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17 de marzo de 2011

Tandil 18, 19, 20, 21 y 22 de abril de 1984.

* Esta resolución tiene por objetivo realizar algunas consideraciones sobre la situación política actual, dada la necesidad de ampliar los elementos ya analizados y discutidos en las tesis políticas para este Congreso. Ver páginas 263 y ss. del presente volumen

Resolución política del Cuarto Congreso del Partido Comunista Revolucionario*

Documentos aprobados / Tomo 4-2

I
La Situación política y el gobierno de Alfonsín

Los hechos han demostrado como justa la caracterización global de la situación que ha hecho el punto 2 del Boletín de Discusión nº 2.**
En primer lugar respecto de la complejidad de la situación política. Complejidad que crece con el tiempo. Complejidad determinada por los siguientes hechos:

I
La Situación política y el gobierno de Alfonsín

Los hechos han demostrado como justa la caracterización global de la situación que ha hecho el punto 2 del Boletín de Discusión nº 2.**
En primer lugar respecto de la complejidad de la situación política. Complejidad que crece con el tiempo. Complejidad determinada por los siguientes hechos:

1.- Las palancas fundamentales del poder siguen en las manos en las que estaban antes del 10 de diciembre de 1983.1
2.- Son muy heterogéneas las fuerzas que han pasado a controlar el aparato gubernamental tanto nacional como en las provincias. En cuanto al gobierno nacional hay que tener en cuenta, en primer lugar, que el “alfosinismo” tiene una hegemonía precaria en la UCR. La contradicción principal, allí, la tiene con Línea Nacional. Esta mantiene una línea política diferente a la de Alfonsín: la línea de una unidad radical peronista que permita a estos dos partidos alternarse en el poder; pretende así, Línea Nacional, lograr una mayor autonomía de los sectores de burguesía nacional que están representados en ambos partidos. Línea Nacional tiene posiciones importantes en el gobierno (especialmente el Ministerio del Interior) y en las Cámaras (presidencia de la Cámara de Diputados). Renovación y Cambio tiene también contradicciones con Línea Córdoba, y con el MAY que orienta Luis León. En la propia Renovación y Cambio existen profundas contradicciones internas, que han cristalizado en tendencias organizadas: la llamada Coordinadora y el sector de Convergencia, entre otros. Alfonsín ha debido pactar con dirigentes de Línea Nacional para bloquear el acceso a la dirección del partido de sectores juveniles radicalizados. En la UCR, y por tanto en el gobierno nacional, coexisten: sectores de burguesía intermediaria prorrusa (como Storani, Grinspun, Campero, Concep­ción, entre otros) con sectores tercermundistas y antiimperialistas (como muchos dirigentes de Renovación y Cambio, del MAY y de Línea Nacional); sectores terratenientes y de grandes capitalistas agrarios (como el núcleo de terratenientes y capitalistas agrarios de Chascomús que ha sostenido siempre a Alfonsín) con sectores antiterratenientes y de burguesías regionales (como el sector proveniente de Franja Morada que planteó medidas impositivas contra los terratenientes). Coexisten desde el punto de vista ideológico, en la UCR, sectores radicales tradicionales, apegados a la ideología radical tradicional (liberal, populista, de contenidos nacionalistas no corporativos) con dirigentes muy ligados a la socialdemocracia europea como Solari Yrigoyen, Gass, Caputo, Cáceres, (que integró la Internacional Juvenil Socialista). El propio Alfonsín tiene relaciones estrechas con algunos dirigentes socialdemócratas españoles y latinoamericanos.
Esta diversidad de tendencias y líneas en la UCR debe ser considerada en una situación global, en la que el peronismo gobierna en doce provincias y partidos provinciales gobiernan en tres; la UCR no tiene mayoría propia en el Senado; el peronismo y otras fuerzas controlan numerosas municipalidades importantes.
La heterogeneidad gubernamental debe ser analizada, también, a la luz de una situación política determinada y condicionada por una prolongada y masiva resistencia antidictatorial.
La propia heterogeneidad y división del peronismo le generan a Alfonsín una dificultad adicional: al fracasar, hasta ahora, en su proyecto de copamiento de las estructuras sindicales y en su línea de ruptura orgánica del peronismo, corre el riesgo de que nadie cumpla una concertación o un acuerdo (como el que ahora pretende) que se haya hecho con una fracción del peronismo. Si acuerda con Lorenzo Miguel sin acordar con Isabel Perón, puede originar una situación incontrolable. Lo mismo sucedería si logrado un acuerdo con Lorenzo Miguel, quedasen fuera de él Herminio Iglesias y otros dirigentes provinciales relevantes.
El Partido debe tener bien presente esta complejidad y profundizar en su estudio y conocimiento. Nacionalmente y en cada provincia. Tratando de indagar qué clases sociales y qué intereses de clase se expresan tras cada fracción política concreta, para darnos, frente a cada una de ellas, una línea diferenciada, de acuerdo con el Programa y la línea del Partido.
Políticamente en el radicalismo y en el peronismo coexisten, en unidad y lucha, sectores antiimperialistas (antiyanquis y antirrusos) con sectores proimperialistas (principalmente prorrusos), y sectores antiterratenientes con sectores terratenientes; sectores democráticos avanzados con reformistas y reaccionarios. A partir de una línea que golpee claramente al enemigo estratégico (el imperialismo y los terratenientes, y particularmente el enemigo principal: el sector terrateniente y de burguesía intermediaria prorruso) será posible ayudar a la diferenciación y división de esos sectores antagónicos para construir una amplia unidad antiimperialista y antiterrateniente.

3.- La hegemonía en el gobierno radical la tiene un sector de burguesía intermedian, de agentes y de terratenientes prorrusos. Para afirmar esto nos basamos en que la mayoría de las palancas claves de la economía y el aparato estatal están controladas por esa corriente.2
Si unimos a lo anterior que el violo-videlismo prorruso controla el Estado Mayor Conjunto y los principales mandos del Ejército, llegaremos a la conclusión de que la fuerza hegemónica en el aparato estatal es la prosoviética. Aliada a fuerzas de burguesía intermediaria proeuropea y a sectores de burguesía y de terratenientes provinciales, se asegura nítidamente esa hegemonía frente a los sectores proyanquis.

