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18 de julio de 2012


Revisionistas en el siglo 19

Hoy 1428 / Crónicas proletarias

Una característica del desarrollo del Partido Socialista en la Argentina, es la temprana hegemonía de una corriente reformista, parlamentarista y revisionista, dirigida por Juan B. Justo, sobre un núcleo marxista, con exponentes como Germán Ave Lallemant y Augusto Kuhn. Estos últimos fueron parte de los que fundaron la Agrupación Socialista de Buenos Aires en 1892, que en un proceso se unieron con otros grupos socialistas, conformando en 1895 el Partido Socialista Obrero Internacional, que en 1896 realiza su primer congreso y cambia su nombre por Partido Socialista Argentino.


Juan B. Justo, que se incorpora en 1893, había pasado por la recientemente creada Unión Cívica, de la que se fue por no acordar con el levantamiento que se conoció como “Revolución del Parque”.


Vale la pena conocer un poco más las ideas de Justo, por la influencia que tuvieron y tienen aún hoy en distintas corrientes políticas. Como él mismo dijo, “me hice socialista sin conocer a Marx”. Cuando lo conoció, lo combatió. Su meta fue hacer del Partido Socialista una fuerza parlamentaria, alejada de la lucha revolucionaria, que apoyaba ocasionalmente las luchas sindicales, y que pretendía “vigorizar nuestra vida política”, lo que consistía en “enseñar al pueblo trabajador a pedir las reformas que han de aumentar su bienestar mensurable y en prepararlos para sostenerlo en la lucha política”.


Juan B. Justo, que lideró el Partido Socialista desde 1896 hasta su muerte, en 1928, fue el principal exponente, en su momento, de una corriente internacional que “revisó” a Marx. Esta corriente estuvo liderada por el dirigente del Partido Socialdemócrata alemán Eduard Bernstein. Los revisionistas se oponen al materialismo dialéctico –Justo calificaba la dialéctica como “impenetrable”-, descalifican la teoría de la plusvalía, “una ingeniosa alegoría” para Justo, y fue profundamente hostil a la necesidad de la revolución y de la dictadura del proletariado.


En la política nacional, el justismo impulsó a fondo el librecambio, se opuso sistemáticamente a buscar puntos de acción común con la fuerza naciente de la pequeña burguesía y de sectores de la burguesía nacional, la UCR, a la que despreciaba como parte de la “política criolla”, y fue seguidista de sectores de la oligarquía terrateniente (nunca ocultaron su admiración por el genocida Roca) y de los británicos. Lallemant, ya en 1904, los marcó a fuego diciendo que “los jefes [del Partido Socialista] han pasado casi sin excepción al campo de Turati”, dirigente del PS italiano profundamente reformista.