Se ha desatado la polémica por el proyecto de algunos diputados del Frente de Todos de proponer la reducción de la jornada de trabajo como una forma de fomentar el aumento del empleo como consecuencia de la desocupación y los cambios que impuso la pandemia en el mundo laboral y el teletrabajo.
No solo aquí en nuestro país existen propuestas de este tipo. En varios países de Europa y otros de América Latina existe este debate.
La tecnología aplicada a los métodos de producción y las crisis económicas va eliminando cada día más puestos de trabajo y la concentración de capitales en el mundo hace que la brecha entre ricos y pobres vaya en aumento.
Esto no es distinto en Argentina, sin embargo en nuestro país se expresa de una forma particular. Una de las causas del estallido del Cordobazo en mayo de 1969 fue el intento de la dictadura de Onganía de eliminar el «sábado inglés» que había reducido la jornada de trabajo en 1933 de 48 horas a 44 horas semanales.
En la década del 70 con el avance del clasismo, la llegada de Perón y las elecciones de 1973 la clase obrera avanzó con la Ley 20.744 de Contrato de Trabajo y los mejores Convenios Colectivos que la clase obrera haya conocido. Un país en crecimiento agropecuario e industrial casi sin desocupación, que repartía casi el 50% del PBI en salarios.
A partir del golpe cívico militar de 1976, los sindicatos y las organizaciones obreras de fábrica, como toda la legislación laboral, fue blanco de un ataque furioso de parte de las clases dominantes. Aun en democracia, las condiciones de trabajo sufrieron un retroceso. Parches sobre parches en las leyes, la tercerización de tareas y la contratación de trabajadores sin efectividad también por el Estado y acuerdos de partes por empresa por sobre los convenios, legislación para jóvenes y Pymes, han generado un «desbarajuste» legal a la medida de las crisis políticas y económicas que vivimos.
Aún hoy, toda la legislación laboral todavía en pie y las organizaciones obreras y populares, es el blanco favorito a destruir de los sectores reaccionarios identificados con la derecha oligárquica, macrista y sus socios políticos como única propuesta de un plan económico para salir de la crisis que ellos provocaron.
Argentina está entre los países que más horas se trabaja en el mundo, con una masa de desocupados del 40% y una informalidad abismal. En la base del proletariado industrial la realidad es muy distinta a lo que se habla en los medios. Existe un sector industrial tecnificado minoritario, más moderno, con trabajadores mejores pagos en turnos llamados «americano» de 6×2 o 7×1. Pero la mayoría sobre todo los vinculados al mercado interno, la pequeña y mediana industria con jornadas de trabajo de 8, 10, 12 y 14 horas. Sin sábados ni domingos libres, con salarios en blanco de pobreza, cobrando 8 horas de básico y el resto de las horas extras en negro, también con sumas fijas acordadas en paritarias que no cuentan para aguinaldo ni vacaciones ni la jubilación. En el caso de los trabajadores rurales, jornadas interminables a destajo que comparten con «planes sociales» y salarios de indigencia.
La pandemia también golpeó importantes sectores de la economía y en sectores industriales declarados esenciales muchas empresas no solo buscaron desprenderse de trabajadores mayores con comorbilidades, también redujeron los salarios.
La deuda externa infinita con el FMI que dejó el macrismo, condiciona toda la política económica. Pretender que los sectores económicos más poderosos que se beneficiaron con esa fuga, hoy opuestos al Frente de Todos, acepten financiar reducir la jornada sin reducción salarial, cuando financian al periodismo de derecha reaccionario, para propangandizar terminar con los planes sociales y una «Reforma Laboral» que liquide la Ley de Contrato de Trabajo, los sindicatos, los convenios colectivos, el fuero laboral para ir al modelo «chino» de producción como salida a la crisis, es realmente «utópico».
Ante la sola propuesta de discutir por parte de un sector de diputados la reducción de la jornada de trabajo, tanto la UIA como la dirigencia de la CGT salieron al cruce a rechazar de plano la propuesta. También se opuso el ministro de Trabajo.
Para empezar a resolver el grave problema de la desocupación es necesario impulsar un agresivo plan productivo desde el Estado, con salarios acordes a la canasta básica real, que incluya la reducción de la jornada sin rebaja salarial, y que incorpore a miles de jóvenes para formarlos como una fuerza laboral moderna.
Aprobar la Ley de Tierra Techo y Trabajo para atender la necesidades de millones de argentinos, reactivar las empresas del Estado, YPF, Energía Atómica y renovables, astilleros, la marina mercante, Fabricaciones Militares, Ferrocarriles Argentinos, la Hidrovía, los puertos y la obra pública, junto a la rebaja de impuestos a toda empresa nacional o extranjera que se sume al proyecto. Es desde donde dar la batalla a los que proponen profundizar la entrega y la dependencia.
Como parte del Frente de Todos, daremos la pelea en el Congreso, y si es necesario hay que aprobar iniciativas de «pruebas piloto» en algunas empresas del Estado como puntapié inicial, pero debemos profundizar éste debate que tiene atrapado a nuestro país en la contradicción entre liberación o dependencia.
Comisión Sindical del Partido Comunista Revolucionario
Hoy N° 1879 01/09/2021