El “Chino” del título no es otro que el Dr. Néstor Olivieri, quien dirige esta sala desde hace 25 años. El documental, dirigido por Pepe Salvia, a lo largo de 76 minutos nos muestra, a través de testimonios y escenas de la sala, del barrio, y de los piquetes filmados entre 2000 y 2007, los dramas cotidianos de la mayoría de nuestro pueblo, y cómo explica Salvia, la dignidad que tienen para ponerse de pie y enfrentarlos.
Como bien dice una de las críticas, es un documental “de trinchera” por el que desfilan los cursos de agente sanitario, los desocupados armando el baño de la salita, la carpa médica en los piquetes, los grupos de jóvenes en tratamiento de sus adicciones. Todo con sencillez y de modo directo, lo que lo hace un valioso material para todo aquel que pueda ir a verla en la única sala que se pasa, el Arteplex de Belgrano. Pero a no desesperar, que nos aseguran que en poco tiempo habrá copias que se podrán ver en otros lugares.
Queremos dirigir la salud del país
Nos fuimos a ver al protagonista, a quien tantas otras veces entrevistamos en distintos momentos políticos, para conocer sus opiniones sobre la película y profundizar algunos conceptos sobre la medicina. Lo encontramos un frío miércoles de septiembre, como siempre en la sala, atendiendo a pacientes a los que llama por sus nombres de pila, y se intercambian novedades de hijos, padres, o hermanos. Entre consulta y consulta, mientras tomamos unos mates, el Chino nos cuenta que de la película “Me gustó mucho dos cosas. Muestra bien cómo los pibes pueden hablar libremente, y decir lo que piensan. Y me gustó la parte de los agentes sanitarios”.
—Vos decís en la película “la técnica se puede aprender, lo difícil es comprender por qué la gente se enferma y muere”. ¿Podés profundizar un poco en esto?
—Ese es un concepto que aprendí acá. A mí no me lo enseñaron en la facultad. Ahí te enseñan la enfermedad al margen de las condiciones de vida y de trabajo de la gente: “La bronquiolitis está producida por un virus”, pero no te dicen que los que más se enferman son los chicos que padecen desnutrición o están mal alimentados, o padecen el frío. Nuestros compañeros estudiantes, nuestros médicos, no manejan eso. Lo maneja sólo aquél que se interesó en ver los problemas de fondo. Y los problemas de fondo, en nuestro caso, se ven donde está la pobreza, la miseria, la falta de trabajo, donde llueve y se inunda. Donde conseguir la comida diaria, para una familia de 15 personas como una con la que acabo de estar, es muy difícil. Ahí viene la enfermedad.
Esta sala tiene 25 años. Estuvimos casi cinco sin nombramientos. En el 89 logramos uno, un año después una enfermera. Muy poco tiempo después empezamos con los cursos de agentes sanitarios, con ese concepto que decimos en la película, que dos solos no podemos hacer nada por la salud de miles. Llegamos a la conclusión que teníamos que apelar al protagonismo de la gente, darle una oportunidad, cosa que no hace nadie, ni éste, ni otros gobiernos. Porque nosotros empezamos en la época de Alfonsín, y tampoco le daban oportunidad a la gente de protagonizar. Y después vinieron Menem, De la Rúa, Duhalde, y ahora con Kirchner, tampoco.
—¿Por qué se enferma y se muere la gente en la Argentina de Kirchner?
—El otro día me preguntaban si habían cambiado las condiciones de vida acá desde cuando se filmó la película, y yo digo que son peores. Las condiciones de trabajo para el pobrerío, fundamentalmente no cambiaron. Hay un poco más de trabajo, y algunos planes mejores, como la Asignación por hijo, que no es para todos pero algo ayuda, algunos planes de cooperativas. Esto mejora un poquito, pero la droga, el alcohol en la juventud, la falta de oportunidades. ¿Cómo hace para mantenerse un joven de 18 años que está en pareja y tiene un hijo? Esa situación cambió para peor. Está claro que la delincuencia es principalmente consecuencia de la miseria, aunque desde ya hay otras cosas. Ha crecido el paco, acá como en otros lugares del Gran Buenos Aires. Hoy nos resulta mucho más difícil juntar a los jóvenes, están más enfermos. Los pibes que se ven en la película son de antes del paco, hasta los más enfermos tenían resto. Uno de ellos, Fabián, dejó la droga, pero tiene un problema de salud mental importante, consecuencia de la droga. A la vez, verse en la película en ese papel protagónico en la lucha contra las adicciones, lo ayudó muchísimo.
—¿Cómo está la sala hoy?
—Estamos trabajando mucho. Desde el 2003 tenemos un comedor, cosa que no se ve en la película. Producto de la lucha tenemos más remedios, más leche. Este mes repartimos 3.000 kilos de leche, de nuestra sala. Tenemos un trabajo muy importante con la tuberculosis, lo que quiere decir, al mismo tiempo, que recrudeció la tuberculosis. Salimos a buscar y encontramos muchos tuberculosos. El año pasado se nos murieron seis pacientes tuberculosos, que detectamos cuando ya estaban muy deteriorados.
Hemos avanzado en los lazos con las escuelas y otras organizaciones del barrio, incluso con las iglesias, jardines, escuelas especiales.
—Para atender esto ¿creció la red de profesionales?
—Tuvimos una lucha porque habíamos perdido profesionales, pero los recuperamos y ampliamos el plantel. Y conseguimos que nombren, por primera vez, a dos agentes sanitarios –por ahora con contrato–, y a dos médicos, una psicóloga y una obstétrica. Eso nos fortaleció. Son todos rentados. Estamos peleando por tres más.
—En la película aparecen conceptos tuyos que explican que la lucha va a seguir hasta conseguir los objetivos revolucionarios, y si bien aparece la CCC, no el Partido…
—Esto no se puede hacer sin un partido comunista. Esto es la línea del Partido, pienso yo, y además está la organización concreta del Partido, que ha crecido. Yo lo charlé con el director. Todo lo que él pudo ver y filmar, sin un partido no hubiera sido posible. Porque esto no es una idea personal mía, es la línea del partido del cual soy miembro. Es lo que levantamos como política, como ideología y como organización. Estas tres cuestiones están plasmadas en la actividad cotidiana de cada uno de nosotros. Eso es el motor.
Yo me hice médico porque mi mamá quería que fuera médico. Cuando entré a la Universidad de La Plata no era comunista. Ahí fui entendiendo las cosas, ahí me hice comunista. Me afilié al PC en el 67. Venía de EEUU, donde tuve una beca de un año. Tenía la idea de que los yanquis eran buenos, y que había que seguir ese camino. Acá vino Onganía, y allá se agudizó la guerra de Vietnam, el Che, Cuba, el Mayo Francés, Checoslovaquia. Eso nos radicalizó a un montón de jóvenes, que nos hicimos comunistas.
—La película, y los que conocemos este trabajo desde hace tantos años, muestra un modelo de profesionales al servicio del pueblo.
—Una de las cosas que digo cuando hablo con los estudiantes es que nosotros nos preparamos para dirigir la salud del país. Hacemos lo que tenemos que hacer, y nos preparamos para una salud que no es ésta. Por eso digo que la sala es un modelito. Sé que a veces me embalo y pienso que la sala es el centro del mundo, y después pasa algo que me trae a la realidad, pero es un modelito de lo que queremos hacer cuando dirijamos la salud de este país. Es una muestra de lo que se puede hacer, aún en condiciones tan precarias, cuando la gente toma la lucha por la salud en sus manos. Y nosotros somos servidores del pueblo, en este sentido.