Veintiún días terminaron con 21 años de “tiranía universitaria”. La denominada “primavera riojana”, trajo vientos huracanados que barrieron con una conducción universitaria caracterizada por su autoritarismo, e impusieron una Asamblea Universitaria que designó nuevo rector y decanos, que fueron nominados previamente por las asambleas en las facultades.
Veintiún días terminaron con 21 años de “tiranía universitaria”. La denominada “primavera riojana”, trajo vientos huracanados que barrieron con una conducción universitaria caracterizada por su autoritarismo, e impusieron una Asamblea Universitaria que designó nuevo rector y decanos, que fueron nominados previamente por las asambleas en las facultades.
El conflicto estalló en septiembre, cuando el ahora ex rector (en el cargo desde 1992), cesanteó, bajo la forma de jubilación forzada, a decenas de docentes, y rebajó el sueldo a otros 200, con la excusa de un recorte presupuestario. Fue la última de las iniquidades de un rector que, al amparo de las políticas universitarias impuestas por el menemismo y continuadas por este gobierno, manejó la universidad de manera absolutamente clientelar. A partir del 19 de septiembre se tomó el Rectorado, y vinieron 21 días intensos, en los que se multiplicaron tomas, marchas, y sucesivas maniobras de las autoridades universitarias, que fueron desbaratadas una por una.
Tello Roldán buscó de varias maneras preservar su poder. Primero “entregó” a sus hijas, funcionarias de la Universidad nombradas por él, en una muestra de nepotismo. Luego atacó violentamente la lucha, calificando de “secuestro coactivo agravado, asociación ilícita con fines terroristas y financiación del terrorismo”, a los estudiantes que mantenían tomadas las facultades y el Rectorado. Los últimos días, realizó cuanta maniobra pudo para trabar la Asamblea Universitaria (el órgano habilitado para designar autoridades).
La firmeza de la lucha fue ganando la adhesión popular. En las sucesivas marchas, fue creciendo la participación en las calles, hasta llegar a la multitudinaria jornada del martes 8, en la que al menos 40.000 riojanos desbordaron la calle de la capital en apoyo a los reclamos de democratización en los claustros, con la consigna “que se vayan todos”.
Advirtiendo la masividad de la protesta, la mayoría de los sectores gobernantes, empezando por el gobernador Beder Herrera, le “soltaron la mano” a Tello Roldán, y pasaron a derramar hipócritas declaraciones de compromiso. Esta firmeza también operó para que un juez interviniera en el llamado a Asamblea Universitaria, resistido por el ex rector, y los decanos que se negaban a renunciar.
Tras la masiva marcha del martes, las autoridades universitarias –con la anuencia de los representantes del Ministerio de Educación de la Nación y su Secretaría de Políticas Universitarias- intentaron una desesperada maniobra para que el Consejo Superior designara las nuevas autoridades. Se endureció la medida, y la Asamblea Soberana declaró que “cortaba el diálogo”, hasta la renuncia de los decanos.
Finalmente el viernes, se reunió la Asamblea Universitaria, aceptó formalmente la renuncia de Tello Roldán y los cinco decanos, y acordó la designación de Fabián Calderón, como rector de la UNLaR, por un período de 10 meses.
Este es el tiempo acordado para llevar adelante otra de las demandas de la lucha: la reforma de los estatutos universitarios, concursos públicos y abiertos de antecedentes y oposición con jurados externos para ocupar los espacios curriculares vacantes, juicios académicos a los docentes que presenten irregularidades en el acceso a sus cargos, investigaciones administrativas y consecuencias legales y judiciales para todos los funcionarios del régimen, para lograr una mayor democratización. El flamante rector, en una de sus primeras medidas, revocó la cesantía de los docentes que desató el conflicto.
“Descabezamos un
poder monárquico”
Muchos han destacado la continuidad entre la larga lucha contra la megaminería, con esta formidable rebeldía estudiantil. No caben dudas que se vienen dando cambios en la sociedad riojana, que van expresando el hartazgo creciente del pueblo riojano con las políticas del gobierno provincial, y un reclamo por cambios de fondo. Hay que recordar que, gracias a esta política educativa “florecieron” las universidades nacionales en la provincia, las que llegaron a seis, verdaderos “cotos de caza” de distintas camarillas.
Algunas de las proclamas de la Asamblea Soberana a lo largo del conflicto reflejan este “fin de época”, repudiando una política universitaria calificada de “pre reformista”, hasta con un tono similar a los manifiestos de 1918: “Con el acompañamiento pleno del pueblo de La Rioja venimos sosteniendo esta toma pacífica y a la vez revolucionaria que ya ha descabezado al poder absoluto, monárquico que ha imperado durante 26 años en la UnLaR, pero este alumbramiento de una Universidad democrática que pueda indagar, cuestionar, pensar esta sociedad en la que está inserta, no puede ser conducido por quienes fueron los últimos obsecuentes del renunciado rector”.
Los estudiantes, tras su resonante triunfo, acordaron levantar las tomas el martes 15, no sin antes resolver que las donaciones que se acumularon producto de la solidaridad popular, fueran enviadas a distintos comedores, y a los estudiantes de Salta y Tucumán, que también mantienen sus universidades tomadas.