 
Los hechos han ratificado que la línea fundamental del alfosinismo consiste en intensificar, al máximo, la producción agropecuaria exportable, principalmente la cerealera; sobre la base de favorecer, mediante todo tipo de concesiones (impositivas, reducción de retenciones a las exportaciones, subsidios para la utilización de fertilizantes y agroquímicos, etc.), a los terratenientes y los capitalistas agrarios de la Pampa Húmeda. Los teóricos del alfonsinismo piensan que: “la manera más eficaz de incrementar la actividad económica del conjunto del país pasa por utilizar mejor un recurso disponible de alto potencial subutilizado: la tierra agrícola pampeana”. (Nestor Lavergne, Cuadernos de Bimestre, Nº 2). Además, esos teóricos consideran que los terratenientes de la Pampa Húmeda se han transformado en buenos burgueses ya que, agrega Lavergne, “no hay diferencias notables en cuanto al tipo de empresas” entre “lo principal de la producción agraria e industrial argentina”. La línea de Alfonsín, línea que se reforzará si llega a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, es la de obtener, por la vía del aumento de la producción cerealera exportable, el máximo de divisas posibles para pagar los intereses de la deuda externa e intentar salir del pozo de la crisis económica. Lo que lo obligará a apretar los cinturones del pueblo para exportar más. Debe, además, comprimir al máximo las importaciones (el Fondo Monetario propone que sólo se importe por unos 5.000 millones de dólares); y como éstas están compuestas en su enorme mayoría, actualmente, por insumos básicos, tecnología y materias primas para la industria, esa línea le impedirá impulsar un fuerte desarrollo industrial. La producción industrial seguirá así estancada en los niveles de mediados de la década del 70; con lo que producirá un menor ingreso por habitante que entonces.
El plan alfonsinista procura ganar el máximo de tierras posibles para la agricultura, confinando la ganadería vacuna (por el hecho de ser más difícil la exportación de carne) a las tierras marginales del Noreste, algunas zonas del NOA, la cuenca del Salado en la provincia de Buenos Aires y otras zonas marginales.
Las inversiones en zonas marginales para la ganadería –sin una Reforma Agraria– aumentarán la renta diferencial de las tierras de la Pampa Húmeda, dándoles así una ventaja más a los terratenientes de esta zona. Paralelamente, la política que privilegia la producción para el mercado externo hará que las regiones dedicadas a cultivos industriales para el mercado interno, o que no tienen un mercado externo amplio, continúen sufriendo un proceso aún mayor de concentración y centralización, en detrimento de los pequeños propietarios. Un ejemplo típico es el de Alto Valle de Río Negro, en donde, según un estudio de Corpofrut, ya para 1983 se había modificado enormemente la estructura productiva con relación a 1974, cuando casi el 70 % de los fruticultores comercializaban en forma independiente sus productos y un 21 % la hacía a través de cooperativas. Actualmente quedan 90 exportadores de los 350 que había en 1976, de los cuales 15 manejan el 80 % de las operaciones; y según estimaciones de Corpofrut, el 60% de la superficie destinada a cultivo de frutas estaría en poder de fuertes grupos económicos que adquirieron las chacras con la crisis de estos años y han pasado, ahora, a controlar el precio y el negocio todo de la manzana y la pera. Además, de 190 bodegas existentes en el Alto Valle en 1976, hoy quedan 25; y de 35 enlatadoras de tomates quedan 12. (Clarín, 19/3/83). Es posible que el gobierno radical logre algunas mejorías inmediatas en esas regiones en relación con el período más duro de la política económica de la dictadura militar; pero, en su esencia, y en relación a la gran masa de obreros rurales, semiproletarios y campesinos pobres y medios de esas regiones, la situación no variará, ya que la línea de Alfonsín no pone el centro en ampliar el mercado interno y no procura, realmente, ampliar los mercados externos especialmente con el Tercer Mundo.
Resumiendo: la política económica de Alfonsín pone el centro en lo externo y no en lo interno. Esto en un momento de gravísima crisis internacional en la que las superpotencias y los monopolios capitalistas tratan de descargar esa crisis sobre los países del Tercer Mundo. Continúa la política de amarrar el país, cada día más, a la URSS, principal compradora de nuestra producción agropecuaria; ya que, como dijo Alfonsín en su discurso de Casilda, buscará “la complementación entre nuestra economía y las de los países donde se destinan nuestras exportaciones agropecuarias”. Es una política que reforzará la dependencia de la economía argentina de las superpotencias imperialistas, en particular de la URSS; y la hará más vulnerable a los vaivenes económicos de esas superpotencias, dado que nuestras exportaciones a la URSS sólo cubren deficits coyunturales de esta potencia y no son realmente complementarias de la misma, como lo fueron, a principios de siglo, de la economía inglesa. Es una política de hambre para el pueblo, pues la Argentina no es hoy un país sólo agropecuario, como lo fue a principios de siglo. Sólo un sostenido y amplio desarrollo industrial nos permitirá escapar al hambre y al atraso; lo que exige revolucionar las estructuras latifundistas y dependientes de la economía argentina.
La política del gobierno alfonsinista beneficia, en primer lugar, a los compradores de nuestra producción agropecuaria, principalmente a la URSS, y, si se realiza el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, a los usureros acreedores de nuestra deuda externa. Beneficia al sector de terratenientes, grandes capitalistas agrarios y monopolistas exportadores de cereales y productos agropecuarios. Perjudica a la clase obrera, al campesinado pobre y medio, y a sectores considerables del campesinado rico e incluso a sectores terratenientes marginales, a la pequeña burguesía urbana y a la gran mayoría de la burguesía nacional dedicada al comercio y la industria.

La parte y el todo
Cuando decimos que esos sectores prorrusos y proterratenientes son hegemónicos, que predominan en el gobierno alfonsinista, decimos exactamente eso: que son una parte y no el todo. Además de ellos existen otros sectores; pero en ese todo ellos son los que, en definitiva, a la hora de la verdad, dirigen.
Un error, posible, es ver sólo la heterogeneidad sin ver la hegemonía. En la práctica sería considerar al gobierno alfonsinista como un gobierno burgués reformista; COSA QUE NO ES. Cuando sólo se observa la heterogeneidad y no se marca a fuego el rumbo principal (proterrateniente y proimperialista) de la política alfonsinista, se cae en una posición oportunista de derecha, en apariencia amplia pero en realidad estrecha, porque desconfía de la capacidad de las grandes masas para entender y protagonizar una lucha revolucionaria y sólo ve la unidad y no la lucha, tanto con el radicalismo como con el peronismo. Esta fue una línea que se aplicó –en la práctica– en algunas organizaciones del Partido que no lucharon contra la ley sindical divisionista del alfonsinismo. Esta es una posición que a la hora de cerrar la mano, la cierra vacía. Nosotros no somos oficialistas. Ni oficialistas a ultranza ni oficialistas críticos. Somos opositores. Somos opositores por el carácter de clase del alfonsinismo y de su política. Pero somos opositores no desde el punto de vista burgués, sino desde el punto de vista proletario y tratando de atender al interés del conjunto del pueblo.
Otro error es el de creer que la parte es el todo y que no existe la diversidad, la heterogeneidad, la mezcla de elementos varios en la que predomina esa parte. Creer que todo el gobierno alfonsinista y toda la UCR es un conjunto homogéneo de elementos proterratenientes y proimperialistas. Esta es una posición oportunista de “izquierda”, sectaria, dura en apariencia, pero, a la hora de la verdad, incapaz para modificar la realidad porque se ha quedado aislado. Esta fue una línea que se aplicó, en la práctica, en las organizaciones que no impulsaron con fuerza la conmemoración del Día Internacional de la Mujer porque en el comité organizador figuraban radicales y sectores afines a la UCR; o se opusieron al “no compre carne” de las Amas de Casa del País, porque quiso ser instrumentado por el alfonsinismo; línea que se aplicó, también, en los zonales que no lucharon contra el limitacionismo en el ingreso a la universidad, creyendo que no se podría conseguir triunfos parciales importantes por la composición alfonsinista de las direcciones de las universidades y organizaciones estudiantiles.

 

II
El desinfle del proyecto alfonsinista

A partir del rechazo por el Senado de la Nación del proyecto de ley de reorganización sindical del gobierno radical, éste fue perdiendo la iniciativa política, cometiendo error tras error, fracasando en iniciativas en torno a las que había hecho mucha publicidad; en síntesis: el proyecto alfonsinista sufrió un rápido desinfle.
Alfonsín había focalizado su táctica política en la aprobación de su proyecto de ley sindical y el posterior copamiento, desde el aparato estatal, de algunos gremios claves. Subestimó el grado de conciencia política de las masas obreras y fue golpeado, por éstas, con el proceso democrático abierto con la reorganización, desde abajo, de la comisión interna de Ford. Sobreestimó el grado de división del peronismo. Sobreestimó sus posibilidades de alianzas con partidos provinciales como el de Sapag. Cuando Mucci, al renunciar al Ministerio de Trabajo, dice que de haberse levantado de otra manera “algunas manos” en la votación del Senado las cosas hubiesen sido diferentes, y el y su proyecto hubiesen entrado en la historia, demuestra que no aprendió nada de lo sucedido. El fracaso en el proyecto sindical obligó a Alfonsín a entregar un peón (Mucci) para salvar la dama (Germán López) amenazada de jaque.
El otro error grave lo cometió Alfonsín el 2 de abril, con motivo del aniversario de la recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur. Alfonsín estuvo, desde el 2 de abril de 1982, entre los que se opusieron al acto de recuperación de las islas y fue un activo “desmalvinizador” de la política argentina. Subestimó siempre la profundidad de los sentimientos patrióticos que despertó ese acontecimiento; sentimientos que se reforzarán con el paso del tiempo porque brotan de la realidad de un país oprimido por el imperialismo. Las manifestaciones de Ex-Combatientes de las Malvinas, que se realizaron en todo el país, acompañadas del apoyo de las fuerzas patrióticas y antiimperialistas, con un claro contenido antiimperialista y tercermundista, fueron un golpe duro para el alfonsinismo. Este no sólo no las impulsó, y anuló por decreto el feriado nacional de ese día, sino que, en el acto que hizo en Luján, agravió, por boca de Armendáriz, a los patriotas que dieron su vida en las islas sometidas al imperialismo inglés.

