Noticias

30 de octubre de 2013

Repercusiones de una crisis política

El cierre parcial y el techo de la deuda muestran las fisuras en el poderío de Estados Unidos

La agudización de la disputa entre los distintos sectores monopolistas en las distintas potencias imperialistas, por quien queda mejor parado en la prolongada crisis económica mundial, tanto en el plano interno de los países como en el plano internacional, se manifiesta también en crisis políticas, que a su vez inciden en el curso de la crisis económica. Porque se agudiza el debate entre los distintos sectores por las distintas medidas económicas y financieras que deben adoptar sus respectivos gobiernos frente a la crisis, que no son neutras no solo respecto de los trabajadores sino dentro de los propios grupos monopolistas, ni entre los países imperialistas, ya que pueden afectar en más o en menos, a uno y otro grupo monopolista y a uno u otro país.
Esto que se ha venido manifestando con toda crudeza en muchos países de Europa, incluso con caída de muchos de sus gobiernos, parecía que no ocurriera en las grandes potencias, como Estados Unidos y China. Sin embargo estos días hemos visto como se manifestó esa crisis política en los Estados Unidos con el cierre parcial del gobierno y la batalla por aumentar el límite del endeudamiento, poniendo en vilo no sólo la mentada recuperación económica de ese país, mientras se agudiza su crisis social, sino también a toda la economía mundial, que ya venía jaqueada por el traslado de la crisis a los llamados países emergentes, que había obligado al FMI a disminuir sus previsiones en abril de un 3,3% de crecimiento global para 2014, a un más modesto 2,9%.
Recordemos que en abril el gobierno de Obama se había envalentonado con la mentada recuperación –aunque la tasa de desocupación se mantenía sobre el 7% y no disminuía la pobreza–, y la Reserva Federal había anunciado que terminaría con su política de flexibilización monetaria. Lo que provocó una elevación de las tasas de interés en los mercados, y el inicio de una rápida reversión de los fondos de inversión desde los llamados países emergentes hacia Estados Unidos.
Ahora tras la crisis presupuestaria, sólo postergada hasta enero, la Reserva Federal se ha visto obligada a mantener el pie en el acelerador monetario por más tiempo que el anunciado, por la caída en la confianza de las empresas y consumidores que afecta la mentada recuperación, con sus consecuencias tanto internas como internacionales. Más allá del alivio temporario que esto ha provocado en las otras potencias imperialistas, esa manifestación de la crisis política en Estados Unidos ha tenido distintas repercusiones en unas y otras. Algunos gobiernos de Europa y Japón se han mostrado más complacientes, mientras que en otras potencias, como en Inglaterra, Alemania, Rusia y particularmente en China, se han “envalentonado” los sectores que cuestionan la hegemonía norteamericana.
A su vez, se ha acrecentado la incertidumbre en los mercados financieros, que antes apostaban en bloque a los que llamaban países emergentes, considerando casi por igual a dos potencias imperialistas, como Rusia y China, con algunos países dependientes de mayor crecimiento relativo, como Brasil, India y Sudáfrica, englobándolos en el término Brics. Ahora están diferenciando negativamente a los últimos tres, a los que han incorporado Indonesia y Turquía, por lo que los países Brics, se han transformado en países Biits (bits, en inglés significa pedacitos o bocaditos). Y ni qué hablar de su creciente aversión a otros países dependientes de menor o más unilateral crecimiento.
 
La crisis en China
En China, que también está sintiendo la crisis mundial, reflejado en su caída del crecimiento a un modesto 7,5% para este año, lejos de las cifras de dos dígitos registradas hasta 2007, la crisis política se incuba en la disputa entre los sectores monopolistas que pugnan por las reformas financiera e impositiva, y por acelerar la urbanización mediante reformas agrarias y liberalizar el sistema de registro de hogares, que restringe la migración entre las áreas rurales y las ciudades, y los sectores que serían afectados, como las poderosas empresas de gestión estatal, que traban las reformas.
Tratando de soslayar esa fractura interna, el gobierno imperialista de China se está mostrando cada vez más agresivo frente al imperialismo de Estados Unidos, como se plasmó en un duro editorial publicado el domingo 13 de octubre en Xinhua (la agencia de prensa estatal china), donde se leyó: “Esos días alarmistas en donde los destinos de otros estén en manos de naciones hipócritas deben terminarse y un nuevo orden mundial debe ser puesto al mando”. También dice: “Washington abusó de su estatus de superpotencia e introdujo aún más caos en el mundo, desplazando riesgos financieros al extranjero, instigando tensiones regionales y disputas territoriales y peleando guerras bajo excusas mentirosas”.
Esta dura posición oficial del imperialismo de China, presentándose como garante de la paz y de la estabilidad financiera en el mundo, aprovechando para volver a reclamar un status para el yuan de moneda de reserva internacional y avanzando en un acuerdo con la propia Inglaterra al respecto, sirvió para recordar (La Nación, 19 de octubre de 2013) un documento confidencial interno, “filtrado hace poco a The New York Times”, tratando de unificar al todavía hoy llamado Partido Comunista, frente a los “peligros occidentales”. “Las fuerzas occidentales hostiles a China y los disidentes se infiltran constantemente en nuestra esfera ideológica”, sostiene el documento, avalado por el presidente Xi Jinping.
El artículo recuerda que cuando Xi Jinping y Li Keqiang asumieron como los nuevos líderes de China, se afirmaba que podrían liderar la batuta de cambio. Xi, con su actitud de consenso entre las dos grandes facciones dentro del partido, y Li, proveniente de las filas de la Liga de la Juventud Comunista y de corte liberal, estaban llamados a aplicar las profundas reformas de las que hablaba el anterior premier, Wen Jiabao, antes de abandonar el poder.
No obstante, la realidad es que dichas reformas están trabadas, mientras la cúpula dirigente busca salir adelante reforzando su posición imperialista en el mundo y recurriendo en lo interno a una mano más dura: Desde que Xi está al mando se puso en marcha una dura campaña para fortalecer la disciplina partidaria. Se atacó la corrupción y malversación de fondos públicos y se reforzó el control de Internet. Los blogueros que son retuiteados más de 500 veces están en la mira, al igual que los portales en los que se presentan artículos críticos.
La crisis política trata de evitarse reforzando la identidad china mediante una unidad ideológica dentro del partido y en relación a las masas, para lo que además tratan de utilizar el gran cariño del pueblo de China por Mao Tsetung. Así, hasta estaría en marcha una nueva reedición, en millones de ejemplares,  del llamado “Libro Rojo”, con citas del gran líder revolucionario convenientemente “depuradas”.