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02 de octubre de 2010

Los obreros de la alimentación continúan su lucha, enfrentando los nuevos despidos y por sus reclamos salariales.

Reincorporación ya de los despedidos de Arcor

Hoy 1320 / Córdoba: trabajadores de la alimentación

“Tocan a uno tocan a todos”: es una vieja consigna de solidaridad de la clase obrera internacional y argentina. En la alimentación de Córdoba la retoman las mujeres y hombres desde la ex Lía (Arcor/Bagley), y comenzó a ser parte de la vida y del vocabulario de los trabajadores cuando en 2005 empezó a tomar forma en el conjunto de los compañeros la idea de que no se podía vivir con $1.200, cuando la canasta básica estaba en $1.800. Pero que para ir a la lucha por los $1.800 (que parecía una locura) había que efectivizar a los contratados o temporarios (que parecía otra locura), que eran casi el 40% de los trabajadores de planta. Y tomó forma, además, que para que esas dos cosas fueran posibles había que pechar delegados que expresaran lo que necesitan los compañeros. Porque era un momento en que había mucho crecimiento industrial y mucho llenarse la boca con la “distribución de la riqueza” del entonces presidente Néstor Kirchner, pero eso no se veía en los bolsillos de la clase obrera y el pueblo.
De ahí en adelante, en cada momento de reclamos mínimos reaparecía “El tocan a uno…”. Pero hubo un momento en que tomó cuerpo, y la práctica del conjunto la hizo realidad. Fue el 16 de octubre de 2007, cuando se fue a la lucha por aumento salarial por fuera del convenio. En Terrabusi se había conseguido un 10% más que el resto de la alimentación, encabezados por la Interna que dirigía Bogado. Se fue a la lucha, y cuando la empresa mandó 174 telegramas de despidos, se tomó la planta. Faltaba una semana para la elección con Cristina Kirchner como candidata. Se consiguió la reincorporación de los 174, la efectivización de 101 contratados y temporarios (todos), y se abrieron negociaciones que terminaron en un aumento de $1.200 por única vez fuera de convenio, en febrero de 2008.

Se equivocaron
En medio de las celebraciones del Bicentenario, Pagani envió seis telegramas de despido a los compañeros que durante abril y mayo en Arcor/Bagley, habían mostrado cómo se defienden los derechos de un trabajador argentino.
Ni Cristina, ni Schiaretti, con la boca llena de “patria” y “pueblo”, denunciaron en sus discursos esos despidos, ni los enormes sufrimientos de la clase obrera y el pueblo.
La empresa subestimó la profundidad del proceso que hicieron los trabajadores. Fin de semana largo, sin un peso en el bolsillo, un mes de paros,los hicieron pensar que  los trabajadores dejarían pasar los despidos y comenzaría la sangría. Se equivocaron.
El miércoles 26 amaneció la planta militarizada. Unos 40 guardias desconocidos recorrían la planta.  Se paraban detrás tuyo. En Elaboración no te podés dar vuelta que te chocás con uno. Están en el baño. En los vestuarios. Cortaron las comunicaciones con las otras plantas, lo que impedía la comunicación con Caroya y Totoral. Fue un momento muy difícil. Pero a partir de la asamblea del mediodía de dos turnos, sobre la ruta se comenzó a dar vuelta el guante. Se retomó la coordinación con las otras plantas, y los trabajadores encontraron la forma de bajar las líneas y de sostenerse, dando batalla a las amenazas de la empresa.
Se sostuvo y coordinó la baja de la producción todo el jueves y el viernes. La empresa siguió amenazando, que hay 20 despidos más “en estudio”; pero fue ganando fuerza en la gente la idea de que hay que hacer jugar a la CGT y al gobernador de Córdoba. Se planteó en las asambleas al gremio, y corrió de boca en boca “que juegue la CGT”.
El 27 de mayo, a 2 días del Cordobazo, STIA vino con la propuesta de una marcha por el centro de la ciudad junto a las dos CGT el viernes, para celebrar el 41º aniversario del Cordobazo. Así, a las 11 de la mañana del 28 de mayo, mientras en las plantas se garantizaba la baja del 50% de la producción, en la esquina de Maipú y Olmos los trabajadores de la alimentación, con los despedidos a la cabeza y con delegados de Caroya, Totoral, las pymes, etc., marcharon acompañados por diferentes organizaciones, entre ellos la CCC.

Queremos volver a entrar
Luego del acto en el que las dos CGT fueron juntas, hubo reunión de Schiaretti con los secretarios generales de los gremios, porque la provincia decidió “ceder a la CGT de Córdoba” el viejo edificio que le expropió la dictadura. El edificio de 27 de Abril y Vélez Sarsfield, desde donde Atilio López, Agustín Tosco y René Salamanca dirigieron un movimiento obrero cordobés que marcó para siempre la historia argentina de los últimos 50 años.
A las 18 hs.  del viernes se hicieron presentes en la planta de Lía los cuerpos orgánicos de las dos CGT, para informarle a los despedidos y a los compañeros que el propio Schiaretti y Sereno (ministro de Trabajo de la provincia) se comprometían a tomar cartas en el asunto.
A las 21 hs. del viernes se hizo una asamblea. Predominó un estado de ánimo de sostener la lucha para hacer posible la reincorporación. Los despedidos dijeron: “no queremos plata, queremos volver a entrar”. Se escucharon opiniones como “hoy vinieron los carteludos, yo no lo podía creer”, “hoy cambió la cosa, ya no es lo mismo que el miércoles”.
Por arriba están todos pensando en el 2011. Se habla de encuentros entre De Vido y De la Sota. Todos negocian en beneficio de los poderosos. Los trabajadores, confiando en su propia fuerza, están obligando a jugar a todos los “carteludos”.
Fue la lucha sostenida la que los hizo aparecer. No hay que sacarles el cuchillo de la panza. Porque la unidad de la CGT tiene que recorrer un profundo debate del que sea parte hasta el último obrero de Córdoba, para que se reabran las paritarias ahí donde se cerraron y que se vaya a la lucha por aumentos salariales igual a la canasta familiar de $ 5.000. Que los delegados y las comisiones internas tengan acceso a los libros de las empresas donde constan las facturaciones y las ganancias, y que esos números se den a conocer en las asambleas de todos los lugares de trabajo.
Además, en la provincia hay plata. Se cierra una cosecha record de soja. La provincia aportará 14,2 millones de toneladas a la nación, y sólo vuelven 165 millones de dólares.
Eso le servirá a Urquía para invertir en una nueva planta de molienda de soja, mientras un obrero rural de la pampa gringa, cuando pasa la cosecha de soja, sólo changuea el resto del año. Vergüenza de un gobernador que dice defender el federalismo mientras los docentes, las enfermeras y demás empleados públicos tienen salarios por debajo del límite de pobreza y a los jubilados de la provincia se les roba parte de sus ingresos.