La renegociación de la deuda externa.
El otro fracaso, estrepitoso, de la línea alfonsinista, fue en las gestiones para la renegociación de la deuda externa. Alfonsín trató de hacer girar su política, luego de rechazado su proyecto de ley sindical, en torno a un posible enfrentamiento nacional con el capital financiero yanqui y el Fondo Monetario Internacional.
Inicialmente el alfonsinismo trató de evitar el costo de un acuerdo (stand-by) con el Fondo Monetario Internacional, negociando, en forma directa, con los bancos privados acreedores (que acumulan la mayor parte de la deuda). Aplicó una línea de apoyarse en un acuerdo con los bancos europeos (incluso los ingleses) y con el llamado Club de París, sin un acuerdo previo con el Fondo Monetario Internacional: aislando a los acreedores yanquis que no acordasen con este tipo de negociación.
Primero, el ministro Grinspun visitó los Estados Unidos; y acorde con aquella línea dijo una serie de bravatas provocativas, amenazó a los yanquis con el ejemplo de Nicaragua y Cuba si exprimían el paño para cobrar sus deudas, y dejó flotando la posibilidad del no pago de la deuda y de los intereses caídos.
Luego, Grinspun visitó varios países europeos y se reunió con nuestros acreedores bancarios. Simultáneamente, teóricos arrimados últimamente al alfonsinismo, como Aldo Ferrer y Larriqueta, postulaban declararnos en mora, autofijar los montos de pago de nuestra deuda externa y afrontar el embate de los acreedores y los gobiernos afectados con una política de sustitución de importaciones y de asociación más estrecha con los compradores de nuestras exportaciones (léase: URSS). Doumeg, testaferro ruso en Francia y el Mercado Común Europeo, que estaba en esos días en la Argentina, llamaba al gobierno alfonsinista a seguir un camino semejante. Pero Grinspun, que creía que los banqueros europeos piensan primero en la democracia y después en sus bolsillos, comprendió en Europa que las cosas suceden al revés. Y, además, que los socialistas que gobiernan algunos de estos países, primero son franceses o italianos (es decir: defensores de la burguesía imperialista de sus países, como lo son desde épocas de la Primera Guerra Mundial) y luego son “socialistas”. Grinspun volvió de Europa con el rabo entre las piernas. Los acreedores europeos le dijeron: “primero acuerde con el Fondo Monetario Internacional y luego le daremos todo nuestro apoyo”.
Entonces Grinspun buscó la solidaridad latinoamericana para una política de enfrentamiento al Fondo Monetario Internacional. ¿Pero podían, acaso, los gobiernos de México, Colombia y Brasil –que han aplicado políticas recesivas, de hambreamiento popular, siguiendo los lineamientos dictados por el Fondo Monetario Internacional, y han tenido que reprimir a sus pueblos para hacerlo– apoyar esa política argentina? ¿Acaso, México, Colombia, Brasil y Venezuela no dependen económicamente del petróleo, hierro, café y otros productos que les compran los yanquis? ¿Acaso sus economías nacionales no están profundamente penetradas por los monopolios yanquis? Estos gobiernos latinoamericanos temían que si Argentina resistía al Fondo Monetario Internacional se los cuestionase, internamente, por haber aceptado ellos los lineamientos del Fondo.
A todo esto, el gobierno de Reagan había tomado con seriedad el asunto. Comprendió que sectores prorrusos estimulaban al gobierno radical, antes de las elecciones yanquis, con un acontecimiento como el de los rehenes yanquis en Irán (antes de las últimas elecciones) y que algún rival soplaba la brasa en la Argentina con la idea de colocar a Wall Street frente a una crisis financiera como la de 1929. Donald Regan, el secretario del Tesoro yanqui, dijo, para que todos entendiesen de qué se trataba: “estamos contemplando el abismo desde el borde del precipicio”. Los yanquis presionaron a sus aliados europeos con las consecuencias que tendría, para todos ellos, un crac financiero. Presionaron a México, Colombia, Venezuela y Brasil. Ante el estímulo alfonsinista a la oposición a las dictaduras de Uruguay y Paraguay, los yanquis estimularon el endurecimiento de las posiciones de las dictaduras de Brasil y Chile sobre la Argentina. Incluso se comentó, en ese momento, que cerca de la frontera argentina se realizaba una gran concentración de tanques, en Brasil. Y los agentes internos de los yanquis endurecieron su oposición al gobierno radical. El gobierno alfonsinista había cometido otro error: había sobreestimado el grado de deterioro del imperialismo yanqui resultante de sus derrotas en el Medio Oriente y de la situación en América Central, sin medir que, globalmente, el imperialismo yanqui ha fortalecido sus posiciones frente a la URSS a partir de la aceptación por los gobiernos europeos de la instalación de misiles yanquis en esos países. Alfonsín creyó que iba a asustar a los yanquis con su chantaje, con sus amenazas de palabra. Y se equivocó.
Finalmente los yanquis apretaron la cuerda. En la reunión del Banco Interamericano de Desarrollo, que se realizaba en Punta del Este, amenazaron a Grinspun con declarar a la Argentina deudor moroso si el 31 de marzo no cumplía sus compromisos vencidos. Faltaba una semana para esa fecha. A partir del lunes 26 de marzo Grinspun y Alfonsín trabajaron intensamente, y el viernes 30 de marzo, cuando faltaban minutos para que venciese el plazo fijado por los yanquis, Grinspun anunció el acuerdo a una propuesta de arreglo que habían elaborado los yanquis con Brasil, México, Venezuela y Colombia. Estos países latinoamericanos, de integrantes de un frente de deudores enfrentados a los acreedores yanquis, como soñó Alfonsín, pasaron a ser parte de un frente de acreedores que nos han hecho la “bicicleta” de un “préstamo” que en realidad es un autopréstamo al depositar dinero a interés en bancos yanquis, a cambio de un compromiso de acuerdo argentino con el Fondo Monetario Internacional.
El gobierno alfonsinista había calculado mal y debió retroceder. Su línea, a partir de ese momento, la sintetizó así Mariano Grondona: “Malvinas y Granada demostraron que si se enfrenta se pierde. Somos parte del imperio. Dentro de Occidente sacar lo máximo… por ahora”.
Según algunos, Alfonsín no ha abandonado su proyecto de ruptura con el Fondo Monetario Internacional y sólo quiere dar la sensación, a éste, de que se prepara para imponer sus pautas mientras, en realidad, sólo quiere ganar tiempo. Pero, desde el 30 de marzo, el gobierno ha ido imponiendo un cambio a su política de acuerdo con las exigencias del Fondo. Estas exigencias son:
   Drástica reducción del déficit fiscal. Según el documento que habría acordado Prebisch con el FMI, se trataría de reducir el mismo del 18% del Producto Bruto Interno actual al 6 % para el primer trimestre de 1985. Aunque la reducción llegase a un 9 % del Producto Bruto Interno, como se comenta actualmente (en diez años nunca fue menor de esta cifra), implicará paralizar obras públicas, reducir personal estatal, aumentar los impuestos, elevar las tarifas de los servicios públicos, aumentar el precio de la nafta usándolo como un impuesto indirecto, etc. Esta política ya se está aplicando.
*    Devaluación del peso para facilitar las exportaciones y reducir las importaciones.
*    Importar por sólo unos 5.000 millones de dólares, en 1984. Como las importaciones actuales son, fundamentalmente, de insumos y materias primas para la industria, por esta vía se impide el desarrollo industrial que quedará estacionado en niveles por habitante inferiores a los de mediados de la década del setenta. Esto ya se está aplicando.
*    Tasas de interés positivas en términos reales. Lo que también actúa como freno del desarrollo industrial.
*    Ajustes salariales por debajo del nivel inflacionario. Esto ya se ha comenzado a practicar con el ajuste trimestral de salarios de acuerdo a la inflación real.

