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13 de febrero de 2013

Revolucion radical y movimiento obrero III

Crónicas proletarias

 Frente al levantamiento radical de 1905, que básicamente reclamaba elecciones libres, las principales corrientes del movimiento obrero tuvieron distintas posturas. Vimos ya la de la dirección del Partido Socialista, y la de la corriente “sindicalista revolucionaria”.

 Frente al levantamiento radical de 1905, que básicamente reclamaba elecciones libres, las principales corrientes del movimiento obrero tuvieron distintas posturas. Vimos ya la de la dirección del Partido Socialista, y la de la corriente “sindicalista revolucionaria”.
Por el lado de los anarquistas, si bien en general los sindicatos por ellos conducidos, y la FORA, se mantuvieron al margen del putch cívico militar que tuvo repercusión en Buenos Aires y algunas capitales de provincia, algunos dirigentes anarquistas tuvieron reuniones con los radicales, y actitudes que otros anarquistas consideraron como favorables al levantamiento.
Eduardo Gilimón, conocido dirigente anarquista, en un libro de memorias, planteó que el radicalismo “no podía ser visto con simpatía por quienes del anarquismo tenían un concepto amplio y claro”. Más complejo parece el papel de otro dirigente anarquista, el escritor Alberto Ghiraldo, quien, en su carácter de redactor de La Protesta escribe –en el curso del levantamiento- un artículo titulado “Revolución antirrevolucionaria”, en el que por un lado desmiente la participación en los levantamientos, si bien “no quiere decir esto que los elementos trabajadores no hayan sido solicitados”, reconociendo contactos con los radicales, previos al 4 de febrero.
Según uno de los biógrafos de Ghiraldo, Héctor Cordero, éste se entrevistó con un “amigo común” de Hipólito Yrigoyen y realizó una consulta con los gremios alineados con la FORA, que “decidieron apoyar el movimiento, pero con la condición de plena autonomía… Los obreros dominarían la zona del puerto en la parte dedicada al trabajo. Yrigoyen no aceptó. El levantamiento se llevó a cabo sin el apoyo de los obreros, y fracasó” (Alberto Ghiraldo, precursor de nuevos tiempos, pág. 107).
Ghiraldo es uno de los dirigentes que terminó preso, al decretar el gobierno oligárquico el Estado de Sitio y desatar una cruel represión contra el movimiento obrero, que venía en auge de luchas. A diferencia de la dirección del Partido Socialista, que acató el Estado de sitio y dejó de publicar La Vanguardia, La Protesta sacó una edición especial que tituló “Levantamiento radical. Nuestras informaciones”; esto motivó su clausura y la detención de los redactores. Decimos que el papel de Ghiraldo es más complejo, ya que el conocido dirigente y escritor anarquista Diego Abad de Santillán, analizando estos hechos, deslizó que el desacato de La Protesta, fue “por odio al gobierno establecido o por la simpatía de algunos de sus redactores con los jefes del movimiento”.