vargas hace 4 años.

 


Síntesis del texto que la compañera Rosa Nassif dijo en el Homenaje a los compañeros Ana Sosa y Angel Manfredi realizado en Tucumán el 11 de agosto de 2016, al cumplirse 40 años de sus secuestros y desaparición. Hemos extractado lo que se refiere a Ana Sosa.

Nos encontramos una vez más en este otoño tucumano para rendir homenaje a dos queridísimos compañeros que dieron su vida por ideales revolucionarios que compartimos.

Es inevitable, por lo menos en mi caso, que el recuerdo de Ana y Ángel nos suscite las más encontradas emociones, una cálida ternura al recordar las ocurrencias de Ana, siempre irreverente  frente a las formalidades, una sonrisa ante las broncas de Ángel y mucha tristeza porque no están entre nosotros, porque no pueden compartir los logros de sus hijos, de sus nietos y de sus camaradas. Y sobre todo un odio infinito a los genocidas que los torturaron y asesinaron. (…)

Anita (…) [su nieta] me pidió que le contara cómo era su abuela…creo que los jóvenes necesitan saber de aquellos años…(…) Con Ángel compartimos un Congreso de estudiantes secundarios, él estaba en la Fede, yo era una estudiante independiente que dirigía el Club Colegial de la Escuela Normal. La dictadura de Onganía nos encontró a los dos en la Facultad de Filosofía y Letras, él estudiaba filosofía y era obrero en los Talleres de Tafí Viejo, yo trabajaba en el Gabinete Psicopedagógico de la Escuela Normal. Ahí conocí a Ana junto con Josefina Racedo.

Con Ana fue una amistad a primera vista. Ya se había recibido de Pedagoga, nos llevaba unos años y era una mujer de avanzada…en esa época el movimiento de mujeres no tenía el desarrollo que hoy tiene en nuestro país y que es un ejemplo en todo el mundo. Ana fue una precursora, nos enseñó que las mujeres teníamos derecho a decidir sobre nuestra vida y sobre todo…cuando formamos el PCR ella se puso Simona, en homenaje a esa gran escritora y luchadora que fue Simone de Beauvoir. Ana fue una gran docente, una maestra… la Psicología Social que nos trajo Pichon-Rivière con Ana Quiroga y el maoísmo, Ana los incorporó con pasión y los brindó a  sus alumnos de la Escuela Normal, la de Simoca o de la Escuela de Psicología Social.(…)

Ana era una madre amorosa y ese amor por sus hijos nos lo trasmitía…esa actitud maternal la mantuvo en el cautiverio como lo han relatado compañeras que estuvieron secuestrada con ella. Tenía además una inteligencia profunda, intuitiva…odiaba el dogmatismo, la hipocresía y las poses (…) [ recuerdo una frase que dijo la última vez que nos encontramos en 1975], Bueno, morir vamos a morir todos, lo importante es no morir al pedo…

No queremos seguir diciendo en los homenajes que el día que triunfemos Ana, Ángel y todos nuestros héroes y quienes ya no nos acompañan verán hecho realidad aquello por lo que lucharon!  Queremos poder rendirles un homenaje con la clase obrera y el pueblo en el poder, desde la Casa de Gobierno con la Plaza Independencia colmada de jóvenes y desde la Casa Rosada decirles: lo hemos logrado, hemos triunfado!!

Hasta la victoria, siempre!. 30 mil desaparecidos presente!! Ahora y siempre.