Esta política es una política de hambre, de reducción del consumo, mira hacia fuera del país y no hacia adentro, reduce la inversión pública y, de hecho, impide la tan mentada “reactivación económica” que ha prometido Alfonsín. Como tampoco hay posibilidades inmediatas de aumento de las exportaciones –por la coyuntura internacional– no queda ninguna ilusión sobre las posibilidades que abrirá esta línea para mejorar la situación tremenda de hambre, desocupación y miseria de las grande masas populares.
Además, los yanquis, para otorgar los créditos, exigen concesiones políticas y económicas. Entre las primeras: la adhesión al Tratado de Tlatelolco y desnuclearización de América Latina y la paralización del plan de desarrollo independiente en energía nuclear; el fin de las interferencias alfonsinistas en Uruguay y Paraguay; la ratificación de la propuesta papal sobre el Beagle; negociaciones con Gran Bretaña sobre las Malvinas. Entre las segundas: aceptación del préstamo del Banco Mundial para el puerto de Bahía Blanca; facilidades para inversiones a los monopolios yanquis en el gas y el petróleo, etc.
Este plan no es antagónico con los intereses soviéticos en la Argentina: una política de bajos salarios, de devaluación monetaria y de medidas antiinflacionarias, beneficiará, en primer lugar, al principal comprador de nuestras exportaciones, es decir, a la URSS. Paradojalmente crea mejores condiciones en ciertos terrenos para el chantaje soviético; porque si la Argentina necesita ahora divisas fuertes para pagar sus deudas y va a tener que rogar a los rusos que paguen sus compras en esas divisas, al no poder intensificar significativamente el trueque, el comercio compensado (mercaderías de uno por mercaderías del otro), la URSS va a presionar para que se le den otro tipo de concesiones, como, por ejemplo, facilidades portuarias para sus barcos pesqueros, etc. Y presionará para que se compren sus mercaderías en reemplazo de todas aquellas que se vayan a importar; como acaban de hacer los gobiernos de La Rioja y Salta que han comprado a la URSS máquinas viales que, según esos gobiernos provinciales, no se fabrican en el país.

Un callejón sin salida.
También fracasó el gobierno alfonsinista en sus proyectos de romper al peronismo para organizar el llamado “Tercer Movimiento Histórico”. Mientras amenazaban a Isabel Perón, si regresaba, con someterla a los papelones de tenerla en Tribunales respondiendo demandas de soplones policiales como Patricio Kelly, el alfonsinismo trataba de cercar y rendir a Lorenzo Miguel; para acordar con éste y sectores del peronismo como los que representan Bittel, Luder y otros considerados potables. Al tener ahora que negociar una concertación con el peronismo, como partido, todo esto se vuelve contra Alfonsín, porque le ha creado obstáculos para un acuerdo sincero.
La política oficialista se empantanó también en el terreno de los derechos humanos. De hecho se respetan las libertades democráticas elementales. Pero de derecho pende sobre la cabeza de los argentinos la legislación fascista de la dictadura que, en lo sustancial, no ha sido anulada; incluso, en algunos aspectos, como la Ley de Defensa de la Democracia, se pretende reforzar esa legislación reaccionaria. Los asesinos de la dictadura siguen libres y va quedando claro que el gobierno alfonsinista tiene compromisos previos a las elecciones que le impiden sancionar a esos asesinos.
En síntesis: el gobierno alfonsinista, por su línea, se encontró en un callejón sin salida. Sus promesas electorales, demagógicas, se estrellaron, por esa línea, con la crisis económica sin precedentes que sacude al país y con el aparato estatal en manos de la oligarquía, el imperialismo y sus agentes. Dada su esencia de clase (terrateniente y de gran burguesía intermediaria, especialmente prorrusa) al alfonsinismo sólo le queda concertar un acuerdo con sus rivales peronistas y con las organizaciones empresarias, obreras, campesinas, etc. Una concertación cuya esencia será aplicar el plan del Fondo Monetario Internacional y continuar atando al país a la dependencia de la URSS.

 

III
Una nueva situación política

A partir del momento en que se evidenció el desinfle de los proyectos alfonsinistas, todas las fuerzas políticas (incluida la del propio Alfonsín) comenzaron a contar los sables que cada una tiene en las Fuerzas Armadas, preparándose para posibles golpes y contragolpes de Estado.
Se habla de varios golpes en preparación. Incluso de uno “institucional”, que desplazaría a Alfonsín y dejaría en la presidencia a un Víctor Martínez “bordaberrizado” (por Bordaberry, el presidente de Uruguay que fue usado como un títere por los golpistas de ese país). Los prorrusos agrupan sus fuerzas (lanussistas-violistas-videlistas) y tratan de atraer a un sector nacionalista a la alianza. Esta se basaría en un acuerdo con los monopolios europeos. El alfonsinismo trabaja con la corriente (lanusso-violo-videlista) que es su apoyo en las Fuerzas Armadas. De aquí su política de enfrentamiento a las Madres de Plaza de Mayo; las dilaciones del Ministerio de Defensa para citar a los militares acusados de crímenes, permitiendo que todas las causas pasen a la Justicia Militar; los elogios de Alfonsín al rol de las Fuerzas Armadas. Los sectores prorrusos alertan sobre una posible “libanización” (haciendo eco a Alfonsín) y el “caos” (como planteó Frondizi), porque consideran que no tendrán organizadas sus fuerzas civiles y militares hasta después del primer semestre de 1985; y chantajean a sus rivales proyanquis con ese “caos” (por otro lado posible). Cuando Juan Alemann declaró que en su opinión el golpe de Estado se dará en el primer semestre de 1985, respondió a los prorrusos. Hay que leer esta respuesta de la siguiente forma: los sectores “occidentalistas” con los que trabaja Juan Alemann no le temen al “caos” que pronostica Frondizi, no se dejan chantajear con esos argumentos y apuran su trabajo golpista.
La crisis económica y social es tan grave (más del 500% de inflación anual, pronunciada recesión, tasas de interés en préstamos bancarios de más del 22 % mensual, alta tasa de desocupación, hambre para millones, etc.) que la situación política se deteriora rápidamente.
La reorganización del movimiento de masas, especialmente obrero, por abajo, deja en el aire a las direcciones sindicales propatronales y conciliadoras. La reorganización y democratización, por abajo, de los cuerpos de de­le­gados de empresas como Ford, Dálmine-Siderca, centros de concentración ferroviaria, grandes bancos, Propulsora Siderúrgica, Destilerías YPF de La Plata, Astilleros del AFNE, entre otros y para sólo citar algunos ejemplos, marca el ritmo del movimiento obrero. Se reorganizan numerosos sindicatos de obreros rurales. Se profundiza la organización democrática del gremio docente. Se ha puesto en marcha el movimiento estudiantil. Crece el movimiento de las Madres de Plaza de Mayo y el movimiento democrático. Se amplía el movimiento femenino. El 2 de abril mostró un claro renacer del movimiento antiimperialista de masas que reivindica la recuperación de las islas Malvinas.
Alfonsín –de improviso– alertó sobre la “libanización” del país y la guerra civil y Frondizi alertó sobre “el caos” porque temen que las masas desborden los diques de contención antes de que estén organizados los reaseguros golpistas que se preparan.
Esta situación y los reagrupamientos de fuerza que se producen en relación con estos cambios en la situación política, son la causa de fondo de los reagrupamientos y divisiones que se están produciendo en el peronismo. La unidad de distintos sectores peronistas de la provincia de Buenos Aires, contra Herminio Iglesias, tiene que ver con la línea más dura de éste frente a Alfonsín; y con los contactos del sector peronista de Iglesias con sectores nacionalistas de las Fuerzas Armadas. De allí también la denuncia del diputado Imbelloni contra el negociado de Papel Prensa, en el que están implicados el violo-videlismo y sectores empresarios afines.
También se producen cambios en la Iglesia. Esta ha mantenido, hasta ahora, una política dura frente al gobierno alfonsinista; y ha trabajado en apoyo a la CGT y al peronismo ante los embates divisionistas del gobierno. La posición de la Iglesia es como reacción a la línea liberal del gobierno alfonsinista en cuestiones educativas y culturales, pero expresa, también, el avance en la Iglesia argentina de las posiciones actuales del Vaticano.
En cuanto a la UCR, la propuesta de unidad nacional es para el alfonsinismo, principalmente, una forma de ganar tiempo. Pero es otra cosa para la corriente de Línea Nacional que ha planteado, desde hace años, una política bipartidista de acuerdo radical-peronista, destinada a permitir un mayor campo de maniobra a las fuerzas de la burguesía nacional que se agrupan en ambos partidos frente a las potencias imperialistas.
La sola instauración del gobierno constitucional ha facilitado la lucha del pueblo por sus reivindicaciones económicas y democráticas. Principalmente porque el peronismo y sectores democráticos del radicalismo gobiernan numerosas provincias y municipalidades; estos gobiernos locales son más sensibles al reclamo popular y pese a la gravedad de la crisis logran, en ocasiones, aliviar algunos problemas. La lucha popular debe ayudar a esas administraciones provinciales y locales a que se apoyen en las masas, en la movilización de las masas, para resolver muchos problemas inmediatos.
Al mismo tiempo debemos explicar a las masas que la línea general del gobierno alfonsinista, al poner el acento en el mercado externo y no en el interno, al favorecer a los terratenientes, y al acordar con los sectores militares violo-videlistas de la ex-dictadura en vez de ir a fondo en la democratización del país no logrará resolver los problemas de fondo del país y que, por el contrario, con esa línea, éstos se agravarán.
La perspectiva política debe ser vista a la luz de una situación mundial de pre-guerra analizada en las Tesis Políticas. La disputa yanqui-rusa por ganar posiciones estratégicas con vistas a la guerra mundial, agudizará su disputa por el control del Atlántico Sur. Los acuerdos y las treguas entre yanquis y rusos serán transitorios. Lo permanente será la disputa. Esto es así porque la unidad y la lucha de los imperialismos corresponde a su esencia que es: monopolio y competencia, principios contradictorios que se expresan en unidad y lucha, en donde lo absoluto es la lucha y lo relativo es la unidad. Tras los golpes de Estado que ya comienzan a prepararse, se mueven distintas fuerzas proimperialistas y proterratenientes. Y también fuerzas nacionalistas que temen al pueblo movilizado y son esencialmente vacilantes y conciliadoras, por expresar a sectores de burguesía nacional y terratenientes marginales. Estas fuerzas nacionalistas, en los últimos años, y especialmente con motivo de la recuperación nacional de las Islas Malvinas, han ido aprendiendo a conocer a sus enemigos imperialistas y muchos de sus integrantes han logrado calar el carácter prorruso del violo-videlismo.

