Era Rosario una muchacha alegre, hija del presidente de Izquierda Republicana de Villarejo de Salvanés, fue una de esas primeras muchachas que se decidieron combatir por la legalidad contra los golpistas y terroristas que se alzaron en armas contra la legalidad democrática de la República, con tan solo 17 años, sabía que no se trataba de un juego de niños, que se jugaba mucho más que una bandera, que se jugaba la libertad colectiva de una nación.
Era Rosario una muchacha alegre, hija del presidente de Izquierda Republicana de Villarejo de Salvanés, fue una de esas primeras muchachas que se decidieron combatir por la legalidad contra los golpistas y terroristas que se alzaron en armas contra la legalidad democrática de la República, con tan solo 17 años, sabía que no se trataba de un juego de niños, que se jugaba mucho más que una bandera, que se jugaba la libertad colectiva de una nación.
Sin decir nada a su familia el mismo 18 de julio de 1936 se alistó como voluntaria en las JSU, y al día siguiente de madrugada marchó a la Sierra camino de Buitrago. Dispuesta a defender con su vida la libertad de España junto con decenas de jóvenes, tan dispuestos como ella.
Al llegar a la Sierra formaron unidades de choque bajo las órdenes de Valentín González, llamado el Campesino. A Rosario le entregaron un mosquetón de más de siete kilos y fue a primera línea de fuego. Muchos de sus compañeros cayeron muertos a su lado. Jóvenes idealistas ansiosos de paz y libertad con su vida cercenada por criminales ambiciones.
Cuando la guerra en la Sierra se estabilizó, al lograr contener a los rebeldes, Rosario fue destinada a la sección de dinamiteros, a las órdenes en esta ocasión de Emilio González, un minero asturiano experto en dinamita. Debido al bloqueo o traición que sufría la República por parte de las “democracias” europeas, las granadas de mano era necesarias fabricarlas artesanalmente. La granada consistía en una lata con clavos, tornillos, cristales y dinamita, y atada con una cuerda y trapos y tras poner la mecha ya estaba lista.
Apenas dos meses después, para lanzarla debían esperar a sentir el calor en la uña, pero como había llovido el día anterior, la mecha se quemaba por dentro pero no por fuera, por lo que no sintió el calor que le debía avisar, explorándole la dinamita en la mano, la cual perdió por encima de la muñeca. Operada de gravedad, logró salvar su vida.
Una valiente defensora de Madrid
En el hospital fue visitada primero por el filósofo José Ortega y Gasset acudió a visitarla al conocer la historia de una muchacha muy joven que había perdido una mano en el frente. Fue él quien dio la noticia a sus padres que se encontraban en Valencia. Los cuales fueron a visitarla al hospital, donde su padre, presidente de Izquierda Republicana (IR) en Villarejo, hizo las siguientes declaraciones lleno de orgullo a los médicos que le recibieron: “Miren ustedes, lo siento mucho, siento muchísimo que mi hija mayor haya perdido una mano, pero les aseguro que si mis otros cinco hijos perdieran la suya por la misma causa, estaría orgulloso de ellos. No tienen de qué preocuparse”.
Miguel Hernández al tener conocimiento de la noticia escribió un poema, invitándola a leer unos poemas en la radio, aunque sin decirle que uno de esos poemas iba dedicado a ella. Rosario no conocía a Miguel Hernández.
A pesar de quedar manca fue una valiente defensora de Madrid. No podía empuñar un fusil pero no por eso se quedó en la retaguardia. Cuando se recuperó se puso de nuevo a las órdenes de Valentín González, El Campesino, que le asigno la misión de repartir las cartas a los soldados y recogerlas para entregarlas a sus familiares.
A punto de la entrada de los golpistas en Madrid, demostrando el mismo valor que durante la contienda, junto con el único soldado que quedaba de su división quemó todos los documentos que pudiesen comprometer a los defensores de la legalidad.
Después se marchó para Valencia a reunirse con su padre con intención de huir por Alicante, pero al igual que fue traicionada la República y abandonada a su suerte, así lo fueron los vencidos que se quedaron esperando los barcos que nunca llegaron. A su padre le fusilaron, ella fue detenida y llevada después a la cárcel de Alicante. Como a los golpistas les resultaba imposible identificar a todos los presos republicanos, pusieron en libertad a varios para que regresasen a sus pueblos o ciudades, para que así fuesen identificados o denunciados por sus vecinos como desafectos al Régimen. Nuevamente fue detenida en su pueblo, donde se le conocía como la “Pasionaria de Villarejo”.
Fue condenada a muerte y conmutada a cambio de treinta años de prisión por las autoridades terroristas fascistas, que la condenaron por “adhesión a la rebelión”, cuando paradójicamente ella lo único que había hecho era defender la legalidad y quienes la condenaron habían sido los golpistas criminales que se rebelaron contra la legalidad republicana. Tras pasar por diversas cárceles la dejan en libertad con la condición de no acercarse a menos de 200 kilómetros de su pueblo, se instala en Madrid en casa de una militante comunista de nombre Rufina.
Terminó vendiendo tabaco de estraperlo cerca de la diosa Cibeles. Rosario se convirtió en un símbolo de la lucha por la libertad y la República, inmortalizada por su juventud, su valor, su dignidad y por un poema que escribió y le dedicó Miguel Hernández. Sin embargo no debemos olvidar que fueron miles las “Rosarios” que como ella defendieron con igual valor, decisión y dignidad la lucha por la Libertad y la republica (ver Las trece rosas).