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13 de abril de 2016

El 20 de marzo entró en vigencia el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía, por el cual están siendo expulsados centenares de refugiados todos 
los días. El acuerdo, además sella  las fronteras impidiendo el acceso de nuevos refugiados a Europa.

Refugiados ¿“solución final”?

La Unión Europea avanza en la expulsión de miles de personas

 
Pese a que los gobiernos de la UE tratan de realizar este vergonzoso maltrato “con discreción”, crecen las denuncias de cómo se han transformado los centros de refugiados en Grecia e Italia en centros de detención, y la intervención de las fuerzas militares para concre tar las expulsiones.

 
Pese a que los gobiernos de la UE tratan de realizar este vergonzoso maltrato “con discreción”, crecen las denuncias de cómo se han transformado los centros de refugiados en Grecia e Italia en centros de detención, y la intervención de las fuerzas militares para concre tar las expulsiones.
Varias ONG han anunciado su retirada de estos campos, para no ser “cómplices” de la política criminal de los gobiernos europeos. Para la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), a partir del 20 de marzo se ha entrado en un período de “vulneración sistemática” del derecho de asilo. CEAR ha certificado que sólo en el campo de “refugiados” de Moria, en Grecia, hay 170 menores separados de sus padres y retenidos por las autoridades policiales.
Turquía, que se ha convertido en el país receptor de los expulsados, inmediatamente deporta a todos los emigrados salvo a los procedentes  de Siria, a los que está concentrando en gigantescos campos próximos a la frontera turco-siria. El fascista gobierno turco de Erdogan, a cambio de semejantes servicios, ha obtenido por parte de la UE la eximición de visado para los ciudadanos turcos, 6 mil millones de euros, y que los 28 gobiernos europeos cierren los ojos ante la brutal represión a los kurdos y a toda la oposición social y política.
La política hacia los refugiados, luego de los últimos atentados en Francia y Bélgica, se ha fascistizado de manera exponencial. El gobierno húngaro, pionero en el rechazo a los refugiados, ha redoblado una campaña en la que “acusa” a los refugiados de “robarle el trabajo” a los nativos, y vincula a los inmigrantes con el “terrorismo”. El gobierno griego aprobó a las apuradas el acuerdo UE-Turquía declarando a Turquía “país seguro” para los refugiados. 
Sin llegar a esos niveles de “honestidad brutal”, la Unión Europea ha puesto trabas tan absurdas para acceder al “programa de reubicación” para los refugiados llegados luego del 20 de marzo, como que los abogados de las ONG no tengan autorización para entrar a los campos y ofrecer asistencia legal a los recién llegados. En Grecia, la UE “ofrece” un canal de Skype que atiende una hora por día, como único medio para solicitar asilo a las más de 160 mil personas que (ubicadas en las islas y el continente) tratan de acceder al programa de reasentamiento de la Oficina Europea de Apoyo al Asilo (EASO). Alemania, uno de los principales impulsores del acuerdo con Turquía, parece haber cubierto su “cuota” de refugiados altamente calificados y con carreras universitarias, que están con trabajos provisionales a 1 euro la hora, cuando el salario mínimo en este país  es  de 8,5 euros la hora.
 
Crecen las mafias 
En paralelo a las cada vez más proscriptivas reglas de la UE, con el sólo objeto de expulsar a los refugiados e impedir la llegada de nuevos, florecen las asociaciones mafiosas que lucran con la desesperación de cientos de miles de personas que huyen de países en guerra como Siria, Afganistán, Irak, Libia, etc. El trayecto entre la ciudad turca de Ayvalik y el norte de la isla griega de Lesbos, que para un europeo sale cinco euros en un ferry, los refugiados deben pagarlo alrededor de 2.000 euros, en pequeños e inseguros botes. Los chalecos salvavidas se cobran aparte.
 A la isla de Lesbos, que muchos ya caracterizan de “campo de detención”, ha anunciado una próxima visita el Papa Francisco, en explícita adhesión hacia los refugiados, y denunciando el maltrato, la “indiferencia y la conciencia anestesiada de Europa”.
Junto con este acuerdo para expulsar a los refugiados ubicados en Grecia, todos los países europeos están tomando medidas para sellar sus fronteras, y expulsar refugiados de sus territorios. Bulgaria, Macedonia, Polonia, levantan muros, barreras, alambradas, etc. Hasta Suecia patrulla sus costas para impedir la llegada de refugiados. Eso sí, el viceministro de asuntos exteriores de Grecia, Dimitris Mardas, recordó hace pocos días que su país, así como muchos otros de la UE, concede permiso de residencia a cualquier inversor que venga con más de 250 mil euros.
El gobierno francés, sacudido por gigantescas luchas contra su proyecto de flexibilización laboral, no se queda atrás y está en plena campaña de desalojo de campamentos de refugiados que se arman de manera espontánea en París por la falta de ayuda estatal. Muchos de estos refugiados, como los desalojados de “Stalingrado”, campamento que se armó alrededor de la estación del Metro de ese nombre, están recibiendo ayuda del movimiento asambleario que surgió en los últimos días, denominado “Nuit debout” (noche en pie) en el que miles se juntan todas las noches a debatir distintas acciones de lucha y culturales.
Las últimas medidas de las potencias europeas están revelando la gigantesca hipocresía de estos gobiernos, y cómo van a fondo en descargar la crisis sobre los sectores más explotados de sus propios pueblos, al tiempo que ponen en práctica una verdadera “solución final” con antecedentes fascistas, en una escalada de expulsiones masivas como no se veía desde la Segunda Guerra Mundial.