El auge de las luchas de masas.
El auge del movimiento revolucionario de masas continúa. Aún no alcanzó su pico máximo. Pasó por fases. Una fase tuvo su pico máximo en el paro de la CGT a fines de 1982 y la manifestación de la Multipartidaria del 16 de diciembre de ese año. Allí las provocaciones realizadas por los servicios de inteligencia de la dictadura, al finalizar la concentración en Plaza de Mayo, permitieron a la dictadura presionar a los partidos burgueses y acordar, con éstos, las modalidades de la salida electoral, cediendo, a su vez, en algunas exigencias suyas (como el acuerdo público con la Ley de Amnistía, la Ley de Defensa de la “Democracia” y los puntos de concertación que habían elaborado las Fuerzas Armadas). A partir de allí hubo otra fase que terminó el 30 de octubre. La derrota electoral del peronismo frenó transitoriamente al movimiento de masas. Pero no cerró el profundo debate político que se había abierto en las masas. Otro momento fue el que se abrió con la reorganización democrática, desde abajo, del cuerpo de delegados de Ford. A partir de este momento el auge de masas abrió un período de reorganización democrática de los cuerpos de delegados en grandes empresas y un proceso de luchas. Proceso primero disperso, pero que fue empujando la lucha de gremios íntegros (Luz y Fuerza, construcción, SMATA, gráficos, prensa, ferroviarios, etc.). Luchas que, a su vez, facilitaron el avance de la reorganización democrática de los cuerpos de delegados en numerosas empresas. También ha habido avance en la reorganización democrática de numerosos sindicatos de FATRE.
En todo este proceso va apareciendo una nueva generación de activistas obreros. Rebelde porque ha sido superexplotada al máximo durante estos años. Es una generación que quiere ir más allá –sindical y políticamente– de adónde va el peronismo, y busca dirigentes capaces de dirigirla. Sería peligroso simplificar este proceso. Al igual que en 1969, sindicalmente esa corriente busca y elige dirigentes combativos y honrados, no vendidos a las patronales y al gobierno, pero, en lo fundamental, sigue siendo peronista y tiene actitudes políticas confusas, de búsqueda (muchos de ellos incluso votaron a Alfonsín) y deberá dar un salto muy grande hasta comprender que la solución de sus problemas y los del país deben ser obra suya y no regalo de algún partido burgués. No sería correcto simplificar el camino que queda por recorrer entre quien es un activista sindical y quien llega a ser orgánicamente un miembro del PCR y, más aún, un militante, ideológicamente consecuente, del comunismo revolucionario.
El auge de masas agudizará, no atenuará, la lucha por la dirección de las masas proletarias y oprimidas. Para impedir que éstas tengan una dirección revolucionaria, el imperialismo y la burguesía ayudarán a cualquier fuerza que pueda impedirlo, aunque sea transitoriamente. Como ya sucedió en el período 1969-1976. Se abre, por lo tanto, un período de aguda disputa por la dirección de las masas obreras y populares. Las condiciones objetivas para el auge de masas –condiciones analizadas en las Tesis Políticas para este Congreso– seguirán presentes. Lo fundamental ahora es la labor del Partido para sintetizar las experiencias de las masas a la luz de nuestra línea política y el marxismo-leninismo-maoísmo y llegar a ser su dirección concreta.

 

 

IV
La táctica del partido

Nuestra táctica ha sido planteada en el punto 8 del guión de discusión sobre el gobierno de Alfonsín, editado en el Boletín de Discusión Nº 2. Nos basamos en el consejo leninista:
Prepararnos, bien preparados, para aprovechar conscientemente y al máximo posible cuando la oleada revolucionaria se desencadene, con la línea de conquistar a las masas como condición previa para conquistar el poder. Nosotros trabajamos para que el auge de masas tenga un desemboque revolucionario y no termine en un remanso reformista que, en el caso argentino, sólo puede ser el prólogo a un nuevo golpe fascista.

