“Conozca el mundo que el genio americano abjura con horror los crueles hábitos de sus antiguos opresores y que el nuevo aire de libertad que empieza a respirarse extiende su benigno influjo a todas las clases del Estado”. Este oficio de San Martín al Cabildo de Mendoza refleja su pensamiento, propio de un hijo de la época revolucionaria burguesa. En su paso por ciudades y puertos, adquiere libros “prohibidos” como los de Rousseau, Voltaire y Montesquieu, que justificaban la legítima rebelión contra el poder tiránico.
“Veo el odio cordial con que me favorecen los diputados de Buenos Aires”. La oligarquía porteña difamó, enfrentó y atentó contra San Martín. Se opuso sistemáticamente a sus planes emancipadores, saboteándolos de todas las formas posibles. Esta élite criolla no buscaba una verdadera emancipación, sino romper los lazos con España para mantener intactas las relaciones esclavistas y feudales. Como buenos invertebrados de la dependencia, no dudaron en someterse al mejor postor. Alvear, que acusaba a San Martín de “rey impostor”, había llegado a ofrecer el territorio nacional a los ingleses. Rivadavia, el primer endeudador del país, lo calificaba de corrupto. Lo trataban de aventurero, usurpador, de espía francés o inglés. También lo denigraban con motes como “cholo” o “indio”, buscando desprestigiarlo desde un racismo vergonzoso. No se trata solo de un conflicto del pasado. El asesor original de Milei, Emilio Ocampo, llegó a afirmar: “San Martín no fue el Padre de la Patria ni el Libertador de América”. El propio Milei, en un acto protocolar, lo llamó “Juan”, dejando en evidencia que ni conoce su nombre ni su obra.
“Lo que no puedo concebir es que haya americanos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a la patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en el tiempo de la dominación española: una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer”. Carta a Rosas con motivo de la invasión anglo-francesa, expresando su apoyo incondicional a la defensa de la soberanía. Teléfono para Milei y compañía.
“La patria no hace al soldado para que la deshonre con sus crímenes”. Esta máxima formaba parte del Código de Honor del Ejército de los Andes y expresa con claridad el tipo de ejército que pensaba Don José. San Martín fue un formidable militar que unía el arte de la guerra con el arte de la política. Se incorporó al ejército español a los 11 años y, durante su estadía en la península, participó en 31 acciones de guerra. Combatió tanto en ejércitos regulares como en guerrillas, experiencia que luego aplicaría y fomentaría en suelo americano. La formación militar y política era un pilar esencial en todos sus regimientos. Pero el elemento central era la concepción que tenía del ejército: no como un instrumento de tiranía, sino de liberación. Por eso, no dudó en desobedecer las órdenes fratricidas del Directorio, que le exigía enfrentar a los caudillos federales. ¿Qué diría hoy San Martín al ver la represión contra los jubilados?
“Ustedes son los verdaderos dueños de este país”. El vínculo de San Martín con los pueblos originarios fue profundo. Rosa Guarú, su niñera y ama de leche, era guaraní. Le debe haber enseñado palabras en su lengua y la cosmovisión originaria. A su regreso a Buenos Aires, San Martín fundó la Logia Lautaro en honor al gran cacique mapuche. Al formar el Regimiento de Granaderos a Caballo, incorporó a guaraníes, como el misionero Miguel Chepoya, quien combatió hasta la batalla de Ayacucho. Ya en Mendoza, durante los preparativos para el cruce de los Andes, el Libertador llevó a cabo el Parlamento de San Carlos con los caciques pehuenches, a quienes solicitó permiso para pasar por sus tierras. Es admirable cómo el General describe ese parlamento y la profunda democracia de los pueblos originarios, comandados por el anciano Ñacuñan. Como es sabido, en el Congreso de Tucumán apoyó la propuesta de Belgrano de establecer una monarquía parlamentaria dirigida por un inca. No se trataba de una simple especulación, se llegó a buscar a descendientes de Túpac Amaru. Una postura diametralmente opuesta a las visiones xenófobas de la oligarquía, tanto del pasado como del presente.