Esta táctica revolucionaria, opuesta a una táctica reformista que sólo piensa en la acumulación de fuerzas en una perspectiva parlamentaria o evolutiva, estuvo en el centro de la lucha de líneas en el interior del Partido durante todo el año 1983. Los que sólo conciben la acumulación de fuerzas en una perspectiva reformista no tienen en cuenta, entre otras cosas, las características especiales, negociadas, de la retirada de la dictadura y su reemplazo por un gobierno constitucional, débil e inestable, basado en una Constitución, la de 1853, en la que el Parlamento es poca cosa más que un “charlamento”, como se ha dicho tantas veces.
Que el desemboque de este proceso de luchas termine, o no, en un proceso revolucionario, no es algo que sólo depende del Partido. Pero éste debe luchar por un tal desemboque ya que esto hace a su razón de ser, a su programa y a sus objetivos históricos.
La contradicción principal actualmente es la contradicción entre los enemigos estratégicos (el imperialismo, los terratenientes y la gran burguesía intermediaria) y las fuerzas populares. Nuestro propósito es agrupar a estas fuerzas, bajo la dirección de la clase obrera, para luchar contra esos enemigos. El golpe principal debe ir contra el enemigo principal: el sector de terratenientes, gran burguesía intermediaria y agentes internos del socialimperialismo ruso. Al intensificarse la penetración económica, cultural, diplomática y militar de éste, se han creado las condiciones que facilitan que se lo desenmascare ante las masas.
Hay una diferencia esencial entre el período de la dictadura y el actual, respecto de la contradicción principal y el enemigo principal. Bajo la dictadura, salvo un breve período, la contradicción gobierno (dictadura) –pueblo expresaba, políticamente, la contradicción principal, y durante casi todo el tiempo (períodos de Videla, Viola, Liendo, Bignone) al enemigo principal. Ahora hay sectores del enemigo en el gobierno y en la oposición y sectores del pueblo en el gobierno y en la oposición. Y el enemigo principal actúa dentro y fuera del gobierno y dentro y fuera de la oposición.
Siendo nuestra línea una línea de hegemonía proletaria para la revolución democrático-nacional, agraria y antiimperialista, tal como define nuestro Programa, lo fundamental de nuestro esfuerzo debe estar concentrado en cómo la clase obrera se coloca, como clase, en el centro de la lucha por esa revolución, de la que es no sólo fuerza directriz sino su principal protagonista y en como la clase obrera acaudilla a las otras clases sociales interesadas en esa revolución, con el Partido como su Estado Mayor. Todas las luchas de línea en el Partido, desde su fundación, han tenido este trasfondo, dirección burguesa o proletaria. Lo que equivale a decir: revolución o no revolución. Por eso hemos rescatado el Cordobazo, como boceto del camino revolucionario liberador; y hemos tratado de estudiar la organización que se dieron las masas obreras en esos años de auge, los cuerpos de delegados democratizados, tratando de ayudar a las masas trabajadoras a sintetizar sus experiencias a la luz de nuestra línea para la revolución. Esta debe ser nuestra guía principal en el trabajo del partido: sindicatos, cuerpos de delegados y comisiones internas recuperados para las fuerzas clasistas y dirigidas por el Partido; agrupaciones sindicales clasistas para acumular fuerzas revolucionarias en las grandes empresas; periódicos de empresas; movimientos amplios de recuperación sindical hegemonizados por las fuerzas clasistas en un proceso de unidad y lucha; todos como instrumentos de una línea de frente único proletario y frente único liberador hegemonizado por la clase obrera. Un tal tipo de trabajo sólo puede tener como centro a las células y comités de empresa del Partido, representantes del Estado Mayor de la clase en esa empresa o lugar de concentración proletaria.
La otra clave para el desemboque del proceso que se ha abierto dependerá de si el proletariado logra, o no, aliar al campesinado pobre. El fracaso de los revolucionarios de Mayo y luego el de otros revolucionarios del siglo pasado, residió, fundamentalmente, en que no quisieron, o no pudieron, articular su lucha con la de esas masas campesinas. En este siglo, la influencia burguesa, primero radical y luego peronista, sobre estas masas, fue una de las razones de la hegemonía burguesa en las luchas democráticas y antiimperialistas argentinas, hegemonía que las llevó al fracaso. El trabajo entre los obreros rurales y la organización de los sindicatos de FATRE, debe tener en cuenta este problema y ayudar a organizar a los campesinos semiproletarios, pobres y medios de la capa inferior independientemente de los campesinos ricos, como hemos planteado desde nuestro Primer Congreso, como única manera de lograr aliarlos al proletariado en la lucha por la revolución.
El otro aliado clave para la revolución es el estudiantado, la pequeña burguesía urbana y los sectores patrióticos y democráticos de la burguesía nacional y la intelectualidad. Debemos dedicar esfuerzos especiales para superar nuestro retraso en este trabajo. Se ha iniciado una nueva oleada de auge revolucionario en el estudiantado y la intelectualidad, oleada favorable para el crecimiento de nuestra influencia. En la burguesía nacional, duramente golpeada por la crisis, crece una corriente que ha hecho una dura experiencia al ser dirigida, durante décadas, por sectores de testaferros y socios del socialimperialismo soviético. Esa corriente comienza a oponerse, globalmente, al proyecto de Argentina dependiente, agroexportadora, de este sector prorruso.
Nuestro trabajo se orienta a desarrollar un movimiento no sólo político, sino social y político amplio. En primer lugar en el proletariado. Por lo que cada zona del Partido debe tener su centro político en la, o las, empresas de la zona que son, a su vez, centro productivo decisivo y centro de concentración proletaria; teniendo la firmeza y la perseverancia para no distraer nuestra atención de esos centros, combinando la lucha reivindicativa de masas con el debate y la lucha política e ideológica permanentes, para ayudar a que esas masas protagonicen la lucha política.
Sobre los movimientos de masa de distinto tipo, partimos siempre de que en la medida en que expresen necesidades políticas o reivindicativas reales de las masas, encuentran, en esas mismas necesidades, el motor para su desarrollo; y que el Partido no debe tratar de imponerles, administrativamente, su dirección, sino que debe ayudarlos a que desarrollen sus propios cuadros. Esta ha sido una enseñanza que hemos vuelto a extraer de nuestro trabajo con las Madres de Plaza de Mayo, con los ex soldados Combatientes de Malvinas, con el Movimiento de Amas de Casa, en el Movimiento de Reconstrucción de la Cultura, en el trabajo agrario del Partido, etc. Esto no significa renunciar al crecimiento del Partido en esos movimientos. Sólo significa que los mejores cuadros del mismo vienen al Partido, cuando comprenden no sólo nuestra política general, sino, también, que ésta es una ayuda para desarrollar esos movimientos y no un factor de división de los mismos.
En estos años ha adquirido una importancia especial la lucha heroica de las Madres de Plaza de Mayo por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos y el castigo a los responsables de su secuestro, torturas y desaparición. En torno a este punto dividen aguas las líneas reformista y revolucionaria. El gobierno, en la medida en que cada día concilia más con los militares comprometidos en los secuestros, quiere hacer creer que ese es un movimiento de capas medias, de un sector minoritario de pueblo. Pero la gran masa de detenidos-desaparecidos son obreros y trabajadores, ya que la represión dictatorial pretendió principalmente apagar el fuego de la rebeldía obrera y popular. Por eso el problema de los detenidos-desaparecidos es un problema tanto social como político. Y es también un problema nacional, porque concentró la disputa de las superpotencias por el dominio del país.
En el campo, la camarilla proterrateniente y prorrusa de Volando ha creado el Frente Agrario Nacional. Su finalidad es “embolsar” para su línea a todos los movimientos que surjan en el campesinado pobre para mellar su filo antiterrateniente. Lo expresó así Volando, ante centenares de dirigentes agrarios de la Federación Agraria Argentina: “Creamos el Frente Agrario Nacional para hacer un frente con esos productores de alpargatas que no están y no queremos que estén aquí. Lo hacemos para que no los ganen los ideólogos marxistas.” Desde ya que la preocupación de Volando es cómo los ganan los ideólogos proterratenientes y prorrusos que trabajan con él. Hace años que en la Federación Agraria Argentina, donde aún se agrupan muchos campesinos pobres y fundamentalmente medios, esa camarilla dejó de hablar de campesinos e incluso de chacareros. Ahora hablan de “pequeños y medianos productores”, que para ellos incluye a capitalistas agrarios e incluso a pequeños terratenientes que luchan contra “las minorías del privilegio”, eufemismo con el que evitan atacar a los terratenientes. En los próximos años debemos dedicar más cuadros, más atención y estudio, más ayuda, al trabajo agrario; especialmente en zonas de concentración de campesinos pobres, (tamberos, quinteros, pequeños criadores, medieros y arrendatarios pobres, productores avícolas, etc.) de la Pampa Húmeda y zonas de Cuyo, NOA, NE y Sur.
Un frente muy importante de trabajo es el femenino. La cada día mayor participación de las mujeres en las luchas políticas y sociales es un rasgo destacado de los últimos años. Hay una lucha intensa por la dirección política de las grandes masas de mujeres. Muchas votaron por Alfonsín. Lo que no fue obstáculo para que antes de los cien días de gobierno las Amas de Casa del País promoviesen un movimiento contra la carestía de la vida, de no compra de carne, que encontró eco en grandes masas de mujeres. Y lo que tampoco impidió que las mujeres siguiesen teniendo una participación destacada en los movimientos por la aparición con vida de los detenidos-desaparecidos y que el 8 de marzo miles de mujeres realizaran la primera conmemoración de masas de esa jornada en nuestro país, levantando una plataforma de reivindicaciones políticas y sociales. Debemos dedicar atención especial a organizar a las obreras textiles, de la alimentación y la carne, metalúrgicas, del servicio doméstico, de la sanidad, etc., y desarrollar movimientos estables de mujeres por las reivindicaciones específicas en las barriadas populares de ciudades y localidades del interior. Hay que ayudar a movilizar con objetivos concretos a las familias de los miles de desalojados, ayudándolos a resolver su alojamiento inmediato. Y tenemos que desarrollar un amplio movimiento contra el hambre y por la salud popular. Para todo esto tenemos que formar y promover, audazmente, a puestos de dirección, a cuadros femeninos.
Estamos en los inicios de un nuevo auge de masas del movimiento de los estudiantes y la juventud. La JCR debe y puede transformarse en una poderosa organización juvenil de avanzada que dirija un amplio movimiento juvenil de masas patriótico y democrático. Las manifestaciones patrióticas del 2 de abril en la Capital Federal, en Rosario y otras ciudades, demostraron que se crean condiciones favorables para esto. Las luchas contra el limitacionismo en el ingreso a la universidad y por el ingreso irrestricto, marcaron un nuevo momento del movimiento estudiantil.
La JCR debe esforzarse por desarrollar una fuerza organizada, grande, con iniciativas de masa, entre la juventud obrera y campesina, y debe tener su principal punto de referencia en los círculos de empresa. Una característica del movimiento obrero actual es la enorme cantidad de jóvenes que trabajan en las empresas, ya que sólo ellos soportan los brutales ritmos de superexplotación impuestos en estos años. Esto no es antagónico con el crecimiento entre la juventud estudiantil. Este último dependerá, fundamentalmente, de la línea que apliquemos. Últimamente, a partir de un análisis crítico y autocrítico de los errores cometidos en el trabajo universitario, errores en los que tuvo mucho que ver el Comité Central del Partido y no sólo la JCR, hemos comenzado a avanzar en el trabajo entre los estudiantes. Pero los pasos dados son pasos tímidos, desparejos de un regional a otro, y sin lograr aún desarrollar una corriente de masas importante dirigida por nuestra línea. Será preciso que la JCR, asimilando las mejores experiencias de nuestro trabajo, busque y encuentre nuevas vías, nuevas formas, para desarrollar en el actual momento político nuestro trabajo en la universidad y en los colegios secundarios. Esto debe ir unido a un mayor y mejor trabajo ideológico entre las masas estudiantiles, sin el cual será imposible crecer entre ellas.
Bajo la dictadura se fue desarrollando en la intelectualidad una corriente patriótica y democrática, enfrentada a las dos superpotencias, antihegemonista, y se fue fortaleciendo un grupo marxista en su seno. Hoy es posible desarrollar mucho más esta corriente, desarrollando una cultura antiimperialista y antiterrateniente de las masas populares, una cultura nacional, científica y popular dirigida por la ideología y las concepciones culturales del proletariado. En la lucha contra el imperialismo y los terratenientes es necesario, y es posible, impulsar en la intelectualidad un movimiento que teniendo como guía servir al pueblo se fusione con las grandes masas populares, aprenda de éstas y las ayude en su combate liberador. Enfrentamos en el terreno cultural una clara hegemonía del sector prosoviético. Este ha copado todos los puestos claves en el gobierno alfonsinista para hacer predominar su cultura proimperialista (prosoviética) y proterrateniente.
Nuestro Partido contribuirá en todas las formas necesarias al desarrollo y fortalecimiento del Partido del Trabajo y del Pueblo para que sea un instrumento del combate obrero y popular en las instancias actuales, ante posibles golpes y contragolpes de Estado y en las próximas elecciones de 1985. Tra­bajaremos para que el PTP sea un instrumento de una política de acumulación de fuerzas revolucionarias, no sólo electoral, y un instrumento de trabajo por un amplio frente único antiimperialista y antiterrateniente.
Nuestra línea principal de alianzas es con el peronismo nacionalista y tercermundista, agrupado en distintos nucleamientos que genéricamente se autodefinen como verticalistas. También en ocasiones, en lucha contra el enemigo principal, hemos realizado, y en el futuro debemos realizar, acuerdos, generalmente transitorios, con sectores peronistas que expresan a sectores de burguesía intermediaria que se oponen, o forcejean, con ese enemigo principal. La alianza con el peronismo es la base del frente único en la clase obrera y es también clave para el frente único de las masas de campesinos pobres. Sin frente único con las masas peronistas no hay hegemonía proletaria. Teniendo este eje de trabajo, son posibles numerosas alianzas con fuerzas nacionalistas y de izquierda como el FIP, el Movimiento Democrático Popular, el PSP, Confederación Socialista, sectores de la UCR y la Democra­cia Progresista, etc.
En todas las últimas actividades de masa (manifestaciones para el 2 de abril, concentración para el Día Internacional de la Mujer, iniciativas del Movimiento de Reconstrucción y Desarrollo de la Cultura Nacional, marchas por los detenidos-desaparecidos, etc.) se vuelve a demostrar la existencia en el país de una izquierda muy grande, poderosa, aunque esté muy dispersa y dividida. El principal problema para que esta izquierda pese en forma más decidida en la política nacional, reside en que, en general, no tiene claro el papel socialimperialista de la URSS y tiene cambiado al enemigo principal, por lo que muchas veces es usada como tropa de maniobra por el socialimperialismo soviético. Tenemos que ser muy pacientes, muy unitarios, con estas fuerzas de izquierda, ya que su unidad con la clase obrera es una de las condiciones indispensables para que el proletariado pueda disputar la hegemonía del movimiento de masas a la burguesía.
El apoyo pleno al desarrollo del Partido del Trabajo y del Pueblo no significa que no luchemos por la legalidad de PCR. Esto obliga a exigir la derogación del Estatuto fascista de los partidos políticos sancionado por la dictadura y aún vigente, y la lucha contra la Ley de Defensa de la Democracia enviada por Alfonsín al Parlamento.
Un punto de choque de la lucha de líneas dentro del Partido ha sido siempre el trabajo en las Fuerzas Armadas, especialmente con los sectores patrióticos y democráticos de la suboficialidad y la oficialidad. Las posiciones del Partido en la lucha antigolpista y en la resistencia a la dictadura han sido conocidas y debatidas por muchos suboficiales y oficiales. Es imposible el triunfo de la lucha antiimperialista y antioligárquica si no se logra ganar para ella a una parte de la oficialidad y la suboficialidad. Actualmente se desarrolla un gran debate en las Fuerzas Armadas y en el país en torno a la reestructuración de las mismas. Ese debate condensa los temas principales del problema nacional y de la cuestión democrática. El Partido debe participar activamente en él. Lo nuevo en las Fuerzas Armadas es que, luego de la guerra de las Malvinas, muchos suboficiales y oficiales han adquirido una idea precisa acerca: del carácter del imperialismo y el socialimperialismo y de la importancia estratégica de la Argentina con vistas a una posible guerra mundial; de nuestros enemigos potenciales; de la importancia del concepto de “nación en guerra”; de la importancia del desarrollo de una poderosa industria nacional y una tecnología propia, etc.

 

V
Fortalecer al Partido

En lo inmediato el Partido debe prestar una gran atención a la lucha de las masas por el pan, el trabajo, la vivienda y la salud ya que, al aplicarse las normas impuestas por el Fondo Monetario Internacional, esa lucha pasará rápidamente del plano económico al plano político. No será una lucha fácil. Costará grandes sacrificios cada combate por un pequeño aumento de salarios y contra los despidos, las privatizaciones de empresas estatales, etc. Una vez más recordaremos el consejo de Lenin que hemos escrito en las Tesis para este Congreso:
“…sólo la lucha económica (…) sólo la lucha por un mejoramiento directo e inmediato de su situación, es capaz de poner en movimiento a las capas más atrasadas de las masas explotadas y de convertirlas (…) en un ejército de luchadores políticos.”

En la construcción del Partido ponemos el centro en el crecimiento, en el desarrollo, y a partir de afirmar este eje realizamos las tareas para su consolidación. Pero impulsamos el crecimiento por oleadas. Hay momentos de rápido crecimiento y hay otros en los que debe consolidarse lo avanzado para preparar un nuevo salto. El reclutamiento debe ser permanente pero hay momentos en los que debe dar un salto. En el período electoral hubo un gran crecimiento del PTP. Actualmente ha crecido en lugares claves el PCR y se van creando condiciones para nuevos avances del PTP.
El eslabón que hoy permite articular el crecimiento del PTP y el del PCR y el fortalecimiento de las agrupaciones clasistas junto con el del Partido, es el trabajo con el periódico HOY, que facilita el tránsito de adherente a militante consciente, de revolucionario semipopulista o clasista a comunista revolucionario. Debemos tomar todas las medidas necesarias para asegurar que HOY se edite semanalmente. El trabajo con Política y Teoría, con los materiales de nuestra librería y con las iniciativas de educación, consolida el trabajo con HOY. Siempre con la guía que considera como el principal instrumento educativo del Partido la vida orgánica correcta, el funcionamiento regular de la célula del Partido, que analiza y sintetiza las experiencias de las masas a la luz de nuestra línea y del balance de la actividad del organismo y sus miembros.
La clave ahora es barrer los criterios nocivos que perduran del anterior período de trabajo “con puntas”, con cuadros aislados, y desarrollar fuertes células y comité de empresa. Nuestro centro organizativo actual está en desarrollar esas células en las cincuenta empresas claves que deciden en el movimiento obrero, especialmente en el acero, el petróleo, los astilleros, la metalurgia pesada, el aluminio, petroquímica, automotor, el carbón, los centros ferroviarios, grandes empresas de la carne y la alimentación, textiles, los principales puertos, y las organizaciones de comités de pueblos y células de obreros rurales y campesinos pobres en los lugares claves del campo. Para esto los comités del Partido deben dar una ayuda permanente, minuciosa, a las células de esos lugares de concentración; no sólo consejos tácticos para moverse en el gremio sino una ayuda global, sindical, política e ideológica. Una ayuda a la organización y a la propaganda, que haga de esos comités y células los verdaderos centros de la actividad del Partido.