“Dejen de alucinar por rótulos extranjeros”. Esta frase fue pronunciada por San Martín en Mendoza. Pueyrredón recuerda que, estando de visita en la provincia, San Martín (gran conocedor de vinos) les jugó una broma a sus oficiales, cambió las etiquetas de un vino mendocino por la de uno español. Al probarlo, la mayoría afirmó que el vino con etiqueta española (aunque en realidad era mendocino) era mejor. La frase de San Martín expresa su profunda defensa de lo nacional frente a quienes se deslumbran con las sirenas foráneas. El Libertador creó la primera ley de protección del vino solicitando aranceles para las aguas ardientes extranjeras. Teléfono para Milei II.
“La guerra de zapa que les hago es terrible”. Cuando San Martín fue designado gobernador de Cuyo, los realistas acababan de reconquistar Chile y el peligro de una invasión era inminente. En ese contexto, el general desplegó un plan para ganar tiempo, obtener información, desconcertar al enemigo y promover la insurrección. Para ello, organizó una red de espionaje con células compartimentadas e imprentas clandestinas. En esa red participaron niños, jóvenes y mujeres, como Eulalia Calderón, quien obtuvo valiosa información. Su red llegó a infiltrarse en las altas esferas del ejército enemigo. Paralelamente, desplegó una red de contraespionaje destinada a suministrar información engañosa al enemigo. Un caso emblemático fue el de Pedro Vargas, vecino ilustre de Mendoza. San Martín le pidió que se declarara contra la revolución, explicándole que sería encarcelado y castigado para mantener la fachada. Así, Vargas fue reclutado por los realistas y accedió a información clave sobre sus movimientos en Cuyo. Esta táctica demuestra el profundo criterio estratégico del general, siempre lejos de la improvisación. En San Martín siempre hubo un plan de acción. “Necesitamos pensar en grande”, decía, como quien nos invita a levantar la vista, a que el árbol no nos tape el bosque.
“Odio todo lo que es lujo y aristocracia”. Esta frase, devenida en ricotera, fue expresada en múltiples ocasiones por San Martín, en oposición a la vulgaridad de las clases parasitarias que no producen nada y se apropian de todo. “Los hombres han comprado a los hombres y no se han avergonzado”, afirmaba al reflexionar sobre la esclavitud. En contraposición, se definía como “amante del bien público”, y sostenía que por ese bien todo debía sacrificarse. Lo público entendido como lo colectivo, no como lo estatal en términos burocráticos, sino como lo común, lo compartido. “Seamos libres, lo demás no importa nada”. Una libertad pensada para un pueblo, no para un individuo aislado. Teléfono para Milei III.
“Un día se sabrá que esta Patria fue liberada por los pobres, nuestros indios y los negros”. La participación popular en el proceso revolucionario fue decisiva. Las donaciones y contribuciones al ejército, el trabajo gratuito como el que realizó Martina Chapanay actuando como chasqui del general y el alistamiento secreto de mujeres como Pascuala Meneses y Josefa Tenorio, evidencian el compromiso del pueblo. Estas acciones contrastaban con las tensiones existentes con sectores de la élite criolla, que se oponían a la libertad de los esclavos cuando estos se sumaban al ejército, así como a las políticas impositivas que recaían sobre ellos. Pueblos originarios y afrodescendientes, aun habiendo tenido enfrentamientos con el ejército criollo, participaron activamente en la causa revolucionaria. Si bien no ocuparon los espacios de dirección, lo que limitó el alcance del propio proceso, San Martín impulsó medidas que rompían con el orden social de la época, como ascenderlos a cargos de cabos y sargentos. Lamentablemente, muchos de estos héroes anónimos murieron durante las guerras o nunca recibieron reconocimiento. Un dato curioso: Diego Maradona desciende de un esclavo sanjuanino que formó parte del Ejército de los Andes. Reflexión final: el pueblo está dispuesto a realizar los máximos sacrificios cuando existe una dirección política que también está dispuesta a hacerlo.
“No hay revolución sin revolucionarios”. Esta afirmación nos remite al planteo del Che, quien sostenía que la primera tarea de un revolucionario es hacer la revolución. No se trata solo de un llamado, sino de una profunda reflexión sobre las tareas y el camino necesario para enfrentar un sistema tiránico. Es, además, todo lo contrario a la actitud de los moderados, los vacilantes y los condescendientes con el poder de turno. Es una invitación a recuperar la claridad y levantar la cabeza. Concluyamos lo que se inició en 1810. “Cuando la Patria está en peligro, todo está permitido, excepto no defenderla”.
Escribe Facundo Guerra
hoy N° 2072 13/08/2025