 

Notas al pie

1  Los cuadros claves de dirección de las Fuerzas Armadas, han pertenecido al riñón de la trenza violo-videlista que hegemonizó la dictadura luego de 1976: Fernández Torres, Mansilla, Sánchez, Ríos Ereñú, Aguado Benítez, Minicuchi. Cuadros que estuvieron al frente de los grupos de tortura y asesinatos masivos, como el Capitán Barreiro (que dirigía las torturas en el campo La Perla, en Córdoba), tienen importantes destinos en el Ejército actual. El episodio ocurrido en Puerto Belgrano, en ocasión de la visita del ministro Borrás, y la manifestación de oficiales de la Aeronáutica en Reconquista, demuestran que no existe una real subordinación de los militares al gobierno civil. El aparato represivo policial, especialmente de la Policía Federal y las principales policías provinciales, está intacto y dirigido por los mismos oficiales que lo dirigían con la dictadura. Los grupos de “tareas”, grupos operativos “antisubversivos” que secuestraron, hicieron desaparecer, torturaron y asesinaron a decenas de miles de personas, están intactos. Incluso se ha creado un grupo antisubversivo especial con los elementos mejor preparados en la Policía Federal. Los servicios de informaciones siguen controlando teléfonos y personas, y sus archivos están intactos. La gravedad de esto crece, porque siguen vigentes leyes de la dictadura, como el Estatuto de los Partidos Políticos y se dictan nuevas leyes represivas como la llamada de “Defensa de la Democracia”.
    El aparato judicial que sirvió a la dictadura está aún intacto. Se ha confirmado a muchos jueces que juraron por el Estatuto de la dictadura y luego de cinco meses de gobierno siguen en su puesto jueces venales, dependientes de los organismos represivos, como el juez Dibur. En cuanto al aparato estatal, como declaró el dirigente radical Jaroslavsky luego de la filtración de documentos secretos de la Cancillería, es el mismo de antes: en departamentos con 15.000 empleados con unos 500 jefes, sólo hay 15 cuadros dirigentes nuevos. Los embajadores y lo fundamental del personal de la Cancillería son los mismos que actuaban con la dictadura.

Ministro de Economía es el Dr. Bernardo Grinspun, hombre del aparato económico de Gelbard, vicepresidente primero del Banco Latinoamericano que es uno de los bancos de ese grupo. Subsecretario de Economía es Rene Eduardo Ortuño; también hombre de ese grupo, fue socio de Félix Elizalde en negocios de exportación e importación (Félix Elizalde fue, con Llamazares e Ildefonso Recalde, uno de los hombres claves del grupo Gelbard dentro del radicalismo). Secretario de Comercio es el licenciado Ricardo Campero, yerno de Conrado Storani, quien siendo dirigente juvenil radical integró la delegación comercial que enviaron Gelbard y Graiver a Cuba; fue gerente de la Cámara de Curtidores, dirigida por el gelbardismo, e integró una empresa con hijos de directivos de la CGE, que se benefició de los negociados de la época en que Gelbard fue ministro de Economía. Subsecretaria de Comercio Interior es Martha Mercedes Monserrat Mas de Magliano, empleada jerárquica de ACINDAR, ligada familiar y políticamente a Alconada Aramburú.      Subsecretario de Comercio Exterior es Néstor Stancanelli, hombre del P“C”, metido por Gelbard en la Cancillería. Secretario de Industria: Carlos Lacerca, hombre asociado a Livio Kuhl en Celulosa Jujuy (Kuhl, ministro de Viola, hombre del desarrollismo). Subsecretario de Industria: Ernesto Weinschelbaum (vicepresidente tercero del Banco Latinoamericano). Secretario de Agricultura y Ganadería: Lucio Reca (hombre puesto por Gelbard en el equipo económico cuando Cafiero fue ministro en el gobierno de Isabel Perón; proterrateniente partidario de una política económica de estrecha asociación a la URSS). El grupo prorruso ha colocado a conocidos testaferros suyos en los principales bancos nacionales y provinciales. Sólo mencionaremos a título de ejemplo: Leopoldo Portnoy (cabeza del directorio de la editorial Siglo XXI, financiada y dirigida por el aparato soviético-cubano) ha sido designado vicepresidente del Banco Central; Alfredo Concepción, uno de los máximos directivos del grupo gelbardiano, preside el directorio del Banco Nación; Mario Brodershon, preside el Banco de Desarrollo. Tienen palancas importantes en los bancos de provincias (Mendoza, Córdoba, Santa Fe, etc.) y en entes económicos como GIOL. Controlan la Secretaría de Energía: Conrado Storani; Yacimientos Carboníferos Fiscales: Enrique Spangemberg; Aerolíneas Argentinas: Horacio Domingorena; Segba: Facundo Suárez; puestos claves en el directorio de YPF, en donde han sido designados agentes de este grupo como Leonor Aguiar Vásquez que nada conocen del tema; Agua y Energía: Zavala, defensor a ultranza de la construcción por la URSS del Paraná Medio; Gas del Estado: Roberto Gazzani, ejecutivo de BRIDAS. Se han garantizado, además, la presidencia de la Comisión de Energía de la Cámara de Diputados con Guillermo Tello Rosas (hombre del P“C” en la UCR; gerente de promoción del Banco Latinoamericano hasta la campaña electoral).
    Controlan el Ministerio de Educación y Justicia, al frente del cual está Carlos Alconada Aramburú, viejo compañero de ruta de los sectores prosoviéticos, ex ministro de la Libertadora, consuegro de Raúl Alfonsín. Secretario de Educación es el Dr. Bernardo Solá, compañero de ruta radical del P“C” en CTERA. Subsecretario de Actividad Profesional Docente: Alfredo Pedro Bravo, también compañero de ruta del P“C” en el gremio docente. Secretario de Cultura: Carlos Gorostiza, P“C”. Secretario de Ciencia y Técnica: Manuel Sadosky; hombre ligado públicamente al aparato soviético en la Argentina. Fondo Nacional de las Artes: Carlos Alonso, afiliado al P“C”. Secretario de Justicia: Carlos Odriozola, abogado defensor de los Greco, hombre del estudio de Alconada Aramburú (donde también trabajó muchos años el Dr. Alfonsín), estudio que defiende a Piñeiro Pacheco y conectado al estudio Landaburu-Carrió, estudio éste que dirige la defensa de los Greco. Tienen al Procurador General de la Nación: Juan Octavio Gauna; y tienen mayoría en la Corte Suprema de Justicia, a la que preside un jurista del riñón de la corriente prorrusa: Genaro Carrió.
    Aparece, además, una red de agentes y activistas prosoviéticos en puestos importantes del gobierno, de los que sólo mencionaremos a los más notorios: Luis Brandoni y Carlos David Ratto, que trabajan en la Presidencia de la Nación como asesores; Osvaldo Vinitsky: Director General de Asuntos Institucionales de la Subsecretaría de Acción de Gobierno; Aldo Tessio: asesor del Presidente; Ricardo Pueyrredón: Director de Ceremonial; Jorge Esteban Roulet: Secretaría de la Función Pública, clave para armar el aparato administrativo permanente del Estado; Enrique Groisman: subsecretario de Análisis Jurídico y Elaboración Normativa, en donde trabajan elementos como Malamud Gotti (autor del proyecto de reformas al Código de Justicia Militar), hombre del equipo de testaferros de la SKODA checoslovaca; Rodolfo Pandolfi, periodista conocido por ser hombre del equipo del “Cholo” Peco, redactor del libro autobiográfico de Lanusse; vocero presidencial: José Ignacio López, quien fue vocero de José Gelbard en la CGE y hombre del equipo periodístico prosoviético, ligado a los sectores católicos de esa orientación; director de Relación con los Medios: Enrique Fernández Cortés, ligado al equipo de Graiver y del P“C” de Radio Rivadavia; Telam: Mario Monteverde, viejo agente periodístico del equipo del “Cholo” Peco-Timerman-Neustadt; Canal 7: Miguel Ángel Merellano, del mismo equipo que el anterior; SIDE: Roberto Manuel Pena, de la corriente prorrusa del alfonsinismo.
    Tienen además el control, prácticamente total, del Ministerio de Salud Pública y Acción Social, en donde controlan también, directamente, el Banco Hipotecario Nacional (Luis Reinaldo); la Secretaría de la Vivienda, que dirige el viejo aliado del P“C”, José Luis Bacigalupo; y han colocado en la Subsecretaría de Desarrollo Humano y Familia a Enrique de Vedia, cabeza de la corriente gelbardiana en la Democracia Cristiana (hombre asociado a Gelbard y a Graiver).